Afrontar un fracaso como parte de un proceso
Varios fracasos laborales y experiencias de vida me llevaron a tomar una de las mejores decisiones.
Siempre que pasamos por situaciones complicadas tenemos varias opciones:
· Echar las culpas a nuestro entorno, ya sea una situación concreta (pandemia, crisis económica, etc) o las personas que nos rodean (pareja, socios, etc.).
· Indagar para saber qué porcentaje de culpa tenemos en esa situación, ya sea un 90% como si solo es un 5%.
· Pensar que no tenemos las capacidades y aptitudes necesarias para llevar a cabo el proyecto en el que estamos y esa falta de talento nos ha llevado al fracaso.
Pero como creyentes tenemos que tener en cuenta que no dependemos únicamente de nuestras fuerzas, que tenemos un “Jefe” que tiene absolutamente todo bajo control.
Si estás leyendo estas líneas seguramente tienes mente “empresarial” y por tanto habrás o estarás en el proceso de llevar a cabo un proyecto.
Sin duda, la experiencia de los demás debe servirnos de modelo para saber qué hacer, cómo y cuándo hacerlo. Pero no siempre tenemos la humildad de dejarnos enseñar o podemos pensar que en nuestro caso será distinto. La formación y la mentoría es fundamental para que contemos con las herramientas necesarias que nos conduzcan al éxito.
Y vuelvo al pero de antes. Como creyentes, tenemos que tener en cuenta quien pone todos los recursos con los que contamos a nuestra disposición (dinero, formación, materiales, empleados, etc.). Por tanto, deberíamos hacer pactos con nuestro “Jefe” y pedirle sabiduría para hacer un uso correcto de esos recursos.
Digamos que sería algo así: “Dios, este es tu negocio, para llevarlo a cabo necesito una serie de cosas, ponlas a mi disposición y yo me comprometo a ser un mayordomo fiel.”
Es como cuando preparamos un plan de negocio para presentarlo a los inversores. Si el plan es bueno, obtendremos la financiación y ellos nos exigirán unos resultados.
Hasta aquí suena bonito y es lo correcto. De hecho, es lo que podríamos denominar que nos llevará a alcanzar el éxito. Y ahora viene la pregunta: “¿qué es el éxito?”. No es el momento de entrar en detalle en estas cuestiones, sin embargo te propongo que vayas a la Biblia y estudies con detenimiento las vidas de Moisés, José, Daniel, David y tantos otros.
El caso de Moisés, preparado en la mejor universidad del mundo, recibiendo la mejor formación para luego pasar una gran cantidad de años en el desierto... Se podría interpretar como un fracaso estrepitoso. Pero Dios tenía un plan y quería usar a Moisés y para ello era necesario que viviera cada una de esas experiencias.
Y qué decir de José, el favorito de su padre, un hijo que quizá pareciera un mimado, pero sin duda tenía un alto concepto de la responsabilidad. Llegó a ser el gobernador de Egipto, por la gracia de Dios, pero... era necesario que fuera echado a un pozo, vendido como esclavo, pasar una larga temporada en la cárcel. Pareciera que vivía fracaso tras fracaso. Pero Dios utilizó todas esas experiencias para moldearlos, para trabajar su carácter.
Daniel y David, dos chicos muy jóvenes, cuyas vidas cambiaron por completo.
Uno fue enviado a un país extranjero y acabó en el foso de los leones… sin embargo todo estaba bajo el control de Dios.
El otro estuvo amenazado de muerte, teniendo que huir, pero acabó siendo rey.
Y así podríamos seguir mucho más.
En mi caso, varios fracasos laborales y experiencias de vida me llevaron a tomar una de las mejores decisiones. Se dice que Dios escribe recto en renglones torcidos.
Estoy convencido de que Dios permitió que viviera situaciones económicas muy difíciles, para ahora poder compartir contigo, la última un despido fulminante que me llevó a tener unos meses sabáticos para poder cumplir con un propósito de servir en el área de la formación financiera según los principios bíblicos.
Un detalle importante que quiero aclarar: no es lo mismo que Dios permita que pasemos por situaciones complicadas que nos buscamos nosotros mismos y que, en su gracia, nos ayude a salir de ella y aprendamos de la misma, a que Dios nos conduzca a situaciones difíciles porque ese sea su plan. Me explico: en mi caso los fracasos me los busqué yo solo, en el caso de Daniel o José recibieron castigos a pesar de hacer la voluntad de Dios.
Déjame insistir en la idea de que Dios tiene todo bajo su control. Y esta verdad me proporciona paz en medio de cualquier situación.
Es más, en su momento no entendí que cada uno de los fracasos eran parte del proceso, y a pesar de los pesares, puedo dar gracias a Dios por cada una de esas lecciones de vida.
Desde un punto de vista económico, siempre vendrán tiempos de vacas gordas y vacas flacas (y en la historia de José lo vemos perfectamente). Hay que estar preparado y sobre todo confiar en la soberanía de Dios. Él hace su parte y nosotros la nuestra.
Por último, te dejo con una idea con la que me gusta siempre terminar cualquier taller, charla o formación: todo lo que hagamos tiene trascendencia en lo eterno. Por tanto, nuestros pensamientos, motivaciones, vivencias tienen que estar enfocadas en ello.
Que Dios te bendiga.
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