García Márquez, desarchivado

En 'Cien años de soledad' abundan las reflexiones sobre Dios, la presencia de la Biblia, referencias a la creación tal como se cuenta en el Génesis, las plagas de Egipto, el éxodo del pueblo judío, la historia del diluvio, el apocalipsis de los últimos tiempos.

10 DE MARZO DE 2016 · 20:01

Gabriel García Márquez (1927-2014).,Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez (1927-2014).

La Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, acaba de prestar un gran servicio a los investigadores de la obra del Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, fallecido en México en abril de 2014. El pasado 21 de octubre abrió al público valiosos archivos que poseía del material literario de Márquez, incluyendo el texto de una novela inédita, “En Agosto nos veremos”.

Con la iniciativa de la Universidad de Texas, investigadores y simples curiosos tendrán acceso a esta joya literaria que el autor de “Cien años de soledad” nunca quiso publicar, su última novela. Los estudiosos de la literatura del Premio Nobel no ven las razones por las que no fue dada a la imprenta. Tal vez no estaba satisfecho con el resultado o quizá pensaba seguir trabajando en ella. Todo es simple especulación. Lo importante es que en el manuscrito de esa novela se podrá analizar el proceso de escritura de García Márquez. Unas cien cajas del archivo de Gabo albergan los manuscritos originales de otras célebres novelas del autor colombiano: “Cien años de soledad”, “El otoño del patriarca”, “Crónica de una muerte anunciada”, “El amor en tiempos del cólera”, “El general en su laberinto”, “Del amor y otros demonios”, “Memoria de mis putas tristes”, “Noticia de un secuestro” y “Vivir para contarla”.

Toda esta obra fue adquirida por la Universidad de Texas a la familia del escritor por dos millones, doscientos mil dólares. Además de las obras citadas, el archivo contiene unas dos mil cartas, borradores de su discurso al aceptar el Premio Nobel de Literatura en 1982, más de 40 álbumes de fotografía, máquinas de escribir y álbumes de recortes de periódicos de Hispanoamérica y otras partes del mundo, recopilados meticulosamente. Al anunciar la apertura del archivo, la Universidad puntualizó: “Se trata de que los materiales no se conviertan en piezas de museo, sino que sirvan para alimentar la conversación inteligente en torno a una obra que sigue despertando la curiosidad de miles de lectores”.

Una semana después de la apertura del archivo la Universidad acogió un simposio dedicado a la obra de García Márquez. El escritor británico de procedencia india, Salman Rushdie, inauguró el encuentro, que fue clausurado por la periodista mexicana Elena Poniatowska. Unos 25 académicos, periodistas, cineastas y antiguos colegas de García Márquez dialogaron durante tres días sobre la influencia del Nobel en la literatura hispanoamericana.

Entre los papeles del archivo destaca el intercambio epistolar. Márquez fue amigo íntimo de Fidel Castro y un convencido de la revolución cubana, de cuyos logros, según él, daba cuenta siempre que la ocasión se presentaba. De su otro amigo, Plinio Apuleyo, figuran 40 cartas. Hay también copias de cartas enviadas a los presidentes de Estados Unidos Jimmy Carter y Bill Clinton.

La novela más conocida, más divulgada,  más vendida del autor colombiano es, sin duda, “Cien años de soledad”. La redacción se inició en 1965. La primera edición apareció en Argentina en 1967. Pronto fue considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal. Traducida a 35 idiomas, se han vendido más de cuarenta millones de ejemplares. La publicación del libro garantizó la inmortalidad del autor.

Soy de la opinión que “Cien años de soledad” es una parábola bíblica, con un profundo simbolismo religioso. De esto pude hablar personalmente con García Márquez. Explico dónde y cómo fue.

Siendo presidente de Nicaragua Anastasio Somoza Portocarrero tuvo lugar un levantamiento revolucionario liderado, entre otros, por los hermanos Daniel y Humberto Ortega y Edén Pastora. Los insurgentes adoptaron el nombre de sandinistas, en honor al revolucionario Augusto Sandino, asesinado en 1931 por orden de Anastasio Somoza.

Después de años de lucha, que degeneró en una auténtica guerra civil, el entonces llamado Frente Sandinista de Liberación Nacional se alzó victorioso. En elecciones que tuvieron lugar el 4 de noviembre de 1984 el sandinismo ganó con el 67% de los votos. Daniel Ortega asumió la presidencia del país el 10 de enero de 1985. Un par de semanas antes recibí en Madrid una invitación del ya nombrado ministro de Asuntos Exteriores del nuevo Gobierno, Miguel D´Escoto, para que asistiera a la toma de posesión de Ortega. En la invitación se aclaraba que el Gobierno de Nicaragua se hacía cargo de todos los gastos derivados del viaje en avión y de la estancia en Managua. Al llegar me esperaban en el aeropuerto y me instalaron en el Hotel Camino Real.

Eran tiempos de la Unión Soviética, en cuyos círculos se movía el movimiento sandinista. Al día siguiente de mi llegada comprobé que el hotel estaba lleno de jerarcas rusos.

También estaba Fidel Castro, quien desde el principio había apoyado al Frente Sandinista. Se anunció que Ortega aconsejaba vestir pantalón negro y guayabera blanca. Yo no tenía guayabera. Salí de mi habitación y me dirigí a la puerta del hotel. Llovía. Había personas esperando para tomar un taxi. Entre ellos estaba García Márquez. Lo abordé y me presenté. Me explicó que estaba esperando un taxi para ir en busca de una guayabera. El, que hasta recibió en guayabera el Premio Nobel de Literatura en 1982, en aquella ocasión no tenía esa prenda. Recorrimos en taxi varias tiendas de Managua hasta que encontramos un par de guayaberas con etiquetas de París.

 

Luego estuvimos una media hora tomando café y algunos dulces. A instancias mías estuvimos todo el tiempo hablando de “Cien años de soledad”, novela de la que yo había escrito un largo ensayo, publicado años después en mi libro “El sueño de la razón”.

Recuerdo este episodio. Llega un día en que los habitantes de Macondo pierden la memoria. Para recordar las cosas, las escriben. De un lugar a otro en la calle principal del pueblo extienden un letrero con esta inscripción: “Macondo, Dios existe”.

Pregunté a García Márquez: “¿está ahí la clave de la novela?”.

-“Puede ser”, respondió sin ganas de dar más explicaciones.

Lo que para el célebre autor el letrero era un puede ser, para mi es.

Leída la novela con ojos de un escritor creyente, “Cien años de soledad” es una parábola bíblica, lo he dicho.

 

Abundan las reflexiones sobre Dios, la presencia de la Biblia, referencias a la creación tal como se cuenta en el Génesis, las plagas de Egipto, el éxodo del pueblo judío, la historia del diluvio, el apocalipsis de los últimos tiempos y otros destacados temas inmortalizados en la Divina Palabra y que están presentes en la literatura de todos los tiempos, en la naturaleza, en la conciencia del ser humano.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - García Márquez, desarchivado