La búsqueda de Dios de Albert Camus

Este 7 de noviembre de 2013 se cumple exactamente un siglo del nacimiento en Argelia de Albert Camus, un genial escritor del que analizamos su búsqueda espiritual.

MADRID · 06 DE NOVIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Entre todo lo publicado alrededor de la muerte de Albert Camus, hace 50 años, está el interesante punto de vista de un pastor metodista americano. Howard Mumma conoció en su iglesia en París al filósofo francés meses antes de que éste se estrellara contra un árbol en un accidente de coche. Ahora que se cumple un siglo de su nacimiento, este testimonio es una interesante aportación al peregrinaje espiritual del genial escritor francés. No sorprende el inmenso interés que el pensador nacido en Argelia aún levanta “no sólo en centros de educación” sino en las generaciones jóvenes, “que lo leen por placer”. Entre las obras que pretenden resumir el legado de Camus están Camus, el Intocable (Jean-Luc Moreau), Los últimos días de Albert Camus (José Lenzini) o el libro de su propia hija, Catherine Camus: Albert Camus, solitario y solidario. Entre los retratos menos comentados está el de Howard Mumma, un pastor metodista que durante algunos años predicó en la iglesia protestante americana en París. En su libro recoge las memorias de su amistad con Camus, y reflexiona sobre la impresión que a él le dejaron las conversaciones que pudo tener con el filósofo. Lo que Camus pensaba sobre Dios, y sobre cómo la fe podía o no encajar en su visión de la vida. ENCUENTRO ENTRE PASTOR Y FILÓSOFO Mumma, explica José de Segovia, “no quiere con el libro sumarse un tanto como orientador espiritual del filósofo” sino que simplemente se esfuerza por poner por escrito su relación con Camus. Fue la música del conocido organista Marcel Dupré lo que atrajo Camus a la iglesia que pastoreaba Mumma. En el primer encuentro que tuvieron, Camus ya le reconoció al pastor que buscaba algo más que la música. No fue pues, mera curiosidad, sino “una auténtica búsqueda espiritual”. Explica Segovia que la “sensibilidad de Camus por el tema del sufrimiento era tremenda”. El problema del mal era uno de los principales obstáculos para creer en la existencia de un Dios como lo describe el cristianismo. “Era un hombre al que le costaba mucho comprender como puede haber un Dios de amor que permite el dolor de los niños”. En las conversaciones con el pastor Mumma, por tanto, Camus volvía constantemente a este tema, ya que “en su filosofía misma, el problema del mundo y de la vida parten de la injusticia”, explica Segovia. Camus, sin embargo, las veces que asistía a la iglesia, realmente escuchaba las predicaciones, y prueba de ello es que, como Mumma describe en el libro, en una comida que compartieron el filósofo le empezó a preguntar sobre el contenido de sus sermones. Las preguntas querían probar la literalidad de la Biblia y ver las posibilidades de que Dios encajara en sus propios planteamientos de la vida. LAS PREGUNTAS DE CAMUS Así pues, llega un momento en el que Camus se enfrenta directamente con la Biblia. Explica Segovia que “una copia en francés de la Biblia se la regala el pastor, y las preguntas ahí se multiplican”. Al comenzar Camus a leer regularmente los textos bíblicos, sus preguntas ya irán basadas directamente sobre la definición que de Dios encuentra allí. Pero las respuestas que Mumma daría a Camus son “algo decepcionantes”, opina Segovia. “Mumma ve un cierto sentido de revelación” en la Biblia, pero él mismo, como pastor, no “confía demasiado en el relato bíblico” por el que Camus le pregunta. El pastor incluso anima al filósofo a hacer lecturas simbólicas de la Biblia, “y a veces”, comenta Segovia tras leer el libro, “no sabes quién está más perdido, si el pastor o el filósofo”. Sin embargo, “pese a lo precario de las respuestas del pastor”, Segovia destaca que las “inquietudes de Camus no desaparecen, más bien al contrario”. Y considera que más allá de las interpretaciones equivocadas que los mismos pastores pueden hacer, hay importancia en el hecho que Camus pudiera escuchar en esta iglesia protestante la lectura directa de los textos bíblicos. Y esto “se ve en la evolución de las conversaciones”, que se van centrando cada vez más en lo que Camus lee en la Biblia, lo cual demuestra, para Segovia, la importancia de que la Biblia sea protagonista, ya que es el mensaje “vivo y eficaz, a pesar de nosotros mismos [los cristianos]”, cosa que se ve en la relación entre Camus y Mumma. Camus mismo, cerca del final abrupto de su vida, le plantea a Mumma la posibilidad de bautizarse, explica el propio pastor americano en su libro. Pero Segovia duda si el filósofo realmente habló de ello por un entendimiento claro del evangelio, o si lo veía más como un rito. Mumma mismo reconoce sus dudas sobre la posibilidad que Camus hubiera entendido el mensaje bíblico y se hubiera convertido. Es en las últimas páginas de El existencialista hastiado que uno se identifica de una forma más cercana con el pastor, comenta Segovia. En la reflexión de Mumma tras la muerte en accidente de Camus, destaca “su propia conciencia de fracaso” por no haber hecho más por la fe del filósofo. J. DE SEGOVIA: “CAMUS BUSCÓ TODA SU VIDA” Más allá del libro, José de Segovia coincide con Mumma en describir a Albert Camus como un “existencialista hastiado, un buscador cansado”, que a diferencia de otros filósofos franceses como Sartre, “no se cree en posesión de la posesión de una verdad que ya ha conseguido”. La “experiencia de falta de respuestas” no le enorgullece en sus planteamientos filosóficos, sino que le “lleva a una mayor insatisfacción”. El filósofo buscaba una experiencia radical. “Prácticamente toda su vida siguió buscando”, opina Segovia. Camus mismo diría en 1954 que el que le denominaran como ateo no tenía ningún sentido, que era una definición que le sonaba “vacía”. Tampoco le gustaba ser etiquetado como “existencialista”. Según Segovia, Camus era una “ateo en la práctica, pero no defendía el ateísmo de una forma racional, filosóficamente”. “Estaba abierto a todo lo contrario”, no cerraba la puerta a nada, explica Segovia, porque su búsqueda de la verdad está por encima de unas normas de juego delimitadas. Al final de su vida, explica Segovia, “no ve solución y sentido a la existencia, y su humanismo entra en crisis”, por lo que en los años previos a su muerte repentina, se abre la puerta a la posibilidad de la fe. “Camus buscaba el sentido de la vida”, considera Segovia, tras un matrimonio fracasado, amistades rotas y sentirse desencantado con la ideología comunista. “Estaba en un momento existencial bastante grave, y abierto al milagro de lo que pudiera ser la aparición de la fe”, así que “quién sabe qué estaba ocurriendo en él, y en qué estado murió”.

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