El estacte en la Biblia
Este incienso, se empleaba exclusivamente con fines religioso en honor de Yahvé, y el castigo por usarlo mal consistía en el exilio o la excomunión
01 DE AGOSTO DE 2019 · 18:40
Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso. (Ex. 30:34)
El término “estacte” aparece una sóla vez en la Biblia, en el libro de Éxodo (30:34).
Se trata de la palabra hebrea nataph, נָטָף, empleada para referirse a uno de los componentes del incienso que se quemaba en el templo de Salomón.
Fue traducido al griego como staktē, στακτή, palabra que significa “sustancia exudante” y de ahí el español estacte.
Este incienso, cuya fórmula se recoge en la oración de Ketoret, se empleaba exclusivamente con fines religioso en honor de Yahvé y el castigo por usarlo mal o con motivos profanos consistía en el exilio o la excomunión (Ex. 30:34-38).
Tradicionalmente se ha venido considerando como una resina vegetal olorosa ya que el rabino, Rabban Shimon ben Gamaliel, contemporáneo de Jesús, escribió: "Estacte es simplemente la savia que gotea del golpeteo de la madera del bálsamo" (Kerithot 6a).
Sin embargo, no está del todo claro de qué planta concreta se deriva esta sustancia.
Se han sugerido varias posibilidades: que el nataph sea un extracto muy puro del árbol de la mirra (Commiphora myrrha) o quizás la resina ligera que exuda de manera natural este árbol antes de la cosecha; que se trate de mirra perfumada con “estoraque” o “benjuí”, resinas obtenidas del tronco de ciertos árboles (Styrax officinalis y Styrax benzoin, respectivamente); o, en fin, que sea la resina del árbol conocido como bálsamo de la Meca (Commiphora opobalsamun), mencionado con frecuencia en los antiguos escritos judíos como “bálsamo”.
Charles Spurgeon escribió:
“La acción de gracias es algo que debe abundar en el culto cristiano, cual el humo del incienso que llenaba todo el templo. Los sacrificios expiatorios han sido abolidos, pero los de gratitud nunca quedarán fuera de lugar. Somos receptores de misericordia y debemos ser dadores de gratitud. La misericordia es lo que nos permite entrar por sus puertas; hagámoslo pues “con reconocimiento”, alabemos y demos gracias por esa misericordia. ¿En qué mejor tema podemos centrar nuestros pensamientos cuando estamos en la casa de Dios, que en el Señor de la casa?”[1]
[1] Spurgeon, C. H., 2015, El tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 1563.
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