Jesús y la ética cristiana

Los cristianos, aunque podamos hacerlo, no tenemos un tratado sistemático de ética o de moral que emane de Jesús mismo. Pero, aunque la ética de Jesús no sea un tratado sistemático, sí la podemos recopilar y, mucho más seguirla de manera práctica. Todo se debe a que la ética cristiana se da de una forma vital y en una persona: Jesús mismo. Por eso la ética cristiana hay que entresacarla siguiendo datos biográficos y ejemplos prácticos. Así, la ética cristiana se debe basar en la práctica vital

06 DE FEBRERO DE 2006 · 23:00

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Y un problema que nos encontramos, es que, muchos de los cristianos están más fijos y absortos en el Jesús glorificado, resucitado y sentado a la diestra del Padre, perdiéndose, así, un poco, la figura del Jesús histórico como modelo a seguir. Es por eso que hoy debería ser importantísimo la vuelta a Nazaret, la vuelta al Jesús de la historia, la vuelta, como lectura de cabecera, a los evangelios sinópticos que nos narran la vida de Jesús. Porque de esta vida vivida y dada como ejemplo, dimana toda la ética cristiana. Así, la aportación ética más profunda del cristianismo a la humanidad, no es un tratado sistemático, sino una persona: Jesús. De ahí la importancia que el seguimiento de Jesús tiene en la vivencia de la espiritualidad cristiana. Así, Jesús puede afirmar: “El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:27). Por eso, la ética cristiana no es una ética aprendida, sino vivida siguiendo un ejemplo, una fe que se practica condensando toda esta práctica en torno a un lugar sagrado por excelencia: el prójimo. Y, más específicamente, el prójimo en necesidad, opresión o abandono. Es por eso que el amor a Dios y al prójimo se ponen en relación de semejanza. El concepto de projimidad es fundamental en el seguimiento vital de la persona de Jesús. Si seguimos la parábola del Buen Samaritano, ejemplo de lo que es projimidad, uno no es simplemente el prójimo del otro, del cercano, sino que deviene prójimo, o sea, se hace prójimo. Y se hace prójimo a través del cumplimiento de una ética de acción, siguiendo el ejemplo de Jesús. El experto en la ley que quiso probar a Jesús, hizo dos preguntas: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Y, como la respuesta iba en torno al amor al prójimo, este hombre preguntó: ¿Y quién es mi prójimo? Para heredar la vida eterna utilizó el verbo hacer y, para la esencia de la projimidad, usó el verbo ser. Sin embargo Jesús, el verbo hacer lo usa para la ética en relación con el hombre, en relación con la idea de projimidad. La ética que tiene que ser vivida en acción para con el prójimo siguiendo el ejemplo de Jesús. Toda la parábola en torno a la projimidad es una parábola de hechos, compromisos y acciones vitales, no aprendidas, sino sentidas y vividas al ser movidos a misericordia. La ética en el modelo de Jesús no es un cuerpo sistemático de doctrinas, sino un ejemplo de vida que emana del seguimiento a Jesús como modelo. En la versión Reina Valera del 60, se pregunta: ¿Quién te parece que fue el prójimo?, en la Nueva Versión Internacional se pregunta: ¿Quién piensas que demostró ser el prójimo?. Con este demostrar se acerca más a la idea de la Parábola que es: ¿Quién piensas que se hizo prójimo? Y la idea final es: Si quieres ser prójimo, “Anda entonces y haz tú lo mismo”. A través de una ética vivida y practicada siguiendo el modelo de Jesús, es como podemos llegar a hacernos prójimos, base de toda la ética que desprende la persona de Jesús. Así, la centralidad de la ética personificada y vivida por Jesús, está en la persona, que es más sagrada que el templo o que el día de reposo. Por tanto la ética de Jesús, no escrita, sino asumida en su propia persona y ejemplificada en su propio ejemplo, “porque ejemplo os he dado” , está por encima de las normativas hechas por las propias estructuras religiosas procurando su supervivencia, por encima de los cumplimientos que hay que hacer para salvar las instituciones, por encima de los rituales religiosos. Sin esta centralidad del hombre del que yo me tengo que hacer prójimo a través de una acción amorosa y liberadora de las ataduras en las que, a un hombre en un determinado caso, le pueden tender los ladrones, los religiosos o los políticos de turno, no va a tener sentido ni el culto, ni las alabanzas, ni la celebración de las fiestas solemnes, ni las oraciones. Todo va a estar supeditado al requisito previo, a la condición imprescindible para acercarse a Dios: hacer un seguimiento de Jesús, ejemplo de una ética personificada y vivida, no aprendida, sino sentida en nuestras entrañas que nos hace ser movidos a misericordia. Es por eso que hay que reconciliarse con el prójimo antes de ir al templo. Eso dijo Jesús, el ejemplo ético vivido y personificado en toda una praxis diaria de vida dejada como ejemplo ético que, además, pasa de nuestra ética en nuestro aquí y nuestro ahora, y nos lanza al disfrute del Reino preparado por el Padre para la eternidad. Porque la fe actuante a través del amor, base de la ética cristiana, es salvífica.

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