Leopoldo Panero (siglo XX)

“Hallado y perdido a cada instante, está el nombre de Dios en la poesía de todo poeta auténtico. Y así en la de Leopoldo Panero”, escribía Dámaso Alonso.

10 DE FEBRERO DE 2023 · 10:00

Monumento a Leopoldo Panero en el jardín de su casa-museo, en Astorga. / Nicolás Pérez, Wikimedia Commons.,
Monumento a Leopoldo Panero en el jardín de su casa-museo, en Astorga. / Nicolás Pérez, Wikimedia Commons.

El poeta Leopoldo Panero, hermano del también poeta Juan Panero, un año mayor que él, nació en Astorga, León, el 19 de octubre 1909. Con 11 años se trasladó a San Sebastián para ingresar en el Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Terminó el bachillerato en León. En Valladolid cursó la carrera de Derecho. En Madrid conoció a importantes poetas de la época. En la Universidad inglesa de Cambridge amplió estudios de literatura. De regreso a España da a conocer sus poemas en revistas y periódicos. En 1949 aparece su libro Escrito a cada instante, que le sitúa entre los primeros poetas españoles de su generación. A Germán Bleiberg le parece que sus poemas “se distinguen por una armonía muy equilibrada entre el concepto y la eficacia lírica; acentúa la tendencia de una poesía íntima”. El Canto General de Neruda le inspira en 1953 El Canto Personal, al que pone prólogo Dionisio Ridruejo.

Panero fue agregado cultural de la Embajada Española en Londres y Director del Instituto Español de la misma ciudad entre 1945 y 1947. Con otros poetas amigos fundó la revista Escorial, que según Bleiberg “sentaría las bases de lo que sería la poesía española de la postguerra”. De regreso de un viaje a América presidiendo una misión de poetas españoles fundó en Madrid otra revista, El Correo Literario.

La muerte le sorprendió el 27 de agosto de 1962 en su finca de Astorga.

En Poetas Españoles Contemporáneos escribe Dámaso Alonso: “Hallado y perdido a cada instante, está el nombre de Dios en la poesía de todo poeta auténtico. Y así en la de Leopoldo Panero”.

Amor en sombras

Tras el temblor opaco de las 

lágrimas no estoy yo solo.

Tras el profundo velo de mi sangre 

no estoy yo solo.

Tras la primera música del día

no estoy yo solo

Tras la postrera luz de las montañas 

no estoy yo solo.

Tras el augurio helado del espejo 

no estoy yo solo.

 

No estoy yo solo. Me acompaña en vela 

la pura eternidad de cuanto amo.

La nada se enmascara y me enmascara 

entre las piedras de mi casa en ruinas·. 

Pero no estoy yo solo. Dulcemente

la muerte me desborda y siento dentro

su dormido estupor, su vasta urdimbre, 

su infantil destejer, su lenta noche.

Y es obra noble de mis manos este 

rincón de vanidad.

Señor, avienta

las horas, los minutos, los segundos, 

las ruinas milagrosas de mi infancia.

No podrás deshacer mi amor en sombras. 

No podrás desatarme de Ti mismo.

No estoy solo, Señor.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dios en la poesía religiosa española - Leopoldo Panero (siglo XX)