Ajedrez con reyes y profetas
Reyes: poder legal instituido. Profetas: portavoces que pretenden anunciar la verdad. Reyes y profetas establecían la realidad en permanente equilibrio en la vida pública del antiguo Israel. Hoy en día, ese equilibrio inestable sigue produciéndose en todo el mundo entre quienes gobiernan y los medios de comunicación, tanto en la sociedad “secular” como en el propio cristianismo.
12 DE MARZO DE 2007 · 23:00
Dios prefería que no hubiese monarquía en Israel, pero el pueblo lo pidió… y la tuvieron. Hubo malos reyes (muchos) y buenos reyes (pocos), entendiendo que el concepto de bueno y malo se establecía con el baremo de su relación con Dios y su disposición a buscarle de corazón y –en consecuencia- a obedecerle en su mandato en los aspectos prácticos materiales y espirituales.
Curiosamente, no había buenos y malos profetas; sino profetas falsos y verdaderos. Un profeta que habla realmente en nombre de Dios no puede ser malo ni bueno, simplemente expresa una verdad. De la misma forma que –a la inversa- no hay reyes falsos y verdaderos: el rey siempre es rey verdadero porque es elegido legítimamente (otra cosa –como hemos dicho- es su bondad o maldad, según el criterio de Dios).
Y puesto ya el tablero de ajedrez con sus piezas, tenemos diferentes estrategias, enroques y formas de moverse en las casillas claras y oscuras de la vida.
Así, lo ideal es que coexistan reyes buenos y profetas verdaderos (David y Natán, sin ir más lejos). Aunque muchas veces tenemos malos reyes con profetas verdaderos (Acab y Elías, por ejemplo); y otras buenos gobernantes con falsos profetas. Lo peor de lo peor, como es lógico, era cuando se producía el eclipse total: un mal rey con un falso profeta.
Hoy en día, en nuestra opinión, una aplicación posible es que los reyes son las instituciones legales y los profetas los medios de comunicación. Buenas y malas instituciones, y medios de comunicación de la verdad o de lo falso.
Y aquí estamos. Representantes legítimos (reconocidos por Dios si hablamos del aspecto espiritual o religioso) y proclamadores de la verdad (de Jesús en el caso de los medios cristianos). Todos responsables y todos expuestos al acierto y al error. Ninguno con el derecho a asumir la razón, sino a defender sus razones. Sin que nadie posea el monopolio moral de ser representantes (aún menos de Dios), y a la vez con el deber de ejercer nuestro papel no sólo honradamente, sino con acierto (como un médico: no basta ser honrado, sino que debe también acertar. Son cuestiones de vida o muerte).
Lo que nadie puede ni debe considerar es que por el simple hecho de ser institución o medio de comunicación tiene asegurada ninguna representatividad moral (incluso aunque la tenga legal). Esa representatividad se gana. Siendo bueno y no malo; verdadero y no falso.
La misión de todos es dar jaque mate al mal, a la mentira, a la insolidaridad, al materialismo interesado, al relativismo, a la demagogia.
Lo importante no es el final de la partida (esa está ganada hace mucho, en una jugada maestra a tumba vacía –aunque le pese a Cameron-). Lo importante es cómo cada uno de nosotros, instituciones y medios de comunicación, desarrollamos nuestro papel. Y el nuestro es muy evidente. Está aquí, lleno de letras e imágenes cada semana, cada número. Con el deseo y la meta de ser verdaderos (que no perfectos) por encima de todo.
MULTIMEDIA
Puede escuchar la entrevista completa de Daniel Oval a Pedro Tarquis, director de Protestante Digital, titulada "Areópago digital: mucho más de medio millón de páginas vistas al mes" (audio, 5 Mb) AQUÍ
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Ajedrez con reyes y profetas
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