Martín Lutero, la Reforma Protestante y el nacimiento de la sociedad moderna, de Mario Miegge

Lutero se ha convertido en un símbolo, no solo para sus contemporáneos, sino para todos aquellos que reconocen en la Reforma del siglo XVI una señal importante en el nacimiento del mundo moderno.

24 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 21:30

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Detalle de la portada del libro.

Este es un fragmento de Martín "Lutero, la Reforma Protestante y el nacimiento de la sociedad moderna", de Mario Miegge (Clie). Puede saber más sobre el libro aquí. 

 

Cuatro siglos y medio de controversia

Han pasado más de 530 años desde el nacimiento de Martín Lutero, en el otoño de 1483 en Eisleben, en la provincia alemana de Sajonia-Anhalt. Las tormentas religiosas del siglo pasado se han calmado y han perdido el interés de mucha gente de nuestro tiempo.

Sin embargo, aún hoy en día, es casi imposible hablar de Lutero de modo neutral. Apenas se pronuncia su nombre, la gente tiende a tomar posición, a expresar juicios diferentes y contrastantes. A lo largo de la historia del mundo moderno pocas figuras despiertan reacciones tan fuertes. En torno a 1520, Alemania y Europa fueron inundadas no solo de escritos polémicos sino también de imágenes impresas, dibujadas por caricaturistas o por los más grandes artistas de la época, siempre expresivas, eficaces y violentas. Lutero es retratado por sus partidarios como el “Hércules germánico”: un monje gigantesco que rompe con golpes de martillo a los representantes del poder papal y de la cultura eclesiástica. Para sus oponentes es, en cambio, una cornamusa con rostro humano, interpretada por un demonio horrible. Lutero se convirtió así en el símbolo de un conflicto humano y sobrehumano, en el que se enfrentan Dios y el diablo.

El decreto del Papa León X, quien condenó las ideas de Lutero, publicado el 15 de junio 1520, comenzó con estas palabras: “Levántate, oh Señor, y juzga tu causa; un jabalí ha invadido tu viña”. Pero Lutero no estaba todavía excomulgado y se le concedieron “sesenta días, dentro de los cuales deberá hacer un acto de sumisión”. En ese momento era conocido solamente como un piadoso monje de la orden de San Agustín, profesor de teología en la Universidad de Wittenberg, muy estimado por sus superiores religiosos y protegido del príncipe Federico, el Sabio, de Sajonia.

 

Lutero representado como una cornamusa del demonio. Dibujo sobre madera de Erhard Schoen, 1535.

Pero, unas semanas antes de la publicación de bula papal, el fraile franciscano alemán Agustín Alveld, en un libro de defensa del papado, termina por llamar a Lutero “el lobo en el redil de las ovejas”, “el hereje”, “el demente”, “el hombre poseído”. Opiniones que se mantuvieron más o menos sin cambios durante cuatro siglos en la polémica anti-luterana. Se pueden encontrar huellas de todo esto en muchos manuales de religión y también en libros de historia, escritos por autores católicos y frecuentemente utilizados en las escuelas italianas hasta hace pocos años.

 

Portada del libro.

Lutero nunca ocultó su vida interior. En sus escritos ha descrito ampliamente su angustia y sus dudas religiosas. En los 16 años que estuvo en el convento y en los 25 años siguientes, en el que fue mejor conocido como líder de la Reforma Protestante, admitió que tuvo muchos momentos de angustia y desesperación. Los hombres de la Edad Media y del primer siglo de la Era Moderna consideraron estos conflictos como algo normal, de hecho como prueba de la seriedad religiosa. La vida de los fieles, y sobre todo de los monjes, era vista como una lucha continua contra las tentaciones del diablo. Pero tan pronto como Lutero entró en lucha contra el Papa, sus acciones fueron juzgadas por sus opositores como un signo de “posesión demoniaca”. A medida que transcurrió el tiempo, los demonios han desaparecido de la escena de la cultura y ya no es posible sostener que el “herético” fuera un poseído. Pero seguía siendo sospechoso que Lutero fuera tratado de “demente”. En su trabajo sobre Lutero (publicado en tres volúmenes en Alemania, desde 1911 hasta 1913) el sabio jesuita Hartmann Grisar analizó la personalidad del reformador alemán con las herramientas de la moderna ciencia psiquiátrica, para mostrar que era un psicópata. En forma menos brutal, pero sin gran cambio en la sustancia, fue propuesta una vez más la idea de que la Reforma se originó a partir de un trastorno mental.

Ciertamente ésta no es la mejor manera de entender un enorme y complicado proceso histórico, que no puede depender del carácter y de la eventual neurosis de un solo individuo. En primer lugar, las protestas contra el poder de los papas y en contra de la corrupción de la iglesia se extendieron por toda la Europa cristiana mucho antes de que Lutero comenzara su enseñanza. Basta pensar en los diversos momentos espirituales que, a partir del siglo xii, habían reivindicado el regreso de la iglesia a la pureza y a la pobreza del cristianismo primitivo.

En segundo lugar, la Reforma Protestante, además de Lutero, tuvo un sinnúmero de protagonistas que actuaron de modo independiente y con diferentes ideas. Ya desde la época de la guerra de los campesinos (1525) los reformadores se separaron. Lutero se replegó hacia posiciones conservadoras y, en la Alemania rural, Ios príncipes tomaron el control de la reforma religiosa. La iniciativa del movimiento y de su guía intelectual se movió gradualmente a otros centros. En las ciudades libres del valle del Rin y de Suiza (como en Estrasburgo, Basilea, Zúrich y, finalmente, Ginebra) la Reforma fue decidida por el voto de los Consejos municipales y dirigida por hombres como Martín Bucero (1491-1551), Ulrich Zwinglio (1484-1531) y Juan Calvino (1509-1564), que habían tenido una educación en artes liberales y estaban, más que Lutero, mucho más distantes de la cultura de la Edad Media. Esto no quiere decir que si Lutero no hubiera estado las cosas habrían sido de la misma manera. Se trata de un pensador riguroso y profundo. Su discurso se construye por medio de la fuerte oposición, a menudo empuja a la paradoja. Su estilo, tanto en latín como en alemán, es muy vivo y personal. Incluso, hoy en día, sus escritos se apoderan del lector y le fascinan. Se entiende que se haya convertido en el hito de la lucha y de las decisiones de grandes masas de personas.

Pero la Reforma no se trató simplemente de una disputa religiosa. En los disturbios, en la historia personal y en la obra de Lutero se manifestó la crisis de un mundo entero. Desde este punto de vista, podemos decir que, los que creyeron que Lutero estaba poseído por el diablo, estaban históricamente más cerca de la verdad que aquellos que más tarde lo considerarían un psicópata. Cuando sus contemporáneos vieron los eventos de la Reforma como una lucha entre Dios y el diablo, estaban expresando, en el lenguaje religioso de su tiempo, la idea de que la historia no es solo el producto de la voluntad y la acción individual de un solo hombre. Y expresaron también la convicción de que el mundo había llegado a una etapa decisiva, en la cual se daban juicios absolutamente opuestos.

En cuanto a que eran opiniones sobre datos absolutamente opuestos.

 

En una estampa de la época, Martín Lutero es visto como el Hércules germánico que abate a golpes de martillo al jefe de la iglesia.

Pero es por eso que Lutero se ha convertido en un símbolo, no solo para sus contemporáneos, sino para todos aquellos que reconocen en la Reforma del siglo XVI una señal importante en el nacimiento del mundo moderno. Los liberales y los anticlericales del siglo XIX no estaban listos para entender la crisis religiosa de los hombres del siglo XVI. Pero vieron en la rebelión de Lutero contra el Papa el primer rompimiento de las cadenas autoritarias de la Edad Media.

“Tiró la túnica Martín Lutero, tira tus vínculos o cadenas”.

Estas famosas líneas forman parte del Himno a Satán de Giosuè Carducci (1835-1907). Para el poeta del Resurgimento italiano, Lutero seguía siendo una figura demoniaca. Pero Satanás representa, ahora, el progreso y la libertad. Las revoluciones del siglo xix, sin embargo, han demostrado que el progreso y la libertad de la burguesía no eran necesariamente el progreso y la libertad de los proletarios. En abierto contraste con los liberales, los marxistas afirmaron que la Historia Moderna no es un movimiento en línea recta en el sentido de que de la servidumbre traería la emancipación. La historia se hace, al contrario, del dominio de una clase social sobre otras clases, así como de amargos conflictos por el poder.

Marx también coloca a Lutero en el gran cambio entre la Edad Media y el Mundo Moderno. La Reforma Protestante no conduce, sin embargo, a una completa liberación del hombre: al contrario, ella expresa ya la duplicidad del orden burgués de la sociedad y las contradicciones de la ideología liberal. De hecho, ya se está empezando a duplicar el orden burgués de la sociedad y las contradicciones de la ideología liberal.

Marx escribe, en 1844, en Para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel:

Lutero ha vencido la servidumbre fundada en la devoción, porque ha colocado en su puesto a la servidumbre fundada sobre la convicción. Ha infringido la fe en la autoridad, porque ha restaurado la autoridad de la fe. Ha transformado a los clérigos en laicos, porque ha convertido a los laicos en clérigos. Ha liberado al hombre de la religiosidad externa, porque ha recluido la religiosidad en la intimidad del hombre. Ha emancipado al cuerpo de las cadenas porque ha encadenado al sentimiento. Pero si al protestantismo no le importaba verdaderamente desligar, le interesaba poner en su justo punto el problema. No era más necesaria la lucha del laico con el clérigo fuera de él; importaba la lucha con su propio clérigo íntimo, con su naturaleza sacerdotal.

 

El autor, Mario Miegge.

Los intereses y las ideas contrastantes de los liberales y de los comunistas eran sin duda muy diferentes de los intereses y de las ideas de los reformadores del siglo xvi. Los liberales y los marxistas han interpretado y forzado la imagen y la obra de Lutero para hacerla corresponder con su visión de la historia. Pero, gracias a este forcejeo, Lutero sigue estando presente en el conflicto de las ideas de nuestro tiempo.

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