¿Dónde está tu verdadero tesoro?
Es crucial reflexionar sobre las enseñanzas de Jesús y cómo estas deben orientar nuestras acciones como empresarios cristianos.

Rodeados de todo tipo de discursos que alimentan un afán desmedido por acumular bienes materiales, los empresarios cristianos nos encontramos ante un desafío fundamental: ¿dónde reside en realidad nuestro tesoro?
Esta pregunta, aunque aparentemente simple, atraviesa las capas más profundas de nuestra identidad y propósito como seguidores de Cristo. En el Sermón del monte, Jesús nos ofrece una guía eterna en Mateo 6:19-21: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
El contexto de estas palabras es crucial para entender su vinculación con el mundo empresarial actual. Jesús hablaba a una audiencia familiarizada con la ostentación religiosa, donde muchos creyentes buscaban la aprobación de los demás más que una relación genuina con Dios. En medio de esta hipocresía, Jesús instaba a desviar la atención de las riquezas terrenales y a dirigirla hacia un tesoro eterno, uno que no podía ser corroído por el tiempo ni robado por ladrones.
Con frecuencia, incluso entre aquellos cristianos comprometidos con seguir la voluntad de Dios, la obsesión por la competitividad, la rentabilidad de los emprendimientos y el beneficio puede desplazar valores esenciales como la integridad, la generosidad y el propósito compartido. Resulta por ello crucial reflexionar sobre las enseñanzas de Jesús y cómo estas deben orientar nuestras acciones como empresarios cristianos.
Priorizar la integridad sobre las ganancias
Midamos el éxito por la calidad de nuestras relaciones y el impacto de nuestras acciones
La integridad es la piedra angular sobre la cual se construye el carácter de un empresario cristiano. En un entorno donde la ética a menudo queda relegada a un segundo plano en aras de la rentabilidad, es imperativo que nos mantengamos firmes en nuestros principios.Recordemos que nuestras acciones no solo afectan a nuestra reputación, sino que también reflejan el testimonio que ofrecemos como seguidores de Cristo. En cada decisión y transacción, busquemos la honradez y la transparencia, recordando que el verdadero éxito no se mide en términos de riqueza material, sino en la calidad de nuestras relaciones y el impacto que generamos en el mundo que nos rodea.
Practicar la generosidad
La generosidad es un distintivo del carácter de Dios, y como sus hijos, estamos llamados a proyectar su amor incondicional a través de nuestras acciones. En lugar de aferrarnos a nuestras posesiones con egoísmo, debemos adoptar una mentalidad de abundancia y ser sensibles a la realidad de aquellos que atraviesan necesidad.
La generosidad no solo beneficia a quienes reciben, sino que también enriquece nuestras propias vidas al recordarnos la verdadera fuente de nuestra prosperidad: el Señor mismo. Busquemos activamente oportunidades para contribuir al bienestar de los demás, ya sea a través de donaciones, actos de servicio o simplemente brindando apoyo emocional y espiritual a quienes lo necesitan.
Invertir en el Reino de Dios
Más allá de las inversiones terrenales, los empresarios cristianos tienen la oportunidad única de invertir en el Reino de Dios y su obra redentora en el mundo. Esto puede manifestarse de diversas formas, desde apoyar ministerios y organizaciones que promueven la justicia social y el evangelismo, hasta utilizar nuestros recursos y habilidades para impactar positivamente en nuestras comunidades locales y globales.
Al elegir dónde depositar mi tesoro, revelo dónde está residiendo mi corazón
Recordemos que nuestras acciones en la tierra tienen repercusiones eternas, y que cada acto de bondad y compasión contribuye a la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra. Mantengamos nuestros ojos puestos en el tesoro eterno que nos espera en el cielo, y vivamos con la confianza de que nuestras inversiones en el Reino de Dios nunca serán en vano.En conclusión, la enseñanza de Jesús en Mateo 6:19-21 nos llama a una reflexión profunda sobre nuestras prioridades y valores como empresarios cristianos. Al elegir dónde depositar nuestro tesoro, también estamos revelando dónde reside nuestro corazón. Desde LEC os animamos a que cada una de vuestras decisiones financieras refleje vuestro compromiso con el Reino de Dios y su justicia eterna, y que vuestra actividad empresarial sea un testimonio vivo del amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - ¿Dónde está tu verdadero tesoro?