Hacia una espiritualidad ética y crítica

Vivir la espiritualidad cristiana debe implicar el comprometernos tanto con Dios como con el prójimo.

10 DE MAYO DE 2022 · 12:00

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Foto de Ian Stauffer, Unsplash.

Hoy en día hay muchas personas que siguen espiritualidades no críticas con la sociedad y el mundo desde el punto de vista ético. El secularismo en nuestro planeta no es tan fuerte y amplio como se creía. Se pensaba que la ciudad era totalmente secular y que lo religioso y lo espiritual perdía terreno y, como mucho, quedaba en el ámbito de lo privado de algunas familias que practicaban un cristianismo arcaico. Podría hasta pensarse que ateos, personas que dan la espalda a todo tipo de espiritualidad, estaban más predispuestas a hacer juicios críticos desde una ética humana más o menos universal.

Pero no es así. El hombre en general no es tan ateo ni está siguiendo un secularismo radical. El ansia de espiritualidad que hay en el hombre siempre tiende a llenarse. Ese ansia o vacío espiritual no puede ser aniquilado. Por eso, se ve hoy en todo el mundo que viejas y nuevas espiritualidades resurgen y surgen gritando que, quizás, el secularismo ya ha tocado techo. Resurgen espiritualidades orientales, ocultismos, espiritismos y viejos demonios del pasado que parecían estar adormilados entre los recovecos y rendijas urbanas. Pues sí. Se pueden vivir espiritualidades más o menos extrañas que nada tienen que ver con la espiritualidad cristiana.

¿Cuál sería la diferencia de estas espiritualidades con el cristianismo y con los valores del Reino que irrumpen en la tierra con el nacimiento de Jesús? La diferencia es que es verdad que la espiritualidad cristiana se puede vivir teniendo en cuenta el más allá, la vida eterna, la metahistoria, intentando elevarnos de sobre el barro que continuamente pisamos manchándonos no solo nuestros zapatos, sino nuestra mente y corazón. En la espiritualidad cristiana hay meditación, hay oración, hay alabanza, contemplación, celebración y fiesta.

No obstante, hay un elemento más que la distingue de otras espiritualidades. La espiritualidad cristiana está mucho más arraigada en nuestro suelo, en nuestra historia, en nuestras circunstancias, en nuestras responsabilidades que se han de tener para con el prójimo y, fundamentalmente, para con el prójimo en necesidad, para con el que está tirado al lado del camino, el apaleado, el abandonado, el enfermo o entristecido. La espiritualidad cristiana está realmente anclada en una responsabilidad ética para con el prójimo y para con el mundo, y quizás algo más: una espiritualidad crítica, denunciadora, buscadora de justicia y que se ha de manchar las manos en la práctica de la misericordia.

Una vez afirmé que la espiritualidad cristiana es la más ética del mundo y hubo personas que me contradijeron hablando de otras espiritualidades que superarían a la ética crítica y denunciadora que nos deja la Biblia, fundamentalmente con los profetas y con Jesús. Pero no nos engañemos: si sacamos a la palestra el concepto de projimidad que nos deja Jesús y todas nuestras responsabilidades, que para con el prójimo nos enseña el Maestro, y si también hiciéramos un análisis profundo de todo lo que esto implica, junto al concepto de que el amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza, creedme que es difícil encontrar nuevas o antiguas espiritualidades que puedan superan estos conceptos.

Y es que el cristianismo es muy humano, tremendamente humano, y el hombre es para Dios el auténtico lugar sagrado por encima de los templos y por encima de cualquier tipo de liturgia. De ahí emana la tremenda fuerza de la espiritualidad cristiana en cuanto a poner en marcha toda una ética denunciadora, buscadora de justicia, crítica con los abusos del hombre contra el hombre, rehabilitadora y dignificadora de todo lo humano.

Por eso el cristianismo y la vivencia de la espiritualidad cristiana están habilitados para convertirnos en agentes del Reino de Dios en medio de un mundo de dolor. Los cristianos, los que seguimos a Jesús, deberíamos ser mucho más responsables con nuestros compromisos de acción, con hacer un seguimiento que, realmente, vaya siguiendo los pasos del Maestro, sus ejemplos de vida, sus prioridades y sus involucraciones en el servicio y en la dignificación de los abusados, humillados y oprimidos en este mundo lleno de focos de conflicto. Así, ser cristianos, vivir la espiritualidad cristiana, debe implicar el comprometernos a tope, tanto con Dios como con el prójimo, a la vez que criticamos, denunciamos e intentamos hacer saltar en pedazos todas aquellas estructuras de maldad, económicas marginadoras que se han ido implantando en nuestra tierra, y que marginan y dejan en el no ser de la exclusión social a tantos y tantos hermanos y prójimos nuestros. 

Si quieres seguir al Maestro, tienes que comprometerte con tu vida, acción y amor al prójimo que te necesita, a la vez que trabajar por el bien y la justicia en el mundo.

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