Aspectos de la fecundación «in vitro» (FIV)

Por fecundación "in vitro" se entiende que el proceso habitual de la fusión entre el óvulo y el espermatozoide se realiza de forma artificial en un laboratorio, en vez de hacerlo en las vías reproductoras femeninas. Posteriormente el cigoto así formado es transferido al útero o a las trompas de Falopio.

12 DE DICIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Las causas de esterilidad que llevan a solicitar esta técnica pueden ser de origen masculino o femenino. En el primer caso se debe, en numerosas ocasiones, a una reducción en el número de espermatozoides presentes en el semen, tal como se señaló para la inseminación artificial, pero siempre y cuando éstos sigan presentando niveles aceptables de motilidad. También se recurre a la FIV cuando el conducto deferente está lesionado y los espermatozoides, por tanto, no pueden acceder desde los testículos hacia el orificio externo de la uretra. La esterilidad femenina es consecuencia generalmente de obstrucciones o problemas en las trompas de Falopio que se han podido generar bien por anteriores intervenciones quirúrgicas, bien por esterilizaciones o procesos infecciosos. En ocasiones la esterilidad puede deberse también a incompatibilidades inmunológicas entre el líquido seminal y el moco cervical. Cuando los espermatozoides no pueden traspasar por sí solos, y de manera natural, el cuello del útero ya que son destruidos por las secreciones de éste, resulta imposible, por tanto, que lleguen al óvulo y se produzca la fecundación. En tales casos, la fecundación "in vitro" sirve para saltar esta barrera cervical al poner los gametos directamente en contacto, fuera del cuerpo de la mujer, e implantar después el embrión así formado en el endometrio uterino. Las mayores dificultades éticas que suelen plantearse a la FIV dentro de la pareja son aquellas que se refieren al importante número de fracasos que acaban en aborto y a los llamados "embriones sobrantes", es decir, aquellos que se congelan o destruyen. En cuanto al primero de estos inconvenientes se ha hablado de que tales técnicas suponen un verdadero "despilfarro de embriones" y una manera de "enviar al cadalso" a un elevado número de seres humanos en potencia. Sin embargo, si la tasa de éxitos de la FIV está entre el 20% y 30%, esto significa que tales cifras no se encuentran demasiado lejos de aquellas que se dan en los embarazos naturales. En efecto, los últimos estudios embriológicos demuestran que el número de abortos espontáneos ocurridos durante las dos primeras semanas del embarazo natural se sitúa entre el 70% y el 80%. La mayoría de tales abortos ni siquiera son detectados por la propia mujer. De manera que resulta posible afirmar que tanto en la fecundación "in vitro" como en el embarazo natural, se da un despilfarro similar de embriones que presentan anomalías graves o no consiguen anidar correctamente. El argumento que considera la FIV como éticamente ilícita por la única razón de que un elevado número de embriones implantados va a perecer poco después, debe ser matizado ya que, en realidad, un porcentaje parecido de abortos espontáneos se produce también en los embarazos naturales, sin que intervengan para nada manipulaciones artificiales.

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