“Totus tuus” (a María). El legado pendiente de Juan Pablo II cien años después de su nacimiento

La devoción mariana fue un rasgo característico de la vida de Wojtyla.

  · Traducido por Rosa Gubianas

21 DE JUNIO DE 2020 · 14:00

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Karol Wojtyla (1920-2005), desde 1978 más conocido como el Papa Juan Pablo II, ha sido uno de los hombres más influyentes del siglo XX. El centenario de su nacimiento es una oportunidad útil para reflexionar sobre su legado. Una rápida mirada a los títulos de las biografías sobre él muestra la magnitud del hombre: The Man of the End of the Millenium (El hombre del fin del milenio, L. Accattoli), Witness to Hope (Testigo de esperanza, G. Weigel), The Man of the Century (El hombre del siglo, J. Kwitny), Pilgrim of the Absolute (Peregrino del Absoluto, G. Reale), The Defeater of Comunism (El vencedor del comunismo, A. Santini). Como siempre ocurre con los análisis humanos de las biografías de las personas célebres, abundan las voces halagadoras y las lecturas críticas, especialmente de los sectores progresistas de la Iglesia Católica Romana y de los analistas de izquierda. Otros títulos señalan los aspectos controvertidos de su vida: Victory and Decline (Victoria y decadencia, C. Cardia), The Pope in Winter: The Dark face of John Paul II’s Papacy (El Papa en invierno: la cara oscura del papado de Juan Pablo II, J. Cornwell), The Wojtyla Enigma (El enigma de Wojtyla, J. Arias), The Last Pope King [El último papa rey, L. Sandri).

Su vida estuvo en el centro de los principales asuntos del siglo XX: la tragedia del nazismo y el trauma de la Segunda Guerra Mundial, la cúspide y la caída del comunismo, el Concilio Vaticano II y su debatida implementación, el aparente triunfo de la democracia occidental y los costos opresivos de la globalización para el mundo mayoritario, la fractura de las ideologías y el ascenso del hedonismo secular. Wojtyla desempeñó un papel importante en todos estos grandes acontecimientos.

Sus partidarios han aclamado sus logros en cuanto a la gestión, la supervivencia y la superación de las peligrosas corrientes de nuestro mundo postmoderno. Los críticos han señalado la doble cara, la trayectoria contradictoria de su vida y su visión católica muy atrasada.

¿Cómo evaluamos el legado de Juan Pablo II? Debido a la estatura del hombre, la pregunta es abrumadora en todos los aspectos. Entre la gran cantidad de libros disponibles, una guía que vale la pena destacar en particular es el libro editado por Tim Perry, The Legacy of John Paul II: An Evangelical Assessment (El legado de Juan Pablo II: Una evaluación evangélica, 2007). El principal punto de interés es que es uno de los pocos intentos de proporcionar una evaluación desde un punto de vista evangélico. El libro da testimonio del hecho de que fue bajo Juan Pablo II que las actitudes evangélicas hacia el catolicismo romano comenzaron a cambiar y se volvieron amistosas, por no decir incluso cooperativas. Este Papa fue el que llamó a su Iglesia a comprometerse en la misión, animó el frente pro-vida, acogió algunas de las preocupaciones evangélicas relacionadas con la alfabetización bíblica y la variedad litúrgica, y parecía estar más cerca del mundo mayoritario que sus predecesores. También da testimonio del hecho de que algunos evangélicos de hoy en día hablan del Papa como ‘Santo Padre’ (por ejemplo, Timothy George, pp. 309-312), algo que no es bíblicamente natural. Además, al evaluar la teología general de sus 14 encíclicas, algunos evangélicos pueden decir que está “basada en la Biblia, enfocada en la humanidad, centrada en Cristo y en sintonía con la misión” (por ejemplo, J.I. Packer, pág. 8), algo que suena como un respaldo total.

Ciertamente ha habido un cambio de actitud significativo, y Juan Pablo II ha causado una gran impresión en muchos evangélicos. El libro editado por Perry contiene comentarios positivos sobre cada encíclica firmada por Wojtyla, y el tono es cercano a la admiración, con algunas críticas menores. Por supuesto, gran parte es un resumen justo de lo que el Papa escribió, si bien es selectivo en muchos sentidos. Por ejemplo, no se menciona que cada encíclica termina con una invocación a María, que no representa un patrón cristocéntrico y bíblico. Además, hay poco reconocimiento del hecho de que, además de la Biblia, las encíclicas papales citan fuentes de la tradición de la Iglesia aún más extensamente. La Biblia es sólo una fuente entre muchas, y aparentemente no la decisiva. En cuanto a los contenidos específicos, Fides et Ratio (Fe y Razón, 1998) combina la razón aristotélica y la fe tomista, una elección que deja fuera muchas vertientes bíblicas. Ecclesia de Eucharistia (La Iglesia de la Eucaristía, 2003) refuerza la doctrina tradicional católica romana sobre el carácter sacrificial de la Eucaristía, su recreación de la muerte de Jesús y la práctica de la adoración de la hostia. Ut Unum Sint (Ellos Son Uno, 1995) afirma que el Papa está dispuesto a cambiar las formas de su ministerio universal, pero no la sustancia de su oficio petrino que complementa la jefatura de Cristo sobre la iglesia. Redemptoris Mater (La Madre del Redentor, 1987) es un relato mariano de la historia de la salvación, que es algo que la Biblia no fomenta, ya que la Biblia quiere que la gente vea a Cristo (no a María) en toda la Escritura. La lista podría seguir y seguir. En general, parece que los escritores evangélicos de estos capítulos sólo quieren mirar el supuesto ‘terreno común’ que encuentran en los escritos de Juan Pablo II, y no pueden o no quieren ver lo que es contrario a las verdades básicas del evangelio, y mucho menos denunciarlo. Por lo tanto, el libro es informativo, pero de uso limitado para una evaluación evangélica del legado de Karol Wojtyla.

Un último punto debe ser elaborado con más detalle. La devoción mariana fue un rasgo característico de la vida de Juan Pablo II. Creía en los llamados secretos de Fátima, en los que María desempeñó un papel decisivo, desviando la bala cuando el terrorista Ali Agca disparó al Papa en 1981. Aparentemente, él creía en la providencia mariana, considerando a María como un actor principal en los asuntos mundiales, tanto terrenales como cósmicos, tanto materiales como espirituales. Por esta razón pudo dedicarle el planeta Tierra al comienzo del nuevo milenio, junto con la familia humana y el nuevo siglo, suplicando protección y guía todo el tiempo. Además, su lema personal era totus tuus, totalmente tuyo, con ‘tuyo’ refiriéndose a María.

Su legado es por lo tanto difícil de cuadrar con el enfoque cristocéntrico que algunos querrían ver en él. Juan Pablo II encarnó una mentalidad católico romana completa, aparentemente fuerte en cada aspecto de la identidad católico romana. Ha sido muy ‘romano’ y muy ‘católico’ al mismo tiempo.

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