‘Casa de Paz’: una mueca a Felipe II

¡Qué jugada de la historia que, ese castillo donde el rey Felipe II vivió como "martillo de los herejes", llegara a ser propiedad del pueblo evangélico!

02 DE AGOSTO DE 2022 · 16:00

Imagen del Monasterio de Prestado. / Esetena, Wikimedia Commons.,
Imagen del Monasterio de Prestado. / Esetena, Wikimedia Commons.

Felipe II escribió al Papa: “Preferiría perder cien vidas, que gobernar sobre herejes”. Se refería a los protestantes. El siglo XVI estuvo marcado, regado, influido por la Reforma Protestante. En España un Rey católico que reinaría entre los años 1556-1598.  Para este rey, Felipe II, la Reforma Protestante marcaba nada menos que el nacimiento y difusión de una nueva herejía. Había que poner en práctica algo que acabara con esa “levadura maligna” que leudaba gran parte de una sociedad que defendía el odio al infiel.

Había que acabar con los pocos erasmistas existentes y, lógicamente, suprimir los focos heréticos protestantes. Era necesario potenciar, desplegar y lanzar con ímpetu todo el espíritu de la Contrarreforma, concilios como el de Trento e instituciones como la violenta, terrible, quizás satánica, Inquisición.

Curioso, porque al hablar de la Casa de Paz, lugar en donde han trabajado tantos años los protestantes, estoy hablando de El Escorial, Casa de Paz que va a surgir justo donde estuvo algo muy representativo para Felipe II, el Castillo o Monasterio de Prestado. Allí es donde se da esa Mueca histórica, ese reverso de la historia para este conocido rey. En este castillo vivió Felipe II durante la construcción del Monasterio de El Escorial como panteón real, palacio y monasterio, a la vez que quiere que sea un símbolo católico que cumpliera la función de “martillo de herejes”, lugar de intolerancia y albergue de inquisiciones.

¡Qué jugada de la historia que, ese castillo donde el rey vivió, llegara a ser propiedad del pueblo evangélico! Allí funcionó la llamada “Casa de Paz” también conocida como “El Pequeño Porvenir”, pues era parte, en la lejanía de unos cincuenta kilómetros, del Colegio Evangélico El Porvenir de Madrid. 

En la Casa de Paz se educaban a niños pequeños de preescolar y de los primeros años de escolarización. Niños en su mayoría provenientes de familias en situación social precaria, hijos quizás de emigrantes españoles a Alemania y otros países de Europa y, en su caso, hijos de familias protestantes que eran estigmatizadas en los colegios en años difíciles de posguerra, con maestros fieles al régimen franquista —se había producido la purga de los maestros que no fueron fieles al nuevo régimen— y que no solo eran estigmatizados, sino, a veces, maltratados. 

Todo comenzó con la obra de un misionero alemán, Federico Fliedner, que adquiere en propiedad esas antiguas dependencias de Felipe II. Este misionero era el que había adquirido los terrenos donde se construyó el Colegio El Porvenir de Madrid, que gestionará también esa Casa de Paz en El Escorial. Así, curiosamente y como una negra mueca para el Rey “martillo de herejes”, la influencia protestante comienza a difundirse por ese pueblo, El Escorial que para este rey debería ser un símbolo con su Monasterio para eliminación y persecución de “herejes”.

La influencia protestante de Casa de Paz o Pequeño Porvenir, refugio evangélico para niños en desventaja social y religiosa, fue tal que, incluso hoy en día, puede haber hombres y ancianos que se educaron en este centro protestante de grata memoria para ellos. ¡Qué bonito es ver, en tantos y tantos casos, una mueca agradable que sea como una corrección, un reverso positivo de la historia!

Yo he podido vivir esta historia, yo he podido dormir en diferentes ocasiones en ese Castillo o Monasterio de Prestado. Así, sin rencor, sin odio y con el privilegio de estar en un lugar redimido en cierta manera, lugar en donde tantos niños de toda España y no solo de El Escorial, tuvieron la oportunidad de recibir educación sin discriminaciones de ningún tipo.

Se cuenta que en el centenario de la muerte de Federico Fliedner, cuando se tuvieron que pedir permisos para ciertos actos, algunos de los concejales del Ayuntamiento fueron de niños alumnos de esta Casa de Paz. Nunca fue ya residuo de ideas inquisitoriales, ni lugar de desprecio de otras religiones. Nunca en estas dependencias hubo jamás desprecio de herejes o de infieles. En lugar de “martillo de herejes”, era nada menos que “Casa de Paz”. Bendecido nombre. Espero que nunca se olvide esa función pedagógica y social que tuvieron esas dependencias durante muchísimos años. Ocurra lo que ocurra con esos inmuebles, que nunca se olvide que un día fueron “Casa de Paz” como reverso evangélico de una historia, la de una España intolerante que soñaba con esta idea terrible: ser martillo de herejes, azote del pueblo protestante.

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