Niños de la calle
Fotografías de Sergio Larraín y poemas de Luis Cruz-Villalobos para conmovernos ante un drama intemporal.
15 DE FEBRERO DE 2019 · 11:00
Me refiero a los desamparados de siempre, pasen lustros y lustros, sean otros los países, los continentes, existan campañas a favor o en contra del aborto, se pronuncien discursos falaces o auténticas muestras de solidaridad…
Acabo de recibir un libro que merece comentarse, un intemporal connubio entre fotografía y poesía, entre los chilenos Sergio Larraín Echenique y Luis Cruz-Villalobos: Por qué me has abandonado (Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2018, pp. 82), una obra de imágenes y versos para sentir (de verdad).
Conmovedoras fotografías de niños en franco abandono por calles y puentes de la capital chilena. Fueron captadas en 1955 por un magnífico fotógrafo llamado Sergio Larraín Echenique (1931-2012), pero bien podrían ser de este tiempo nuestro: poco o nada ha cambiado la desatención de la infancia, la desigualdad…
Y ahí aparece el santiaguino Luis Cruz-Villalobos (1976), no solo para hacer memoria y homenaje a ese maestro de la imagen que trabajó para la Agencia Magnum, sino también para dejar clara constancia de la opción preferente de su corazón: los niños, los pobres, los abandonados…
Conocedor profundo de la Biblia, Cruz-Villalobos usa para el título de este fotopoemario el “¡Elí, Elí! ¿lama sabactani?” que nuestro Amado galileo repitió Gólgota arriba, pero lo hace desde la fuente primigenia, el Salmo 22:1-2.
Fotografías y versos lacerando consciencias aparentemente impolutas, llamando la atención sobre el drama de los niños de la calle de antaño (y de hoy mismo), haciéndonos ver que mucho nos falta por atender a esos prójimos a los que tanto queremos vivos pero a quienes dejamos desprotegidos.
Seamos menos como los religiosos que se apresuran al templo y algo más próximos al samaritano cuyo ejemplo nos lo aportó el propio Jesús.
Aquí un ejemplo, ante la foto de unos niños durmiendo acurrucados, a la intemperie de una fría noche de invierno: “Déjame dormir/ Aquí en medio de los amigos/ Solo/ Déjame dormir en paz/ Y si me escuchas hablar dormido/ No hagas caso a este murmurar/ Que a veces se torna grito/ Por qué/ Por qué me has abandonado/ No hagas caso/ Son sólo reminiscencias de mi día/ Y de todas mis noches/ Que no se pueden callar”.
O también cuando Cruz-Villalobos apunta, ante una foto donde tres niños desarrapados y sin zapatos, cruzan por la tarde: “A ver/ Mira mis pies/ Ves que ha llovido/ Y que el cielo está gris/ El frío se mueve/ Como un fantasma/ Por toda la ciudad/ Y sin embargo/ Mira/ Aquí están mis pies/ Descalzos/ Por siempre/ Quizás”.
Treintaitrés fotografías desgarradoras acompañados por otros tantos cánticos de un sensible seguidor de Cristo, de un poeta y teólogo que sabe que debemos estar con quienes soportan la intemperie, el polvo y el barro del diario existir.
Y, aunque aparentemente alejado de los postulados cristianos, es lo mismo que practicaba Larraín: “Sé generoso, siempre hay que ser generoso. No cargues nada, entrega todo. Quédate con lo necesario para vivir sencillamente. Despréndete de todo lo que no necesites y dáselo a quien sí lo necesita”.
AQUÍ OTROS CUATRO POEMAS DEL LIBRO
A veces estoy muy triste
Me siento como un pájaro
De esos que sólo caminan por ahí
Con las alas rotas
Sucios y lentos
Buscando en el suelo
Alguna semilla
Alguna miguita de pan
Y no quisiera estar aquí
En medio de tanta soledad
Pero ya no puedo volar a otra parte
Incluso si mis alas se repararan
Ya olvidé cómo escampar.
Déjame dormir
Un momento más
Pues estaba soñando
Que la vida era dulce
Y tibia
Y amable
Déjame soñar
No me despiertes temprano
En esta ciudad tan fría
Tan sola
Tan triste.
Jugamos con juguetes invisibles
Jugamos con regalos que no nos dieron
Con hermosos rompecabezas
Que no pueden armarse
Con camiones pequeños
Que no tienen carrocerías ni ruedas
Con trompos y volantines
Que se quedaron en otra parte
Con bolitas de cristal
Que se fueron por las alcantarillas
Jugamos con juguetes invisibles
Que invisibles padres
E invisibles madres
Nos han obsequiado en días hermosos
Que aún no llegan.
Aquí me pierdo
Aquí me alejo
Me escondo del día
Me arrimo a la noche
Me sostengo bajo las sombras
Aquí muero un poco
Me deshago
Desciendo
Busco algo de paz
Algo de calma
Me sumerjo
Bajo los efectos extraños
De mágicas pócimas
Que me salvan
Y me matan
Lentamente muy dentro.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Barro del Paraíso - Niños de la calle