Comiendo insectos
Los insectos podrían ser en el futuro la principal fuente de proteínas para la humanidad. Algo que la Biblia ya contemplaba hace miles de años.
28 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 21:10
Todo insecto alado que anduviere sobre cuatro patas, tendréis en abominación. Pero esto comeréis de todo insecto alado que anda sobre cuatro patas, que tuviere piernas además de sus patas para saltar con ellas sobre la tierra; estos comeréis de ellos: la langosta según su especie, el langostín según su especie, el argol según su especie, y el hagab según su especie.(Lv. 11:20-22)
La palabra hebrea jargol, חַרְגֹל, que aparece en esta cita de Levítico 11:22 como “argol”, se refiere a uno de los cuatro insectos alados que se desplazan sobre cuatro patas y además tiene “piernas” para saltar (ver ARGOL).
Muchos autores han traducido “argol” por grillo y “hagab” por langosta o saltamontes (ver HAGAB). Los términos “grillos” o “grilletes” aparecen también en la Biblia para referirse al hierro utilizado con el fin de encadenar a los presos ya que el característico ruido que éste produce, al ser arrastrado por el suelo, recordaría supuestamente los chirridos que emiten tales insectos.
Aunque se han descrito alrededor de 900 especies de grillos por todo el mundo, uno de los grillos de campo más conocidos actualmente en Israel es Gryllus bimaculatus.
Se trata de una especie oriunda del norte de África y el sudeste asiático, cuyo nombre científico hace alusión a las dos manchitas amarillas que posee en la base de sus alas y que destacan sobre el negro azabache del resto el cuerpo.
Las alas posteriores son tan pequeñas que no les permiten volar. Los grillos se distinguen de los saltamontes, aparte de por no poder volar, por poseer largas antenas filiformes.
Esto les asemeja más a las langostas verdes. Durante el día permanecen ocultos en pequeñas madrigueras que excavan en el suelo con sus mandíbulas. Al llegar la noche, salen en busca de alimento.
Son principalmente vegetarianos, pero también cazan insectos o comen carroña y desechos humanos. Esta dieta omnívora les ha permitido convivir durante milenios con el ser humano.
Los grillos macho luchan por la posesión del territorio y de las hembras. Tal estrategia consiste en atraparse por las mandíbulas y empujar al oponente con todas sus fuerzas.
Quien tiene menos empuje y retrocede en este combate incruento, puede retirarse sin lesiones importantes. El grillo macho ganador deposita su esperma en unas pequeñas cápsulas, llamadas espermatóforos, que son convenientemente recogidas por la hembra.
Ésta pone los huevos en verano, enterrándolos en el suelo, por medio de un largo tubo u oviscapto. Las crías nacen a la primavera siguiente, plenamente desarrolladas.
Los famosos chirridos nocturnos de los grillos, que realizan frotando las dos alas externas, sirven para atraer a las hembras y marcar acústicamente su territorio frente a otros posibles competidores.
Pueden captar tales sonidos gracias a órganos auditivos que poseen en las patas anteriores. El canibalismo suele ser raro, aunque se ha comprobado que en situaciones de escasez de alimento, las hembras (que pueden medir de 2 a 3,3 cm) son capaces de devorar a los machos, que son de menor tamaño que ellas.
En el texto de Levítico que encabeza esta entrada se mencionan aquellos insectos que los judíos podían comer y aquellos otros de los que debían abstenerse, sobre todo por motivos rituales.
Entre los permitidos estaban los grillos, las langostas y los saltamontes. En el Nuevo Testamento se informa acerca de que Juan el Bautista comía langostas y miel silvestre (Mt. 3:4; Mr. 1:6).
De hecho, la entomofagia, o consumo de insectos y arácnidos, es una práctica tan vieja como la propia humanidad, que recientemente se está volviendo a poner de moda o, al menos, se vislumbra como una manera de paliar los efectos negativos del calentamiento global.
Algunos pueblos la han venido practicado a lo largo de la historia ya que muchos insectos constituyen un alimento muy nutritivo y rico en proteínas. Ciertas orugas pueden llegar a tener entre un 30% y un 80% de contenido proteico, además de vitaminas, minerales y grasas.
Los insectos son criaturas ingeniosamente diseñadas, entre otras cosas, para ser muy eficientes en la conversión de alimentos. Su elevado nivel reproductivo aprovecha al máximo los nutrientes del entorno y los convierte en proteínas, vitaminas, lípidos o glúcidos, a un ritmo muy superior al que realizan otros animales mayores, como vacas, ovejas o cerdos.
Por ejemplo, se ha estimado que la eficiencia productiva de los insectos es unas 20 veces superior a la de las vacas.[1]
De ahí que ciertas agencias de alimentación estén contemplando la idea de que los insectos podrían ser en el futuro la principal fuente de proteínas para la humanidad. Algo que la Biblia ya contemplaba hace miles de años.
[1] Capinera, John L. (2004). Encyclopedia of Entomology. Kluwer Academic Publishers.
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