Jerusalén: Jesús el antihéroe

En Él se juntan el Rey poderoso y el siervo en debilidad.

26 DE MARZO DE 2024 · 09:30

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Imagen de Tim Mossholder en Unsplash.

Cuando hablamos de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando leemos que la gente gritaba cuando Jesús ya estaba cerca de la bajada del monte de los Olivos, vemos que la gente que le amaba y lo observaba ya desde una cercana lejanía comenzó a dar grandes voces diciendo: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Es el Rey que viene. Es la llegada del Reino de David, gritaban los que iban delante y detrás del Rey. ¡Hosanna, paz, gloria! ¡Paz en el cielo, gloria en las alturas!

¿Quién no diría que se trataba de un gran héroe? ¿Entraba Jesús en Jerusalén como el gran héroe? Estos gritos o voces eran para recibir a un rey, pero en este caso no solo se trataba de un rey, sino del Rey. Quizás podríamos agregar que eran para recibir a un héroe que no era un rey cualquiera. Pero, ¿entra este Rey de Reyes como un gran héroe humano? Si nos preguntamos que cómo vienen normalmente los reyes, los grandes héroes, nos los podríamos imaginar montados a caballo, un caballo joven, fuerte, hermoso y bien cuidado. Los grandes reyes, los héroes de guerra y batallas mil son quienes lo montan.

¿Acaso los que daban esos gritos esperaban a un Rey que viene en un caballo brioso, fuerte y lustroso? No lo sé, pero ellos gritaban ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! Estaban expectantes. El Rey se acerca. Comienza la bajada del monte de los Olivos. ¡Hay que gritar, hay que alabar, hay que dar voces! Se acerca el Rey, el Héroe, el Bendito de Dios!

El regocijo y gozo era por doquier. Los mantos multicolores de la gente se tendían por el camino; al Rey no le debía llegar el polvo terrenal; lo que no cubrían los mantos, lo cubrían las ramas de los árboles. Es la entrada triunfal en Jerusalén, es el fundamento histórico de nuestro Domingo de Ramos.

Pareciera que esperaban no solamente a un héroe, sino al gran héroe, el héroe más importante del mundo.  ¡Gritad, ¡Dad voces de júbilo! ¡Llega el Rey que viene en el nombre del Señor!

¿Acaso esperarían algunos el trote del caballo del Rey con sus vistosos trajes, armaduras y colores fulgurantes? Pues en Jesús también se da la gran paradoja bíblica: El poder se muestra en la debilidad. Así, el caballo no es tal, sino que es un asno, no hay signos de poder ni de fuerza... y ¡lo más curioso! El Rey llora.

El Rey llora sobre Jerusalén. El Rey llega a nosotros manso, sentado sobre un animal de carga, hijo de asna... y Jesús al ver la ciudad lloró sobre ella. Signos, quizás, de antihéroe, pero un antihéroe muy especial que nos estaba dando ejemplo. “Bienaventurados los que lloran”, dice una de sus Bienaventuranzas.

¡El Rey! ¿Qué Rey? Como Jesús humanado es un siervo, como héroe es un antihéroe. El Rey bendito parecía más un débil hombre, pero este antihéroe, siervo humilde, es, a su vez, el Dios Fuerte. ¡Qué paradoja! Son las paradojas de Dios. De un Jesús Todopoderoso. Por lo cual estaba justificado el Hosanna, el Bendito, el concepto de Rey.

¿Por qué lloraba ese Rey? ¿Qué contemplaba sobre la ciudad? ¿A quién estaba unido? Quizás con una mano agarraba simbólicamente a su Padre, pero tenía la otra tendida al mundo, a los sufrientes de la tierra, a los pobres, a los pecadores, a los injustamente tratados. Se dan las lágrimas de un Rey muy especial. ¡Bendito sea! Pero siempre un Rey con una mano agarrada al Padre y con la otra sujetando al débil, al pobre, al menesteroso, al enfermo, al injustamente tratado, al que llora.

¡Fijaos! ¡Qué curioso! En Él se juntan el Rey poderoso y el siervo en debilidad. Semana Santa, Domingo de Ramos, sufrimiento extremo del Mesías, crucifixión… ¡Resurrección! Gloria a Dios. El Rey, el Siervo, el Libertador, el Salvador del mundo, de todo aquel que cree en él. El antihéroe, ese Rey tan especial no muere. Es fuente de vida.

¿Qué hacer entonces? Está claro: Las voces no deben callar no sea que las piedras comiencen a dar gritos llenando ese silencio. Si callamos quizás las piedras de los muros de nuestros templos se pueden poner a gritar, a dar grandes voces que atruenen los oídos de todos los creyentes del mundo, incluso de los no creyentes. Dad voces, alabad: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!”. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. FELIZ SEMANA SANTA en comunión con este Rey, con este antihéroe según los parámetros y valores humanos que, en su humildad es el Salvador del mundo.

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