La antropología de Dios (III)

La antropología cultural afirma que todos los pueblos y tribus de la tierra han tendido siempre a compararse con otras poblaciones vecinas. De tales comparaciones surgió, en numerosas ocasiones, el nefasto fenómeno del etnocentrismo. Es decir, la idea de que los individuos pertenecientes a los demás pueblos vecinos no eran verdaderos seres humanos."/>

Un creador, una sola humanidad

La antropología de Dios (III)

La antropología cultural afirma que todos los pueblos y tribus de la tierra han tendido siempre a compararse con otras poblaciones vecinas. De tales comparaciones surgió, en numerosas ocasiones, el nefasto fenómeno del etnocentrismo. Es decir, la idea de que los individuos pertenecientes a los demás pueblos vecinos no eran verdaderos seres humanos.

20 DE AGOSTO DE 2009 · 22:00

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Los auténticos hombres serían los miembros de la propia tribu mientras que, por el contrario, los extranjeros no eran hombres. Tales cuestiones se debatían todavía en la época en que Cristóbal Colón descubrió América. El pueblo de Israel y posteriormente el cristianismo primitivo, sin embargo, sostuvieron otra visión de la humanidad. Si Dios era el creador y juez de todos los hombres, entonces sólo podía haber una misma historia universal. Todos los pueblos de la tierra compartían un destino común. Adán no es considerado como el primer israelita, sino como el primer ser humano. El principio y el final del Antiguo Testamento están sostenidos por dos contrafuertes que soportan todo el edificio de la fraternidad veterotestamentaria. En efecto, en el último libro puede leerse: "¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro?" (Mal. 2:10). Y al inicio, en el Pentateuco, se dice: "Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto" (Lv. 19:34). Esta visión solidaria y fraternal hacia todos los seres humanos se sublima en las páginas del Nuevo Testamento. Los evangelios sinópticos relatan que, en cierta ocasión, cuando la muchedumbre que escuchaba al Señor Jesús le informó de que su madre y sus hermanos estaban afuera buscándole, Él, mirando a todos los que estaban allí, les sorprendió con esta respuesta: "He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre" (Mr. 3:34-35). El amor de Dios que se manifiesta en Jesucristo es capaz de borrar todas las diferencias con que los hombres se separan de los hombres. El principio de amar al prójimo como a uno mismo, junto a la idea expresada por Pablo de que el Creador "de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres" (Hch. 17:26), constituyen las bases solidarias y unificadoras de la antropología cristiana. La cruz de Cristo une e iguala a los humanos, ya que ante ella se derrumban todas las mitificaciones discriminadoras y racistas del hombre.
Artículos anteriores de esta serie:
1La antropología de Dios
2¿Por qué Dios ama y crea la vida?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - Un creador, una sola humanidad