Fernando de Herrera (siglo XVI)

Fue beneficiado de la parroquia de San Andrés, pero nunca llegó a ordenarse sacerdote, si bien se enfrascó en el estudio de la Biblia.

04 DE FEBRERO DE 2022 · 09:30

Detalle de un retrato de Fernando de Herrera por Francisco Pacheco. / <a target="_blank" href="http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/registro.cmd?id=1040827">Biblioteca Fundación Lázaro Galdiano</a>, Wikimedia Commons.,
Detalle de un retrato de Fernando de Herrera por Francisco Pacheco. / Biblioteca Fundación Lázaro Galdiano, Wikimedia Commons.

En este poeta se han centrado todas las características de la escuela sevillana. Allí nació, en Sevilla, el año 1534. 

Herrera fue beneficiado de la parroquia de san Andrés, pero nunca llegó a ordenarse sacerdote, si bien se enfrascó en el estudio de la Biblia. Se sabe poco de su vida, pero según testimonios de la época fue hombre virtuoso. Francisco Pacheco dice de Herrera que “nunca trató de vidas ajenas ni se halló donde se tratase de ellas; fue modesto y cortés con todos, pero enemigo de lisonjas”. Por su parte, Gil de Zárate dice de Herrera que fue el primero que “había enseñado a sacar del verso endecasílabo todo el partido de que es susceptible”. Sus amigos le apodaban “el poeta” y otros le llamaban “el divino”. Murió en 1597, contaba 63 años.

 

Dios glorificado

Cantemos al Señor, que en la llanura

venció del ancho mar al Trace fiero;

tú, Dios de las batallas, tú eres diestra,

salud y gloria nuestra.

Tú rompiste las fuerzas y la dura

frente de Faraón, feroz guerrero;

sus escogidos príncipes cubrieron

los abismos del mar, y descendieron,

cual piedra, en el profundo, y tu ira luego

los tragó, como arista seca el fuego.

 

El soberbio tirano, confiado

en el grande aparato de sus naves,

que de los nuestros la cerviz cautiva

y las manos aviva

al ministerio injusto de su estado,

derribó con los brazos suyos graves

los cedros más excelsos de la cima

y el árbol que más yerto se sublima,

bebiendo ajenas aguas y atrevido

pisando el bando nuestro y defendido.

 

Temblaron los pequeños, confundidos

del impio furor suyo; alzó la frente

contra tí, Señor Dios, y con semblante

y con pecho arrogante,

y los armados brazos extendidos,

movió el airado cuello aquel potente;

cercó su corazón de ardiente saña

contra las dos Hesperias, que el mar baña,

porque en ti confiadas le resisten

y de armas de tu fe y amor se visten.

Dijo aquel insolente y desdeñoso:

«¿No conocen mis iras estas tierras,

y de mis padres los ilustres hechos,

o valieron sus pechos

contra ellos con el húngaro medroso,

y de Dalmacia y Rodas en las guerras?

¿Quién las pudo librar? ¿Quién de sus manos

pudo salvar los de Austria y los germanos?

¿Podrá su Dios, podrá por suerte ahora

guardarlos de mi diestra vencedora?”.

 

Tú, Señor, que no sufres que tu gloria

usurpe quien su fuerza osado estima,

prevaleciendo en vanidad y en ira,

este soberbio mira,

que tus aras afea en su victoria.

No dejes que los tuyos así oprima,

y en su cuerpo, crüel, las fieras cebe,

y en su esparcida sangre el odio pruebe;

que hecho-ya su oprobio, dice: «¿Dónde

el Dios de éstos está? ¿De quién se esconde?»

 

Por la debida gloria de tu nombre,

por la justa venganza de tu gente,

por aquel de los míseros gemido,

vuelve el brazo tendido

contra éste, que aborrece ya ser hombre;

y las honras que celas tú consiente;

y tres y cuatro veces el castigo

esfuerza con rigor a tu enemigo,

y la injuria a tu nombre cometida

sea el hierro contrario de su vida.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dios en la poesía religiosa española - Fernando de Herrera (siglo XVI)