“Ante un mundo apático, necesitamos reavivar la pasión por Dios”

Itiel Arroyo presenta ‘Incendiario’, su nuevo libro, que define como “un diario personal para el incendio del alma, para reavivar el fuego de la pasión por Dios”.

Daniel Hofkamp

ESPAÑA · 05 DE OCTUBRE DE 2022 · 20:30

Itiel Arroyo, predicador,comunicador y autor cristiano.,itiel arroyo
Itiel Arroyo, predicador,comunicador y autor cristiano.

En un mundo donde la apatía y el cinismo crecen, y estos también se filtran en la vida de los cristianos, Itiel Arroyo comparte un mensaje lleno de pasión. A través de su nuevo libro, ‘Incendiario: 40 días para consumir tu apatía y vivir intensamente’ (Editorial Vida, 2022) el joven predicador vasco apunta a la necesidad de reenfocar la vida espiritual para encontrar el verdadero propósito de Dios, y así llevar al lector a una acción marcada por la compasión y la misericordia.

Itiel Arroyo lleva varios años transmitiendo su pasión por Dios en España y Latinoamérica, a través de multitudinarias conferencias y una amplia difusión en diversas redes sociales. A pesar de lo que se podría considerar un éxito mediático, Arroyo no deja de ser crítico y admite que las pantallas muchas veces nos insensibilizan y, con ello, nos alejan del propósito de Dios para la vida. Por eso, en este libro no solo plantea una lectura, sino una interacción que por 40 días lleve a las personas a tomar decisiones y experimentar para cambiar su enfoque y pasar de una vida apagada a una vida ardiente.

El libro-diario, que cuenta con ilustraciones de Carlos Silva, se encuentra ya disponible a la venta en plataformas digitales y librerías.

 

Pregunta. ¿Por qué escribiste ‘Incendiario’?

Respuesta. Fundamentalmente por dos impulsos. Primero, que a lo largo de los años, trabajando en la pastoral juvenil, al conversar con pastores, padres y líderes, me han hecho el mismo diagnóstico de nuestra generación. Con tristeza, decían: “les falta pasión”. Y yo corrijo esta frase, porque no creo que esta generación no tenga pasión, sino que más bien esta pasión está mal dirigida. La pasión se drena hacia los lugares equivocados: en lugar de estar enfocados en lo eterno, nos diluimos en las cosas más absurdas, sobre todo en esta era del entretenimiento. Hay pasión derrochada en hacer maratones de series en Netflix, jugar a videojuegos, coleccionar funkos… No digo que estas cosas estén mal, pero creo que Dios nos creó para algo más trascendente que esto. Cuando todos estos pastores, una y otra vez, me hablaban de esa falta de pasión, iba incorporando en mi alma la necesidad de crear algo que ayudase a reenfocar la pasión en Jesús y en su reino.

“Dios quiere reenfocar nuestros corazones hacia Él”

El segundo motivo fue que, cuando la editorial se puso en contacto conmigo para proponerme escribir un libro, nos encontrábamos en pandemia, y yo estaba experimentando un momento de apatía en mi vida. Para mí la pandemia supuso detenerme en toda la vorágine de eventos, compromisos, viajes, proyectos que marcaban mi día a día. Sin quererlo, alguien como yo suele tender a poner su identidad en lo que hace, y no en una relación que tiene. Y creo que Dios quería tratar esto conmigo, y reenfocar mi corazón, no hacia los proyectos, sino hacia Dios mismo. Yo sentía entonces como si me hubiesen robado algo, porque no estaba pudiendo hacer lo que estaba haciendo, y me sentía triste, desalentado o sin fuerzas. Y la editorial me invitó a escribir un libro que tuviera mi esencia. Ellos me dijeron que me veían como alguien apasionado con lo que hace. Y yo pensaba: “llegáis en el peor momento de mi vida, porque me siento apático, sin ganas”. Algo profundo estaba pasando en mi corazón: era una crisis.

Entonces Dios me habló para decirme que en realidad era el mejor momento para escribirlo, porque Dios me quería llevar a descubrir lo que es vivir una vida apasionada. Dios me dijo: “quiero llevarte a la esencia de la pasión, que se encuentra en conectar conmigo. Y te voy a llevar en un viaje de reavivamiento personal”. Dios quería tomar mis cenizas y convertirlas en fuego. Y así pasó: a medida que iba escribiendo, iba recordando aquello que da significado a mi vida, que no son los eventos, los proyectos o una agenda llena, sino Dios mismo y su reino, y los propósitos que están en mi vida cotidiana. Para mí fue sanador, y lo he planteado para que sea sanador para cualquiera que lo lea.

“Ante un mundo apático, necesitamos reavivar la pasión por Dios”

El libro, editado por Vida, ya está disponible en plataformas digitales y en preventa.

P. En el libro planteas un viaje de 40 días, algo que tiene ecos con situaciones de varios personajes bíblicos, e incluso Jesús, que pasó 40 días en el desierto. ¿Esperas que las personas, más que leer un libro, lo tomen como una experiencia vital?

“Jesús nos invita a ser compasivos y misericordiosos, es decir, tener sensibilidad por lo que ocurre a nuestro alrededor”

R. Sí, de ahí nace el título, con el juego de palabras entre “incendio” y “diario”. Quiero que sea como un diario personal para el incendio del alma, para reavivar el fuego de la pasión por Dios en nosotros. No era mi plan hacerlo así, pero a medida que iba escribiéndolo, noté que llevar al lector por una experiencia de 40 días era adecuado. Cualquiera que haya leído la Biblia se dará cuenta de la relevancia de los 40 días, que significaron encuentros con Dios, tiempos para reformular, arrepentirse, sanar… De la misma manera, quise que fuera una oportunidad para que el lector consagrase 40 días de su vida para un reencuentro con Dios. No es un libro que lees, sino también un diario con el que interactúas y tú vas creando. Tienes que escribir, pintar, arrancar páginas, e incluso te planteo ejercicios y misiones. Creo que tenemos que salir de la apatía, que es falta de sensibilidad y falta de acción. Me gustaría que los que lo lean puedan recuperar la sensibilidad perdida sobre quién es Dios, pero también quiero empujarlos a hacer cosas, ejercicios que les ayuden. Nuestra fe es una fe muy activa, Jesús nos invita a ser compasivos y misericordiosos, es decir, tener sensibilidad por lo que ocurre a nuestro alrededor y hacer algo. Ese es el sentido del libro, que vuelvas a sentir sensaciones concretas sobre Dios y sus propósitos y hagas algo con eso.

 

P. El sentir es importante en nuestra sociedad actual. ¿Hay un desenfoque en los cristianos al no buscar llenar nuestros sentidos con Dios y hacerlo con otras cosas?

R. Haré un matiz. Vengo de un contexto eclesial donde se insiste en que un cristiano debe ser guiado por la verdad, afirmándonos en la importancia de la mente y tal vez dejando algo de lado el corazón. Nos guiamos por la verdad, y no tanto por lo que podamos sentir. Una verdad que se puede razonar y que creemos porque tenemos fe. Pero cuando veo la vida de Jesús, encuentro a una persona muy sensible. Era un hombre que sentía misericordia y compasión por las personas que le rodeaban. Tenía sentimientos puros, santos, alineados con el corazón de Dios. Y esos sentimientos le impulsaban a traer justicia, esperanza, libertad, sanidad…

“La pasión con Dios nos compromete con un mundo que sufre”

Creo que no podemos satanizar las sensaciones como si furan algo malo, sino redimirlas, santificarlas. Los sentimientos son muy poderosos. Por ejemplo, cuando uno está enamorado hace locuras, y eso nos ayuda a capturar el corazón. Lo que me gustaría es que al leer el libro se santifique ese sentimiento y se despierte la ilusión para decir: “sí, merece la pena vivir una vida apasionada por Dios”. Y luego, que ese sentimiento nos lleve a la acción, como era en la vida de Jesús. La pasión con Dios nos compromete con un mundo que sufre. Ese es el viaje por el que llevo al lector. Empiezo hablando sobre Dios, sobre su corazón y lo que Dios quiere hacer en el nuestro, pero termino hablando sobre la misión, lo que Dios espera que hagamos en el mundo.

Creo que este mundo corrupto está intentando capturar nuestras emociones, y lo hace de maneras muy sutiles. A través de las redes sociales ha conseguido captar nuestra atención, robándonos la sensibilidad. Estamos expuestos a tantos estímulos constantes, a través de las redes, los vídeos, la música, que vivimos vidas distraídas. Es como que nos desenfocan. Cosas que nos estimulan los sentidos constantemente, y no logramos encontrar el silencio para escuchar la voz de Dios, que nos está llamando a Él. Me gustaría que, con este libro, el lector pueda crear en estos 40 días un compromiso de ayuno, para limitar todo lo que está drenando mi atención y que pueda concentrarme en Dios y en sus propósitos. Utilizo la palabra ayuno porque es significativa: es decir “no” a elementos que son comida basura, y buscar el alimento saludable que encontramos en Dios, en la Palabra y en su presencia.

“Ante un mundo apático, necesitamos reavivar la pasión por Dios”

Cada día el libro propone una serie de lecturas, reflexiones y retos a llevar a cabo.

 

P. Usas la palabra “ayuno”, y esto me hace pensar en la cantidad de ofertas de consumo que tenemos a nuestro alrededor, pero que quizá no estamos preparados para procesar tal cantidad de una forma adecuada. ¿Vivimos en un mundo de exceso de entretenimiento, de distracciones?

R. Es algo que pasa desapercibido, pero en esta era digital, los algoritmos están diseñados para mantenernos conectados el máximo tiempo posible. Pero no para hacernos crecer en conocimiento, sabiduría o inteligencia, sino entreteniéndonos. Y el entretenimiento es un ladrón de nuestro propósito. Los estímulos vienen, además, mezclados. Cuando uno hace slide en su móvil, en cualquier red social, en un minuto podemos ver una foto de gatitos, un baile, la desgracia de una masacre en África, y un meme. Y nuestro cerebro llega a creer que estas cosas están todas en la misma categoría. Lo que estamos sacrificando, sin darnos cuenta, es nuestra sensibilidad. Y perdemos la ocasión de tener sentimientos santificados, algo que Dios quiere que vivamos. Dios siente: felicidad, paz, amor… Y  Él quiere que sintamos como Él siente.

“El exceso de entretenimiento nos está robando la sensibilidad, nos hace apáticos, nos hace perder el corazón”

El exceso de entretenimiento nos está robando la sensibilidad, nos hace apáticos, nos hace perder el corazón en el proceso. Con este libro me gustaría que alguien experimente este ayuno de excesos y reconectase con el Dios que lo está llamando a vivir una vida mucho más grande que hacer slide en Instagram. Porque lo que sacrificamos mientras procrastinamos es nuestra propia vida. Lo más valioso es el tiempo que Dios nos ha dado. Es triste pasar la vida viendo fotos de lo que otros están haciend, que la mayoría de veces es mentira, y perder tu propia vida.

En el libro lo escribo: vivir distraído te lleva a perder a tu hija, a tu esposa, a tus amigos, por no vivir el presente. Ellos están a nuestro alrededor, pero si estamos entretenidos, nos lo perdemos. Es un drama.

P. Perder la sintonía con Dios lleva a desconectar de los demás. En una sociedad donde tenemos tantas opciones para conectar, ¿por qué parece que somos la generación con más problemas de soledad?

R. En este mundo hiperconectado virtualmente, nos estamos sintiendo más solos y aislados que nunca. Dios nos diseñó con la necesidad de conectarnos con él y con los que nos rodean. La conexión virtual es un apaño, pero nunca sustituirá la conexión real, de vernos y estar juntos.

“Dios ideó la iglesia para responder a nuestra necesidad de comunidad”

Dios ideó la iglesia, la comunidad, no como una opción, sino como una necesidad para el mundo entero. La iglesia es la red social de Dios, que implica estar presentes, juntos, tocarnos, amarnos, servirnos, rozar, pelear, aprender, exhortar… Por mucho que se hable de las nuevas maneras de hacer iglesia en la era virtual, yo no diría que consumir vídeos de predicaciones en Youtube sea hacer iglesia. Eso es consumo, consumo de información, de conocimiento… Está bien, yo sumo incluso a ese contenido. Pero eso no puede sustituir a la iglesia. A través de este libro llamo al lector a reconectar con su espacio local. Vivimos en una era donde estamos arrepentidos por lo que hicimos en el pasado, sintiéndonos culpables, y muy ansiosos por el futuro, por lo que queremos llegar a ser o hacer. Y entre la culpa del pasado y la ansiedad por el futuro está el presente, la presencia de Dios. Dios se encuentra ahora, en el presente, aquí. Y ser consciente de su presencia es lo que nos hace vivir vidas alegres. Cuando me conecto con Dios, cuando reconozco que Él está conmigo, soy invitado a conectarme con las personas importantes en mi vida: con mi esposa, con mi hija, con mi iglesia local. Pero no a través de la pantalla, sino en persona, tocándonos, sirviéndonos, amándonos. Creo que quien vuelve a vivir este presente, descubre la alegría perdida.

El marketing siempre nos dice que nos falta algo: un producto, una experiencia… En este libro quiero despertar a las personas para darnos cuenta que ya tenemos todo lo que necesitamos, ahora. Para mí ha sido sanador, porque sentía que me habían quitado algo. Al escribir el libro, recordé que lo que necesito ya lo tengo, y que mi alegría es Dios y lo que Dios ya me ha dado, las personas a mi alrededor. Todo lo demás es añadido.

“Ante un mundo apático, necesitamos reavivar la pasión por Dios”

Las ilustraciones de Carlos Silva y el diseño juegan un papel importante en el libro.

 

P. Un incendio no se queda solo en un fuego inicial, sino que también implica que el fuego se expanda. ¿Qué te gustaría que ocurriese con este libro?

R. Me encantaría que quienes vivan esta experiencia la compartan con otros, y se cree un movimiento de personas que viven apasionadas por Dios. Creo que la pasión es muy contagiosa. Los programas que más nos atraen en la televisión es la de aquellos que hacen cosas con pasión. Es contagioso, por eso me encantaría que los incendiarios sean personas apasionadas, que el fuego se expanda y podamos vivir ardiendo como cristianos en un mundo que se siente cada vez más frío y oscuro. Una iglesia “en llamas” es lo más atractivo que puede existir.

 

Puedes conocer más sobre este libro visitando esta web, donde también puedes descargar de forma gratuita una muestra de los primeros capítulos.

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