Compartir el pan abre los ojos

Compartir el pan, usar solidariamente las posesiones, hacer entrega de lo que tenemos por amor al prójimo, puede abrir los ojos del alma.

14 DE JULIO DE 2020 · 13:30

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Foto de Alexandra Kikot en Unsplash.

Partir juntos el pan, compartirlo, es un acto que da coherencia a nuestros mensajes orales, a nuestro compartir la Palabra. El partir y el compartir el pan, puede abrir los ojos del alma o del entendimiento, para hacer entrar a muchos en una nueva realidad espiritual. Según vamos a ver, el amor al prójimo, la acción social cristiana, el compartir el pan, puede dar lugar a que muchos, de repente y casi sin darse cuenta, puedan abrir los ojos a la trascendencia de la Palabra, al conocimiento de las realidades espirituales a las que, de alguna manera, no habían llegado con el compartir de la Palabra.

Me baso para estas afirmaciones en un texto bíblico que, muchos, lo considerarán como simplemente litúrgico, el compartir el pan recordando la última cena, la comunión cuyo memorial nos recuerda el cuerpo roto de Jesús en la cruz. Sin embargo, me voy a permitir la licencia de interpretar el partimiento del pan en ese texto, el compartir el pan, como si fuera una mesa común, un espacio de projimidad en donde se comparte lo que se tiene, se comparte el pan creando un espacio amoroso, solidario y de hermandad entre los hombres.

Me refiero a aquel texto de los discípulos en el camino de Emaús. Tuvieron un encuentro con Jesús que les compartía la Palabra, y ellos le escuchaban, pero sin conocerle, sin saber que era Jesús. Sin embargo, ocurrió un hecho curioso. En la fracción del pan, en el pan partido y compartido, ante esa solidaridad humana de dar de comer, de compartir lo que se tiene, fue cuando conocieron a Jesús.

Basándome en esto y, quizás, forzando un poco el significado de este partimiento y compartir del pan, me hago la siguiente reflexión: Quizás a muchos de nosotros o de los que nos escuchan, puede ocurrir lo mismo que a los discípulos de Emaús. Escuchaban y escuchaban, podrían oír hablar del Maestro o, en su caso, al Maestro a través de los textos bíblicos, pero les falta algún detalle de coherencia entre la palabra y la acción solidaria, para dar el último paso de llegar a conocer a Jesús, al Dios de la vida.

Es posible que, en nuestra predicación, en nuestra evangelización por el mundo, se eche en falta un detalle de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. En el caso de Emaús, el hecho de compartir el pan abrió los ojos de aquellos discípulos, y conocieron al Maestro. Compartir el pan, usar solidariamente las posesiones, hacer entrega de lo que tenemos por amor al prójimo, puede abrir los ojos del alma.

A los discípulos de Emaús, Jesús les predicaba “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. Sin embargo, es curioso que no le conocieron hasta la fracción del pan, el partir el pan, el compartirlo solidariamente. Quizás, sin este hecho concreto, sin este ato solidario, esos discípulos nunca hubieran sabido que habían estado con Jesús. Así, pues, yo quiero ver en esto no solamente el acto litúrgico que nos recuerda la comunión, la santa cena, sino que podemos dar un paso más, y pensar en la solidaridad humana, de prójimo a prójimo, de práctica de misericordia o, si se quiere, de justicia redistributiva.

Quizás es que en la Evangelización se necesita algo más que palabras. Compartir la Palabra es fundamental y básico. Si no conocen lo que Dios nos ha hablado, difícilmente van a llegar a conocer a Jesús, pero si falta el amor al prójimo, la diaconía, la solidaridad humana, el gesto de entrega, de compartir la vida y el pan, es posible que muchos ojos se abran a realidades que no se abrieron con la sola escucha d la Palabra. La acción solidaria puede dar coherencia a la palabra hablada.

Cuando en medio de las problemáticas humanas, del hambre en el mundo, de la subalimentación y de las múltiples carencias que tienen los pobres y sufrientes de la tierra, los empobrecidos y oprimidos, los despojados de hacienda y dignidad, solamente escuchan palabras, aunque sean palabras divinas, de la Escritura, es posible que, en muchos casos, falte la acción de los creyentes que dé coherencia a esa Palabra. Quizás muchos de estos que están lanzados a los márgenes de la pobreza, más de media humanidad, si pudieran contemplar también la fracción del pan, el partir y compartir el pan con ellos, es posible que se les pudieran abrir los ojos del alma, los ojos de la fe, los ojos que ven con coherencia lo que se les ha estado explicando. Así, la Diaconía, la práctica de la projimidad, la entrega, el compartir la vida, el pan y la Palabra, puede ser esencial para la evangelización del mundo.

Muchos pobres de la tierra pueden abrir sus ojos y, de alguna manera, ver al Dios que se preocupa de ellos en el hecho del partimiento del pan, del pan compartido que muestra que los hijos de Dios que predican su Palabra, son también hombres con una misión, hombres de acción solidaria y amorosa que ven en el prójimo una realidad completa: alma y cuerpo. Ambos deben ser objetos de salvación. Una para la eternidad en la que también tendremos cuerpos nuevos, y otro, el cuerpo de ahora, el cuerpo sufriente, para su salvación y dignificación en nuestro aquí y nuestro ahora. 

Señor: que muchos puedan abrir sus ojos y conocerte, por nuestro compromiso con el hombre, por nuestra acción solidaria. Pues compartir el pan abre los ojos… para conocerte a ti. 

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