Comprendiendo el Catolicismo Romano

En los años que han seguido al Concilio Vaticano II (1962-65), los evangélicos han mostrado un interés renovado por el catolicismo romano.

28 DE MAYO DE 2011 · 22:00

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A nivel internacional este interés ha conducido a una serie de reuniones sobre el tema de la Misión como “El Diálogo Católico Romano-Evangélico sobre la Misión 1977-1984”, y ha abierto el camino a un diálogo permanente entre La Comunión Evangélica Mundial y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos relativo a los temas de la Justificación, la Escritura y la Tradición (Venecia 1995) y la Iglesia (Jerusalén 1997). En 1986 la Comunión Evangélica Mundial también publicó un importante documento sobre el catolicismo titulado: “Una Perspectiva Evangélica del Catolicismo Romano”. En los Estados Unidos se han elaborado, asimismo, documentos polémicos, tales como “Evangélicos y Católicos Juntos” (1994) y “El Regalo de la Salvación” (1997). Hasta hace poco, podía decirse que la totalidad de la valoración evangélica del catolicismo era invariablemente crítica, pero esto ya no es así hoy en día. En muchas áreas hay claros signos de un cambio definitivo en la forma en que muchos evangélicos perciben a la Iglesia Católica. El entendimiento común ha dado paso a una comprensión que es menos segura y, a menudo, confusa. El siguiente documento tiene por objeto contribuir al entendimiento evangélico del catolicismo y sugerir los criterios que deberían seguirse relacionados con el mismo. NATURALEZA DEL CATOLICISMO ROMANO 1. El Catolicismo Romano es una realidad compleja y, por tanto, una opinión global del catolicismo debe tomar en consideración su doctrina, su cultura y sus instituciones. Se trata de una cosmovisión religiosa que ha sido promovida a través de la historia por la institución eclesiástica cuyo centro está en Roma. Aunque hay una considerable diversidad en sus formas de expresión, el catolicismo es una realidad básicamente unitaria cuyos dogmas fundamentales se pueden discernir. Cualquier análisis que no tenga en cuenta el hecho de que el catolicismo es un sistema, fracasará debido a un entendimiento superficial y fragmentado del fenómeno. 2. El punto de partida del catolicismo es la concepción tomista de la relación entre “la naturaleza” y “la gracia” en las cuales se introduce la idea de la Iglesia como la extensión de la Encarnación del Hijo de Dios. Ambos conceptos pueden presentarse de formas diversas y sutiles y con varias interpretaciones, pero en virtud del hecho de que forman el marco ideológico del catolicismo, siempre se encontrarán presentes. Esta orientación fundamental en sus presuposiciones explica la causa por la cual el catolicismo romano no tiene el sentido de la tragedia del pecado, tiende a fomentar un punto de vista optimista de las capacidades del hombre, contempla la salvación como un proceso en el que la naturaleza se hace más perfecta y justifica el papel de la Iglesia como una mediadora entre el hombre y Dios. 3. El objetivo global del catolicismo es la catolicidad. En la mentalidad católico romana, la catolicidad tiene que ver simultáneamente con la unidad y la totalidad. La premisa básica es que la multiplicidad debe llevar a la unidad. La iglesia es vista como una expresión, un garante y un gestor de la verdadera unidad. Siempre y cuando la estructura institucional que preserva esta unidad permanezca intacta, cada cosa puede y debe encontrar su lugar en alguna parte del reino del catolicismo. 4. Dada la presuposición fundamental y el principal objetivo del catolicismo, el método elegido para su realización es el de la integración (y-y). El catolicismo romano es maestro en incorporar varios elementos, dentro de su sistema, que no sólo son diferentes sino que además son contrarios e incluso puede que sean incompatibles. El criterio esencial no es la pureza evangélica o la autenticidad cristiana sino el de una inclusión progresiva, o sea, la inserción de lo particular en una perspectiva más amplia que elimina su especificidad y la disuelve para ponerla al servicio de la universalidad. ESTRATEGIA DETRÁS DEL CATOLICISMO ROMANO 5. En el panorama religioso de hoy en día es evidente que el catolicismo tiene un programa muy claro en su búsqueda de la catolicidad. Esto es particularmente perceptible en su estrategia ecuménica posterior al Concilio Vaticano II; han aprovechado todas las oportunidades que hicieran progresar esta causa. Los evidentes signos de voluntad para el diálogo y la disponibilidad para la interacción con los evangélicos parecían indicar que el objetivo final de la Iglesia Católica era en realidad la extensión de su propia síntesis, a fin de incluir los ideales evangélicos en sus propios horizontes. Sin embargo, esta maniobra no incluye únicamente a los evangélicos, sino que también se extiende a todas las religiones y a todas las entidades religiosas del mundo. 6. Una parte importante de esta estrategia ha sido la proclamación del año 2000 como un Año Santo, llamado indebidamente Año “Jubilar”. La Iglesia Católica ha hecho una inversión muy elevada y se ha preparado a conciencia para el inicio del nuevo milenio. El año 2000, como un Año Santo, es un acontecimiento que revela visiblemente la naturaleza multifacética del catolicismo contemporáneo. El “Jubileo” Vaticano demuestra claramente que las tendencias dominantes dentro del catolicismo son los objetivos, hoy y a corto plazo, de la dirección de la catolicidad. DIVERSIDAD EVANGÉLICA RESPECTO AL CATOLICISMO ROMANO 7. Para tratar de llegar a una mejor comprensión del catolicismo, los evangélicos deben examinar su propia identidad: un adecuado conocimiento del catolicismo implica también un adecuado conocimiento de la fe evangélica. Una clara posición en cuanto al primero requiere una clara posición con respecto a la última. 8. Aunque existen muchas diferencias entre el catolicismo y la fe evangélica, en varios niveles están todas interconectadas y en última instancia se derivan de una orientación básica radicalmente diferente. Es una diferencia que ni puede explicarse simplemente en términos culturales, históricos o psicológicos, ni procede de diferentes énfasis doctrinales que podrían, de alguna manera, ser complementarios. La diferencia está a nivel de las presuposiciones, y esto necesariamente determina e influye tanto en los objetivos como en los métodos de las dos confesiones. 9. El acuerdo doctrinal entre los católicos y los evangélicos, que se expresa en una adhesión común a los Credos y a los Concilios de los cinco siglos primeros, no es una base suficiente para declarar que hay un acuerdo acerca de los puntos elementales del Evangelio. Además, la evolución de la Iglesia Católica durante los siglos siguientes da lugar a la sospecha de que esta adhesión es más formal que sustancial. Esta observación también puede aplicarse a los acuerdos entre los evangélicos y los católicos en lo que se refiere a los temas sociales y éticos. Hay una semejanza en la perspectiva que tiene sus raíces en la Gracia Común y en la influencia que el cristianismo generalmente ha ejercido en el curso de la historia. Puesto que la teología y la ética no pueden separarse, no es posible decir, sin embargo, que hay un entendimiento ético común porque las teologías fundamentales son esencialmente diferentes. Como no hay un acuerdo básico sobre los fundamentos del Evangelio, incluso cuando pueda haber algunas similitudes en lo que a las cuestiones éticas se refiere, estas afinidades son más formales que sustanciales. 10. La enseñanza bíblica redescubierta durante la Reforma del siglo XVI en cuanto a los “sola, solus” como el punto crucial del Evangelio es una base que la mentalidad evangélica considera innegociable. La Escritura sola, Cristo solo, la Gracia sola, la Fe sola, solo a Dios sea la gloria, constituyen los criterios para el estudio del catolicismo y el principio hermenéutico que debería utilizarse al interpretar la dinámica de la Iglesia Católico Romana. Sobre la base de los “sola, solus”, la distancia que separa el catolicismo contemporáneo de la fe evangélica no es menor de lo que lo fue en el tiempo de la Reforma Protestante. En realidad, después del Primero y el Segundo Concilios Vaticanos, el catolicismo continúa añadiendo a las Escrituras la autoridad de la tradición y del magisterio; a Cristo le ha añadido la Iglesia como una extensión de la Encarnación; a la gracia le ha añadido la necesidad de los beneficios que se otorgan a través de los sacramentos de la iglesia; a la fe le ha añadido la necesidad de hacer buenas obras para obtener la salvación; a la adoración a Dios le ha añadido la veneración a un patrón de otras figuras que desvirtúan la adoración al único Dios verdadero. Cuando se compara con el catolicismo romano del tiempo de Trento, se observa que el contraste referente a los temas importantes es hoy mucho menos definido, pero no ha habido ningún cambio fundamental. La exclusividad de la fe evangélica sobre los elementos esenciales del Evangelio deben contemplarse como una alternativa a las propuestas católicas de un catolicidad que todo lo abarca. 11. La oleada actual de actividad dentro del catolicismo contemporáneo (el retorno a la Biblia, la renovación litúrgica, la valorización del laicado, el movimiento carismático, etc.) no indica, en sí misma, que haya esperanza de una renovación de la iglesia católica en un sentido evangélico. Solamente lo será a medida que estos avances produzcan cambios en los elementos estructurales que subyacen en la naturaleza del catolicismo, pero no ampliándolos aún más sino purificándolos a la luz de la Palabra de Dios, para que puedan tener una función verdaderamente reformadora. En el escenario de hoy en día, estos movimientos, si bien son interesantes, parece que fomentan más el proyecto de la catolicidad que el de la reforma. RELACIONES CON LOS CATÓLICOS ROMANOS 12. Lo que es verdad para la Iglesia Católica como una realidad institucional y doctrinal, no lo es necesariamente para los católicos como individuos. La gracia de Dios actúa en los hombres y las mujeres que, aunque puedan considerarse a sí mismos católicos, confían solo en Dios, y buscan desarrollar una relación personal con él, leer las Escrituras y llevar una vida cristiana. A estas personas, sin embargo, se las debe alentar a que piensen detenidamente si su fe es compatible con la membresía de la Iglesia Católica y ayudarlas a examinar en su pensamiento, de forma crítica, los elementos católicos residuales a la luz de la Palabra de Dios. 13. En el cumplimiento del mandato cultural pueden haber momentos de interacción, en los cuales existe una cooperación y una unidad de acción entre los evangélicos y los católicos, como de hecho también puede darse entre evangélicos y gente de otras orientaciones religiosas e ideologías. Cuando los valores comunes están en peligro en asuntos políticos, culturales, sociales y éticos, hay que incentivar maneras de combatir unidos. No obstante, estas necesarias e inevitables formas de cooperación no deben percibirse como iniciativas ecuménicas ni entenderse como si se tratara de la recuperación de un consenso doctrinal. 14. El cumplimiento del mandato misionero demanda que los misioneros procedan de la comunidad de creyentes que están unidos por una confesión de fe común con respecto a todos los aspectos fundamentales del Evangelio, especialmente en los puntos cruciales que se refieren a los cinco “sola, solus” de la Reforma.Eneste sentido, toda la actividad evangelizadora, ya sea en casa o en el extranjero, en la que haya una cooperación entre los católicos y los evangélicos, debe reexaminarse seriamente. En todas partes debe darse un testimonio fiel del Resucitado a todos los hombres y mujeres, sea cual sea su afiliación religiosa. 15. El catolicismo romano es una realidad que debe estudiarse y examinarse con seriedad. Las diferencias fundamentales que existen entre el catolicismo y la fe evangélica no son motivo para que los evangélicos ignoren los desarrollos internos del catolicismo, o cultiven una actitud arrogante o bien sean excesivamente polémicos. Debe buscarse, tanto como sea posible, una interacción con el catolicismo abierta, generosa y constructiva, principalmente en lo que se refiere a la orientación básica de las dos confesiones. Incluso en esta situación, el llamado “diálogo” de forma corriente, no debe considerarse como una actividad ecuménica, sino simplemente como una expresión del deseo de comprenderse y dar testimonio. Traducción: Rosa Gubianas [“Le catholicisme romain: une approche évangélique”, Vivre, 8-9 (2000) 10-14 and Fac-Réflexion 51-52 (2000/2-3) 44-49; “Ein Evangelikaler Ansatz zum Verständnis des Römischen Katholizismus”, Freie Theologische Akademie, 2000 e Bibel Info 59/3 (2001) 10-13; “An Evangelical Approach Towards Understanding Roman Catholicism”, Evangelicals Now, Dec 2000, 12-13; European Journal of Theology X (2001/1) 32-35].

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