Los errores que rondan a la iglesia

La religión que no nos compromete con el prójimo sufriente es engañosa. Hay que sentarse al lado de los pobres de la tierra compartiendo la vida, el pan y la Palabra.

02 DE MARZO DE 2021 · 12:45

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Foto de Josh Applegate en Unsplash CC.

También la iglesia, desde el punto de vista de la vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana, puede tener sus errores, sus desaciertos, sus problemáticas bíblicas, cuando no llega a captar el compromiso integral que conlleva el ser cristiano. Quizás, para no errar en su programa ministerial, debería tener muy en cuenta los Evangelios, las enseñanzas de Jesús y también de los que nos precedieron: los profetas. 

Un posible error que se puede introducir en nuestras congregaciones es la tentación de querer separar el culto a Dios del servicio al prójimo necesitado, como si fueran dos cosas diferentes, dos parámetros que no van unidos, dos realidades diferentes. Como si no fueran las dos caras de la misma y única realidad que solo las debemos separar a efectos didácticos y para entendernos.

Así, el error de la iglesia, quizás inconscientemente en este momento, pueda ampliarse al estar dando en muchos casos una prioridad total a lo que puede considerar como primario, como una teología primera que es todo lo relacionado con el culto, el rito, la oración, la ofrenda o las alabanzas, mientras que, el servicio a los pobres, a los necesitados, el amor al prójimo que está tirado al lado del camino, queda como algo secundario, algo en lo que algunos creyentes se pueden involucrar voluntariamente. En fin, algo secundario, opcional que, en muchos casos no parece necesario meterlo en la teología, ni siquiera como una teología segunda. 

En este error, el culto a Dios en relación con la práctica de la justicia, la denuncia contra la opresión y la práctica de la misericordia, pueden parecer dos realidades separadas. No es una cuestión solo de hoy. Leed los profetas, Isaías 1, Isaías 58 y cómo Dios tiene que gritar contra ello, no respondiendo al ritual cúltico y cerrando sus oídos a todo tipo de ritual. Faltaba un requisito básico para el culto: la práctica de la justicia y el socorrer a las viudas, huérfanos y extranjeros. El culto se imposibilita.

Otro posible error, otra incongruencia con lo que debe ser la auténtica espiritualidad cristiana es cuando queremos conseguir que Dios se contente sola y exclusivamente con el culto, con el ritual. Esto no está en línea con lo que debe ser la auténtica vivencia y práctica de la espiritualidad cristiana. No podemos hacer un Dios a nuestro capricho, un Dios al que entretengamos con oraciones y alabanzas, porque es un Dios que no se deja influir, no se puede domesticar y, por tanto, sigue diciéndonos que nuestro culto es vano si no va precedido y seguido de la búsqueda de justicia para los débiles y sin la práctica de misericordia para con el prójimo sufriente y tirado al lado del camino.

La pregunta fue, es y seguirá siendo la misma: “¿Dónde está tu hermano?”. No. No nos justificamos solamente con una ética de cumplimiento de cultos y rituales, sino en la coherencia que debe haber entra la relación cúltica con Dios, el amor que debemos de tenerle, junto con un requisito imprescindible: el amor al prójimo, la denuncia contra la opresión, la búsqueda y el hacer justicia, así como el ser manos tendidas de ayuda y pies diligentes que no tienen problemas en pasar y andar por los focos de conflicto.

Por tanto, sería un error creer que podemos practicar la auténtica religión, el estar religados a Dios si estamos alejados del prójimo sufriente y sordos a su grito. Leed la auténtica definición de religión que se da en Santiago 1:27: “La religión pura y sin mácula delante del Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Es la línea profética, la línea de Jesús. No acercarse al culto a Dios sin estar reconciliados con el hermano, sin haber hecho justicia y practicado la misericordia. La religión que no nos compromete con el prójimo sufriente es engañosa. Hay que sentarse al lado de los pobres de la tierra compartiendo la vida, el pan, la palabra y la Palabra.

Otro de los errores peligrosos es el considerarnos los elegidos y vivir en la placidez de esa elección sin que nos comprometa con el mundo. Un pueblo comprometido no solo con Dios, sino también con el hombre, con el prójimo y, fundamentalmente, con el prójimo sufriente y necesitado, ante el cual no debemos ser sordos a su grito. No somos elegidos solamente para contemplar y disfrutar de la presencia de Dios, sino para comprometernos en la acción y el compromiso integral con el hombre. Debemos tener un doble compromiso de amor: amor a Dios y amor al prójimo sufriente y tirado al lado del camino. Imprescindible para que nuestro culto sea acepto a Dios. El cristianismo comporta toda una ética social que, sin duda, la convierte en la religión más ética del mundo. Religión en el sentido que le da Santiago.

Finalmente, podemos caer en el error del mérito acumulado. Sería el pensar que, con nuestra asistencia a los cultos, la lectura de la Palabra, las muchas oraciones, ayunos, y otras prácticas y cumplimiento, podemos autojustificarnos, justificarnos a nosotros mismos, como le ocurría al fariseo de la Parábola de “El Fariseo y el Publicano”.

En fin, posibles errores que puede tener una u otra iglesia que creo necesario y prudente ponerlos en este artículo que hago desde la humildad y sabiendo que, quizás y en algún caso, puedo equivocarme. Pero mi intención es ceñirme a lo que dice la Palabra de Dios.

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