Descenso a la nada

Su viudedad le condujo a una situación crítica. Había amado a su mujer con entrega total hasta sus últimos días.

Ahora su vida no tenía sentido. Sin ella no disfrutaba como antes de sus hijos y nietos.

Llamó a la puerta de la fe y buscó consuelo en Dios. Le prometieron que la conversión cambiaría las cosas. Pero ni aun así la divinidad acabó de suplir su falta.

El Alzheimer le fue introduciendo en la degradación personal.

Antes de adentrarse en ese túnel oscuro expresó una preocupación desesperada.

— Mi esposa no era creyente, ¿quiere decir que no la veré en los cielos?

— Ateniéndonos a lo revelado, solo quien cree en Jesucristo va a la eternidad —le informó el consejero espiritual.

Desde entonces se le oscurecieron los ojos de tristeza y ya no se supo más de él porque se sumió en el descenso a la nada y al olvido.

Y es que la fe es para un tiempo, pero solo el amor quiere permanecer para siempre.