El fin del paradigma tridentino (o ¿hacia dónde va la Iglesia Católica Romana?)

Ni el paradigma tridentino ni los diversos caminos sinodales queridos por el Papa Francisco indican un giro evangélico en la Iglesia de Roma.

  · Traducido por Rosa Gubianas

18 DE DICIEMBRE DE 2022 · 20:00

Representación pictórica del Concilio de Trento. / Wikimedia Commons.,
Representación pictórica del Concilio de Trento. / Wikimedia Commons.

Fue el historiador Paolo Prodi (1932-2016) quien acuñó la expresión “Paradigma Tridentino” para indicar el conjunto de señas de identidad surgidas del Concilio de Trento (1545-1563) y que dieron forma a la Iglesia católica durante siglos, al menos hasta la segunda mitad del siglo XX. En uno de sus libros más famosos, Il paradigma tridentino (2010), Prodi exploró la autocomprensión de la Iglesia institucional de Roma que, a raíz y en respuesta a la “amenaza” de la Reforma protestante, cerró filas jerárquicas y piramidales hasta la primacía del Papa. La Iglesia consolidó su sistema sacramental, reglamentó la Iglesia con rigurosas formas canónicas y territorios parroquiales y disciplinó las devociones populares y el control de las conciencias. Relanzó su misión para contrarrestar la expansión de la Reforma y anticiparse a los estados protestantes en un intento de llegar primero a los países aún no “evangelizados”. Promovió modelos de santidad para implicar emocionalmente a los laicos e inspiró a los  artistas para celebrar de forma memorable la nueva vitalidad de la Iglesia de Roma.

El paradigma tridentino produjo el Catecismo Romano de Pío V (1566) como síntesis dogmática de la fe católica a la que los católicos debían atenerse escrupulosamente, la controvertida teología de Roberto Belarmino para apoyar la acción apologética anti-protestante y las grandes creaciones barrocas de Gian Lorenzo Bernini (como la majestuosa columnata de San Pedro) para representar a la Iglesia como vencedora de sus adversarios y nueva mecenas de artistas e intelectuales.

El paradigma tridentino ha resistido el desafío de la Reforma Protestante y otros más. Con el mismo paradigma, Roma se enfrentó también a un segundo empuje procedente del mundo moderno: el de la Ilustración (en el aspecto cultural) y la Revolución Francesa (en el aspecto político) entre los siglos XVIII y XIX. Con el mismo conjunto de marcadores institucionales, sacramentales y jerárquicos surgidos del Concilio de Trento, Roma se defendió del ataque de la modernidad y contraatacó. Con los dogmas de la inmaculada concepción de María (1854) y de la infalibilidad papal (1870), hijos del paradigma tridentino, Roma elevó la mariología y el papado a señas de identidad del catolicismo romano moderno. Con el Syllabus of Errors de Pío IX (1864), Roma condenó al mundo moderno, al igual que el Concilio de Trento había anatematizado a los protestantes. Con la encíclica Aeterni Patris (1879), León XIII elevó el tomismo a sistema de pensamiento católico contra todas las derivas de la cultura moderna.

El paradigma tridentino exaltaba a la Iglesia de Roma y condenaba a sus enemigos. Establecía quién estaba dentro y quién fuera. Definió la doctrina católica romana y rechazó las herejías “protestantes” y “modernistas”. Solidificó la enseñanza católica romana y consolidó las prácticas. Autorizó formas controladas de pluralismo, pero dentro de la estructura compacta de la organización central. Según el paradigma tridentino, estaba claro quiénes eran los católicos, en qué creían, cómo debían comportarse y cómo funcionaba la Iglesia.

Entonces, el mundo cambió y el catolicismo romano cambió con él. El paradigma tridentino se erosionó gradualmente con el Concilio Vaticano II (1962-1965), no de forma frontal y directa, sino siguiendo el camino de “desarrollo” y “aggiornamento” que promovió el Vaticano II. Por supuesto, Roma no da ningún giro de 180 grados ni se desvía bruscamente. Trento sigue ahí, y las estructuras dogmáticas e institucionales del paradigma tridentino siguen en pie. La Iglesia católica romana ha empezado a ver sus límites, deseando superarlos adoptando una nueva postura en el mundo. Aunque Pablo VI vio enseguida los riesgos de abandonarlo, Juan Pablo II intentó hacer elástico el paradigma tridentino extendiéndolo a la Iglesia universal. Benedicto XVI acuñó la expresión “reforma en la continuidad” para tratar de explicar la dinámica católica de cambio sin ruptura con el pasado.

El Papa que parece percibir el paradigma tridentino en términos negativos es el Papa Francisco. Sus invectivas contra el “clericalismo” se dirigen contra las personas y las prácticas católicas romanas alimentadas por el espíritu tridentino. Las distinciones típicas del mismo se vuelven fluidas y se disuelven progresivamente: clero/laicado, hombre/mujer, católico/no católico, heterosexual/homosexual, casado/divorciado, etc. Si el paradigma tridentino distinguía y seleccionaba cosas y personas, Francisco quiere unir todo y a todos. El primer paradigma separaba el catolicismo romano del resto; este papa quiere mezclarlo todo. El primero trabajaba con el par blanco/negro, dentro/fuera, fiel/infiel. Francisco ve el mundo en diferentes tonos de gris y acoge a todos en el “hospital de campaña” que es la Iglesia.

La Iglesia “sinodal” querida por Francisco parece dar un vuelco a la estructura piramidal tradicional. La dirección de la Iglesia la determina el “pueblo santo de Dios”, formado por emigrantes, marginados, pobres, laicos y personas en situación de vida irregular. Antes había herejes, paganos y excomulgados, ahora somos “todos hermanos”. Ya no es el centro el que impulsa sino las periferias. No es el pecado, el juicio y la salvación lo que ocupa el discurso de la iglesia, sino que su mensaje toca hoy temas como la paz, los derechos humanos y el medio ambiente. La Iglesia ya no quiere presentarse como “magistra” (maestra) sino como “mater” (madre).

Con sus llamamientos a la extensión del sacerdocio a las mujeres y a la bendición de las parejas del mismo sexo, el “camino sinodal” alemán está golpeando eficazmente el paradigma tridentino. Los primeros resultados del “proceso sinodal” en las diócesis europeas son ataques al paradigma tridentino. Es cierto que hay círculos conservadores (en EE.UU. en particular) que reivindican el paradigma tridentino y querrían revivirlo. Sin embargo, la cuestión es que el catolicismo romano a nivel mundial se encuentra en una encrucijada. ¿Ha llegado el paradigma tridentino al final de su camino? Si es así, ¿cuál será el rostro del catolicismo romano en el futuro? Ni el paradigma tridentino ni los diversos caminos sinodales queridos por el Papa Francisco indican un giro evangélico en la Iglesia de Roma. La Iglesia de Roma estaba y sigue estando alejada de las pretensiones del Evangelio bíblico.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde Roma - El fin del paradigma tridentino (o ¿hacia dónde va la Iglesia Católica Romana?)