Contradicciones de la lengua

Existe una evidente desarmonía moral y religiosa en aquella persona que se porta piadosamente en el culto, ora con mucha unción, bendice el nombre de Dios, y en cuanto abandona el local de la Iglesia se dedica a perjudicar con la lengua a sus semejantes.

19 DE MAYO DE 2023 · 09:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/fotos/y-z1zkFKOsQ#:~:text=Foto%20de-,Thi%C3%A9baud%20Faix,-en%20Unsplash">Thiébaud Faix</a>, Unsplash.,
Imagen de Thiébaud Faix, Unsplash.

No hay miembro en el cuerpo humano que sea tan contradictorio como la lengua. “Con ella –dice Santiago– bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición” (vr. 9-10).

Judíos y mahometanos, si se consideran ortodoxamente religiosos, tienen por costumbre bendecir a Dios cada vez que pronuncian su nombre. “¡Bendito sea Él!”. “¡Bendito sea su nombre!” “Bendito el Clemente y Misericordioso!”. Estas son algunas frases rituales aconsejadas por la literatura hebrea e islámica. Para Santiago, es antinatural que el humano use la lengua para bendecir el nombre de Dios y la emplee, al propio tiempo, para maldecir al hombre. Este doble uso de la lengua, además de contradictorio, es altamente pecaminoso, porque el hombre está hecho a imagen de Dios y maldecir al hombre es maldecir algo de Dios mismo.

Maldecir al hombre, en el contexto de este pasaje no significa decirle literalmente “maldito seas”. Se maldice a un ser humano cuando se usa la lengua para murmurar contra él, para infamarle, para criticarle, para aumentar sus defectos o simplemente para propagar sus posibles pecados.

Existe una evidente desarmonía moral y religiosa en aquella persona –hombre o mujer– que se porta piadosamente en el culto, ora con mucha unción, bendice el nombre de Dios, y en cuanto abandona el local de la Iglesia se dedica a perjudicar con la lengua a sus semejantes, incluso a aquellos con quienes ha participado en el culto. “Hermanos míos –ruega Santiago–, esto no debe ser así” (vr.10).

Y para que lo entendamos bien, para que caigamos en la cuenta de que tal conducta, además de pecaminosa es también antinatural, nos pone tres ejemplos.

Dos de ellos están relacionados con la fuente “¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?” (vr. 11). Por el caño de una fuente no puede salir, al mismo tiempo –esta es la fuerza de la comparación– agua dulce y amarga. Por una misma boca no deben salir bendiciones a Dios y ataques al hombre. Porque así como, “ninguna fuente puede dar agua salada y dulce” (vr. 12) el manantial de vida que puede ser la lengua no debe producir frutos tan contradictorios, convirtiéndose en canal de muerte.

El tercer ejemplo está tomado de la vida campestre. “¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos?” (vr. 12). El razonamiento es evidente. Ni la higuera puede producir aceitunas, sino higos, ni la vid puede producir higos sino uvas. ¿Por qué entonces la lengua, llamada a ser instrumento de bendición, se convierte en látigo lacerado que flagela sin conciencia la vida y la honra del hombre? ¿Por qué?

He aquí una pregunta que nadie ha sabido responder. Contagiándonos de la filosofía pesimista de Sinuhé el egipcio sólo podemos decir que siempre ha sido así y siempre será. 

Don Quijote es como una estrella que marca el rumbo a todos los visionarios. Santiago es un centinela apostado en las encrucijadas de la vida para advertirnos contra el pequeño y terrible enemigo que llevamos dentro: la lengua.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El color de mi cristal - Contradicciones de la lengua