Excelencia
Amar al prójimo significa no solo no engañarle, sino hacer todo lo posible para ayudarle.
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Según el diccionario de la lengua española la excelencia es la superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo.
En el entorno empresarial se refiere, por decirlo de manera simple, a hacer las cosas mejor de lo que el otro (cliente, proveedor, empleado) espera.
Si no haces las cosas bien seguramente conseguirás que tu empresa empiece a tener problemas. La competencia es muy dura en todos los sectores y los clientes pagan para que las cosas se hagan bien.
¿Cómo se diferencia una gasolinera de otra? Por la cercanía a tus lugares de paso y por precio, no hay servicio (salvo raras excepciones), por lo que la excelencia sería que la gasolinera esté limpia, bien iluminada, sea un entorno seguro y el proceso de compra sea fácil e intuitivo.
Pero la mayoría de las veces la excelencia está en las personas. Cuántas veces hemos comido bien en un restaurante, pero hemos estado “mal atendidos”, sin excelencia y nos quedamos con una mala sensación.
Pues bien, para llegar a esta excelencia el management nos sugiere una serie de metodologías, criterios, evaluaciones y auditorías que pueden medir objetivamente lo que estamos haciendo.
Tenemos que tener una orientación a los resultados de manera que satisfagan a todos los estamentos vinculados a la organización y una orientación a los clientes que son nuestro principal objetivo porque necesitamos que nos sigan comprando.
Esto se consigue con un buen liderazgo y los procesos adecuados.
Ser seguidor de Cristo hace que tenga una visión diferente del mundo, que a lo largo de los años he ido impregnando a mi equipo.
La realidad es que es muy difícil llegar a la excelencia, y si la tenemos que obtener por un proceso examinador, además de difícil, es engorrosa.Al final la excelencia es una carga de obligado cumplimiento y que llevamos con resignación.
Pero hay otra manera de verlo, y por lo menos desde mi punto de vista, he intentado inspirar a mi equipo en esta perspectiva.
“Trabajamos con excelencia porque queremos, no porque nada ni nadie nos obliga”
Ser cristiano, seguidor de Cristo, hace que tenga una visión diferente del mundo, una visión que a lo largo de los años he ido impregnando a mi equipo. Amar al prójimo significa no solo no engañarle, sino hacer todo lo posible para ayudarle.
Queremos que nuestros clientes estén contentos con nuestro servicio, que sepan que cuando nos equivocamos lo reconocemos y pedimos perdón, que vamos más allá de lo que el contrato que tenemos firmado con ellos nos exige.
Que cobramos lo que es justo.
Que no estamos enfrente, estamos a su lado.
Que en la empresa somos un equipo donde nos apoyamos unos a otros, que los que saben más enseñan a los que empiezan, que entendemos que tienen familia y tienen que hacer compatible su trabajo con ella. Que el salario es digno.
Que respetamos el medio ambiente, que cumplimos la legislación vigente (aunque a veces nos parezca absurda o inútil).
¿Una utopía? No, una manera diferente de ver el mundo.
Hace un par de años, a punto de firmar un contrato con un cliente me pidió una cláusula extra, lo cual me extrañó. Me pidió que incluyera una cláusula para que si me vendía, la empresa tuviera tres meses para decidir si quería continuar con la nueva empresa. Firmaba el contrato por confianza en mí y en mi equipo.
El contrato se firmó con esta cláusula, que está vigente hasta hoy.
Y otros clientes después también nos han pedido incluirla.
Esta es la consecuencia de la verdadera excelencia porque ser seguidor de Cristo no es algo teórico, es algo práctico y que tiene consecuencias.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Excelencia