Cinco caminos hacia la plenitud, de Roger Hurding
La noción de cuidado pastoral es tan antigua como la necesidad humana y el llamamiento a dar respuesta. El impulso de ocuparse de las personas surge de la naturaleza de Yavé a la luz de la revelación ‘Él defiende la causa del huérfano y de la viuda’.
14 DE ABRIL DE 2016 · 17:55

Este es un framgento del libro "Cinco caminos hacia la plenitud", de Roger Hurding (Publicaciones Andamio, 2016). Puede saber más sobre el llibro aquí.
La necesidad de confeccionar mapas fiables del mundo del conocimiento ha sido llevada a tal extremo en el que la persona prefiere antes el mapa que el terreno real, la propuesta del menú a la comida tangible, el modelo a la realidad.
David W. Augsburger
De niño y adolescente, me intrigaban sobremanera los mapas y su confección, aprendiendo a leer los contornos y la simbología con deleite, visualizando de ese modo los distintos territorios. Sucedía, en cambio, en ocasiones que algún mapa en particular no se adecuaba a la realidad del auténtico paisaje. En mis años de adolescencia, en compañía de un primo mío muy querido, nos adentrábamos en bicicleta, con la intención de acampar, en partes para nosotros desconocidas del condado de Essex, contando para ello con la única ayuda de un viejo mapa de la zona. Imaginen nuestra sorpresa cuando, tras subir por una colina, nos encontrábamos repentinamente con una masa de agua, semejante a un mar, que había anegado por completo los campos y vegetación representados en nuestro mapa. El mar en cuestión resultó ser el Embalse Abberton, construido de forma posterior a la confección de nuestro mapa y que, tras su descubrimiento, pasó a ser uno de nuestros lugares favoritos para el avistamiento de pájaros.
En el mundo de hoy se da con frecuencia la tendencia a sistematizar, categorizar, e intentar hacer mapas que desentrañen la complejidad de la vida diaria. Al tratar de marcar el camino que conduce a la plenitud hay que tener en cuenta las palabras que David Augsburger citadas en la cabecera de este capítulo, donde señala el desatino que supone preferir ‘el mapa al terreno real’, como lo sería igualmente deleitarse con el menú en vez de saborear las viandas, o entusiasmarse, por ejemplo, con la maqueta de un coche antiguo de coleccionista sin buscar siquiera experimentarlo en directo. En el intento de marcar cinco vías en el caminar del creyente, hay que recordar necesariamente que las realidades y complejidades de la existencia humana pondrán en cuestión las simplificaciones de nuestros mapas de conocimiento.
Así, en la confección del mapa que marca los caminos que llevan a la plenitud, tendremos presente el papel formativo que la Biblia desempeña en el cuidado comunitario en el seno de la Iglesia. Ese ha sido el caso en la historia del cristianismo, produciéndose aun así en la actualidad un nuevo ímpetu en el discernimiento de cuál sea el lugar que ocupan las Escrituras en la respuesta de la Iglesia ante las necesidades de la persona. Como bien destaca Herbert Anderson en su libro The Bible in Pastoral Practice:
Las nuevas perspectivas en la interpretación de la Biblia y los nuevos enfoques en la atención pastoral son indicio de mayores posibilidades en la conexión entre Biblia y cuidado pastoral en formas auténticas. Al mismo tiempo, se ha hecho evidente que la atención pastoral se halla en una posición privilegiada para dar respuesta a la conexión vital existente entre la Biblia y los dilemas morales de nuestro tiempo.
En nuestro camino hacia la meta marcada, tendremos en consideración tres apartados principales: en primer lugar, el cuidado pastoral como tal, que es, por así decirlo, el paisaje de fondo que queremos delimitar, obteniendo con ello las herramientas necesarias tanto para el trazado de los contornos como para especificación del terreno; para finalmente marcar y señalizar los caminos que nos llevarán a centrarnos en las claves de interpretación del mapa final en lo relacionado, por ejemplo, con el uso de las Escrituras, de las metáforas y de la espiritualidad resultante.
El cuidado pastoral
(…)
La noción de cuidado pastoral es tan antigua como la necesidad humana y el llamamiento a dar respuesta a esa necesidad. Dentro de la tradición judeocristiana, el impulso de ocuparse de las personas surge de la naturaleza de Yavé a la luz de la revelación ‘Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero’ (Deuteronomio 10:18), y la consiguiente percepción de Dios como una Trinidad, esto es, tres personas dentro de la divinidad rectora, siendo, por tanto, convocada la Iglesia emergente a responder ante los requerimientos de la ley divina: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. (Gálatas 5:14). Ese afecto al prójimo ha de ser sin distinción alguna de personas, cruzándose para ello las barreras necesarias y adaptándolo a los contextos y circunstancias particulares: Jesús nos insta a amar incluso a nuestros enemigos; dando él mismo ejemplo rompiendo los tabúes judaicos respecto a los samaritanos, las mujeres, los niños, el trabajar el sábado y el curar a las personas en ese tiempo sagrado de descanso; retando al mismo tiempo al pueblo de Dios a dar respuesta ante el hambre, la sed, la falta de un hogar propio, la necesidad de ropa, la pérdida de salud o el encarcelamiento. Por otra parte, no hace falta decir que una compasión de tan amplio espectro incluye lógicamente a la familia, los amigos y a aquellos que comparten nuestra fe – estos últimos, en ocasiones, a los que precisamente más cuesta amar por no existir de entrada un afecto ‘natural’ . Leanne Payne es muy realista respecto a ese gran llamamiento a practicar un amor cristiano: ‘Amamos de forma confusa, como criaturas caídas; siendo en el transcurso de la existencia donde aprendemos a ponerlo todo en el lugar que le corresponde’.
Dos preguntas muy concretas nos ayudan a ver mejor esa labor de transformación: ‘¿En qué consiste el cuidado pastoral?’ y ‘¿Necesita un fundamento teológico?’ En el capítulo 4, la cuestión a plantear será precisamente ‘¿Qué razón hay para un cuidado pastoral?’, con un análisis pormenorizado de los vínculos existentes entre la metáfora del buen pastor y la consejería y el cuidado pastoral.
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