La reducción de la jornada laboral ¿servirá para los propósitos para los que fue creada?

Siendo muy llamativa la promesa de reducir la jornada, tenemos que intentar predecir si será útil o no para lograr los efectos deseados.

07 DE FEBRERO DE 2024
09:20 CET
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Imagen de Parker Bird en Unsplash.

Una de las promesas del gobierno de coalición en España es la de reducir la jornada laboral de las 40 horas semanales a las 37 horas y media. Siendo muy llamativa la promesa tenemos que intentar predecir si será útil o no para producir los efectos deseados.

Los argumentos que habitualmente se ofrecen para reducir la jornada laboral son dos:

  • Repartir el trabajo entre más trabajadores. Si no hay trabajo para todos, repartamos el que hay. Es decir, que debería producir creación de puestos de trabajo.
  • Conciliación laboral y familiar para una vida más próspera.

La duda estriba en si esta medida es la adecuada para generar estos efectos. El único ejemplo reciente que tenemos es el caso de Francia, donde desde el 1 de enero del año 2000 la jornada laboral es de 35 horas. ¿Cuáles han sido los efectos de esta medida en el país vecino? En Francia la creación de empleo ha sido mucho más modesta que lo que se calculaba. La previsión era la creación de más de dos millones de puestos de trabajo, pero la realidad apunta a que no son más de 350.000 los nuevos puestos de trabajo. Ni siquiera se sabe si todos estos nuevos puestos de trabajo son imputables a la reducción de la jornada, ya que junto a la reducción de jornada se aprobó una reducción de las cotizaciones de la parte que paga la empresa a la Seguridad Social y podría ser que sea esta segunda reducción la que incentivó la creación de empleo.

En cuanto a la conciliación familiar, los efectos han sido diversos. En sectores como la función pública, sí se ha conseguido que las 5 horas repercutieran en más tiempo libre, mientras que, en otros sectores, como las cajeras de supermercado, lo habitual es que tengan una mañana libre a la semana (que es el horario con menos carga de trabajo y es el horario en el que los hijos están en la escuela), mientras siguen trabajando hasta las 9 o las 10 de la noche con lo que no se mejora en nada la conciliación familiar. En muchos casos, se han concentrado las horas en unos días más de vacaciones al año, que en estos momentos se calcula que son unos 9 días más de vacaciones. Podríamos decir que los efectos de la reducción de la jornada en Francia han sido más bien modestos.

Los efectos de la reducción de jornada laboral en Francia han sido modestos

Incluso pensando en el rédito electoral que puede darle al gobierno la aprobación de esta medida, podría ser que fuera poco o nada. Yendo, otra vez, al ejemplo francés, el primer ministro que aprobó la medida (Lionel Jospin) se presentó a las siguientes elecciones presidenciales y, por primera vez en muchos años, el Partido Socialista ni siquiera pasó a la segunda ronda, que acabó siendo disputada entre la derecha y la ultraderecha.

Un artículo reciente en Cinco Días se titulaba: “Ahora, la reducción de jornada; y combatir el absentismo, ¿para cuándo?” De alguna manera, existe la sensación de que el gobierno está más interesado en la reducción de la jornada que en atajar un problema que casi llega al 7% de las jornadas laborales pactadas. ¿Puede tener algún efecto la reducción de jornada en una reducción del absentismo? Mi sensación personal es que va a afectar poco al absentismo. No me parece que el absentismo tenga su base en la duración de las jornadas de trabajo, sino en la desmotivación de los trabajadores, ligada a una posible tendencia al abuso de los trabajadores en ciertos sectores con salarios bajos, precariedad, estilos de mando poco dialogantes, pobre comunicación, agotamiento, etc. Por supuesto que también existe la falta de responsabilidad por parte de un número importante de trabajadores. Sin embargo, creo que está más ligado a que en nuestro mercado de trabajo se tiende a contratar menos personal del necesario y a forzar a los trabajadores a realizar más tareas de las que pueden razonablemente asumir. Cuando las bajas laborales no se cubren y el trabajo se divide entre los que siguen asistiendo puntual y responsablemente, se está poniendo las bases de un alto absentismo. En esta política de contratación hay dos perjudicados, el trabajador explotado y el cliente olvidado, y esto debería importarle a la empresa.

Ha hecho más por la conciliación la pandemia que las leyes que se han aprobado

Me parece que ha hecho más por la conciliación la pandemia de la Covid que las leyes aprobadas en el país. La pandemia nos convenció de que hay muchos trabajos en los que no es imprescindible desplazarnos a un lugar de trabajo lejos de donde ocurre la vida familiar. Obviamente, esto no es posible en todos los sectores. Hay sectores de necesaria presencialidad como hostelería, educación infantil y primaria, recogida de residuos, muchas de las profesiones del ámbito sanitario, etc. Pero hay otros sectores que permiten una presencialidad híbrida, con algunos días en casa y algunos días en la oficina.

Conciliar implica que la empresa pase de valorar las horas de las que dispone del trabajador a valorar los resultados que este produce. No todos los trabajadores tienen el mismo ritmo de trabajo, pero si damos trabajo suficiente y permitimos que el trabajador reparta el tiempo a su conveniencia, se puede conseguir una mayor implicación, felicidad, identificación del trabajador con su tarea, etc. La empresa debe pagar más por el resultado del trabajador que por el tiempo del trabajador, y eso exige un cambio de mentalidad tanto en el empresario como en el trabajador. En este sentido la reducción de la jornada de trabajo es solo una de las distintas posibilidades para conseguir mejor conciliación familiar.

En España, tenemos un problema de cosmovisión: se sigue pensando en el trabajo como un castigo

Hay un problema de fondo, un problema de la cosmovisión del trabajo en la sociedad española. Una gran parte de los trabajadores alimenta el sueño del milagro laico, que consiste en que les toque la lotería y así dejar de trabajar. Esto procede de una visión errónea y negativa del trabajo. Sigue siendo común en nuestro país pensar en el trabajo como en un castigo de Dios. Algo de lo que huir; cuanto menos se tenga, mejor.

En el otro extremo, hay quien obtiene su valor como persona de su trabajo. El trabajo les da identidad y propósito. El trabajo acaba siendo un ídolo al que adorar y que a cambio nos exige sacrificar en su altar nuestra vida familiar y otros propósitos más allá del trabajo. Ésta es otra forma de ver el trabajo que tampoco tiene su fundamento en Dios. Nosotros somos más que nuestro trabajo, más que nuestros éxitos y fracasos profesionales. Si nuestros logros nos dan identidad estamos en grave riesgo. Algún día el desempleo o la jubilación nos desnudarán de esta identidad conseguida a través de nuestro trabajo. El trabajo no existe para ser idolatrado, ni despreciado.

El trabajo es una gran herramienta para servir a los propósitos de Dios. Incluso estando afectado por el mal, el trabajo sigue siendo bueno en sí mismo. Es la manera en la que conseguimos hacer habitable un planeta afectado por el mal y la decadencia. Es una manera de colaborar con los propósitos de Dios. Puede ser una forma de acercar objetivos del Reino y de transformar la sociedad para bien. Por ello, la reducción del tiempo de trabajo no debe ser el objetivo primario, sino conseguir unos horarios y unas condiciones de trabajo que nos permitan florecer como personas y servir con nuestro trabajo a los demás, a la sociedad. Puede que lo ideal sea esta división del día en 3 períodos de 8 horas: 8 horas para dormir, 8 horas para trabajar y 8 horas para cuidar de los demás y de nosotros mismos.

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