De tabúes e intocables

Imitemos a Jesús como el que rompe tabúes, prejuicios y normas sociales injustas. Tabúes inhumanos ante un Jesús que fue muy humano sin dejar de ser Dios.

22 DE MAYO DE 2017 · 20:00

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¡Cuidado! Hay muchos tabúes en el mundo, en la sociedad secular y pagana, que muchas veces entran en la iglesia y los adoptamos como algo normal con el riesgo de llegar a vivir los cristianos de una manera similar a la de aquellos que no tienen esperanza.

Los asumimos acríticamente porque nos dejamos llevar por las corrientes sociales como hacen los peces muertos con las corrientes de los ríos.

Habría muchos, pero elijo el tabú del rico como hombre prestigioso. ¿Por qué dentro de nuestras congregaciones se acepta, por ejemplo, la riqueza como prestigio de una manera acrítica? Parece que esto es un tabú intocable dentro y fuera de la iglesia

Sí. El mundo tiene sus intocables. Un valor que el sistema mundo quiere hacerlo universal y lanzarlo también al interior de nuestras iglesias. Pueden ser los ricos, los poderosos y, en ocasiones, los que ostentan cargos religiosos cuyas opiniones y actuaciones se aceptan acríticamente. Quizás haya un mundo de los intocables rodeados de tabúes que nadie se atreve a romper.

Yo creo que la medida que hemos de utilizar, la balanza para detectar estos tabúes a los que hemos de destrozar, es el amor al prójimo. Si nos ponemos delante de los ojos los parámetros del amor al prójimo, vemos diferente al enriquecido, al que ostenta el poder prepotentemente, al que abusa de sus cargos religiosos o sociales para buscar aprobaciones o pleitesías.

Con los parámetros del amor al prójimo en nuestras mentes, muchas de estas situaciones sociales que aceptamos, a veces, acríticamente, pueden verse como cánceres sociales que marginan, empobrecen y excluyen. Desde ahí, el poderoso quizás ya nos parezca tan poderoso cuando da la espalda a los sufrientes de la tierra, el rico ya no nos parezca tan admirable y prestigioso cuando hay tanta pobreza a su alrededor y no hace nada por eliminarla ni comparte hasta que le duela a favor del prójimo necesitado. Permanece pasivo.

Desde el amor al prójimo, el rico, ese intocable al que todos admiran y le miran como alguien prestigioso, comenzaremos a verle de manera diferente. Quizás ya no nos parezca tan digno de imitar y, más aún, comencemos a entender el aserto bíblico de que “la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. Esto facilitará nuestra denuncia profética y nuestra lucha en contra de esos tabúes que se posan encima de los que muchos consideran los intocables de nuestra historia.

No miremos nunca estos tabúes, estos antivalores, estas normas sociales injustas de una manera natural que nos haga caer en actitudes acríticas, pasivas e insolidarias. No son dignas de imitar, son antivalores en relación con los valores bíblicos, con los valores del Reino. No nos adaptemos al mundo y sus valores. Los creyentes, los que viven la auténtica espiritualidad cristiana, deben ser diferentes. Hay otras cosas a las que tenemos que admirar y considerar como prestigiosas como la humildad, el servicio, la entrega.

Que no nos dé miedo poner en peligro los valores de este sistema mundo, comportémonos como hombres libres, con la libertad que Jesús nos da, para enfrentarnos a los tabúes, las normas sociales, los privilegios y valoraciones que injustamente hacemos en muchas ocasiones olvidándonos de los valores del Reino. Trabajemos desde los parámetros del amor, del amor al prójimo. No caigamos en el silencio cómplice, ni en la pasividad y ejercitemos nuestra capacidad de amor al prójimo denunciando normas sociales, tabúes y prejuicios que marginan, empobrecen roban dignidad y hacen sufrir a las personas.

El cristiano no es ni debe ser esclavo de tabúes, adorador de muchos intocables insolidarios que arrogantemente pueblan el mundo como si fueran personas respetables, pero que dan la espalda al grito de los pobres, oprimidos y excluidos. Imitemos a Jesús como el que rompe tabúes, prejuicios y normas sociales injustas. Tabúes inhumanos ante un Jesús que fue humano, muy humano sin dejar de ser Dios.

Trabajar contra los tabúes que estamos comentando, es trabajar por la liberación del hombre, convertirnos como discípulos de Jesús en agentes de liberación que acercan al mundo loa valores del Reino. La vivencia de la espiritualidad cristiana es humana, comprometida en contra de tabúes ritos, reglas, comportamientos y costumbres que puedan oprimir, empobrecer o marginar al hombre, que vayan en contra de la projimidad. Recordad siempre los valores del Reino.

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