Juan Ramón Jiménez (Siglos XIX y XX)

"¡Gracias, Señor! ¡Ya sé que estás en todas partes! Horas de luz serán las mías, todas llenas de la ilusión de Ti",escribió el Nobel de Literatura de 1956.

24 DE JUNIO DE 2022 · 18:00

Juan Ramón Jiménez. / Wikimedia Commons.,
Juan Ramón Jiménez. / Wikimedia Commons.

En su libro Autobiografía, dice Juan Ramón Jiménez: “Nací en Moguer, Andalucía, la noche de Navidad de 1881”.

A los 10 años ingresó en un colegio de jesuitas en el Puerto de Santa María. Allí estudió el Bachillerato hasta 1896. Ese mismo año el poeta se trasladó a Sevilla, en cuya Universidad estudió Derecho. Por entonces ya cultivaba la poesía, la pintura y el periodismo.

De Sevilla el poeta viaja a Madrid. Lee mucho, escribe poesía y realiza un viaje por el sudeste de Francia. Cumplidos 24 años regresa Moguer, donde permanece siete años, dedicado a la meditación y a la creación.

En 1912 vuelve a Madrid y realiza estudios en la famosa Institución Libre de Enseñanza, de la que dice: “Fue el verdadero hogar de esa fina superioridad intelectual y espiritual que yo promulgo”.

En Madrid publica su celebrado libro Platero y yo.

El 2 de marzo de 1916 contrae matrimonio en Nueva York con la bella Zenobia Campubrí, por cuyas venas corría sangre india.

Al estallar la guerra incivil de 1936 el matrimonio reside primero en Cuba, luego en Estados Unidos, Argentina y finalmente en Puerto Rico. Allí imparte clases en la Universidad de San Juan, corrige su obra anterior y produce nuevos poemas. En 1956 se le concede el Premio Nobel de Literatura. Zenobia nunca se enteró, se hallaba agonizante a consecuencia de un cáncer. El 29 de mayo de 1958 moría Juan Ramón en Puerto Rico. Para García Lorca fue el “cónsul general de la poesía”.

Oigo tu voz

(¡Señor, no te veía!)

Estos mismos colores, esta loca

brisa menuda, todo este paisaje

cotidiano eras Tú, Señor, y ahora

¡qué claro me parece

lo que ayer era sombra!

 

¡Gracias, Señor! ¡Ya sé que estás

en todas partes! Horas

de luz serán las mías, todas llenas

de la ilusión de Ti. ¡Te irás, mas toda

mi vida será un salmo de oro

a Ti, que sé que estás, que puedes

estar en cada cosa!

 

Oigo, Señor, tu voz;

es tu voz…que me llama….

desde muy lejos, con el viento largo

viene sobre planicies y montañas

a colmarme de sones inmortales

el silencio del alma.

 

¡Y cómo suena aquí,

en mis mismas entrañas!

 

Señor, háblame así,

no te canses, mis ansias

de oírte son tan largas cual si el viento

tornase desde mi alma hasta tu alma.

¡Háblame más, Señor,

A ver si tus palabras

me abren -llaves de oro- poco a poco

la eternidad soñada!

 

¡No me dejes de hablar un solo instante;

sea tu voz sostén para mi alma!

 

Parece que tu voz

en el viento que pasa

coge de cada ser el más profundo

sentido; parece que la llama

le da calor, olor la rosa,

cristalidad el agua….

Que todo, con tu voz, entre en mi vida

a ver si, hablando, a la luz clara

de tu voz, yo descifro

el enigma infinito que ella guarda.

 

¿Oyes, Señor, mi voz?

-siendo tan débil Tú la oirás, Señor-

¡es mi voz que te llama!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dios en la poesía religiosa española - Juan Ramón Jiménez (Siglos XIX y XX)