La irrupción de la vida
La Biblia no es un tratado de zoología y no especifica qué clase de animales eran los seres vivientes, pero permite entender que se trataba de seres de vida avanzada.
02 DE FEBRERO DE 2025 · 13:20
Cuando el todoterreno Opportunity se posó sobre el suelo de Marte, a principios de 2004 -hace ya más de dos décadas- los científicos de la NASA aplaudieron emocionados porque la operación se había realizado con éxito.
Durante las siguientes semanas, el aparato empezó a enviar información e imágenes de las rocas marcianas que fueron meticulosamente estudiadas por los diferentes especialistas.
Algunas de tales rocas eran areniscas con marcas onduladas, que podrían haber sido originadas en el pasado remoto por corrientes de agua. Quizás en algún momento Marte fue húmedo y cálido, pero hoy es un planeta inhóspito, seco, frío y sin vida.
Cinco semanas después del aterrizaje, la NASA dio una conferencia de prensa cuya conclusión fue precisamente ésta: se podía hablar de agua, pero no de vida.
Sin embargo, a pesar de esta contundente declaración, casi todas las agencias de noticias del mundo empezaron a publicar artículos sobre la vida en Marte.
El ser humano ha estado fascinado desde siempre por la posibilidad de la existencia de vida en otros mundos. No obstante, por lo que sabemos actualmente, la Tierra es el único planeta biológico del Sistema Solar.
Se especula acerca de la probabilidad de la existencia de microbios en lugares tan remotos como las lunas heladas Europa o Encéfalo, pertenecientes respectivamente a Júpiter y Saturno.
Sin embargo, hasta el presente, sólo se trata de meras suposiciones. Lo que está claro es que, sea como fuere y por lo que sabemos de nuestro entorno planetario inmediato, la vida sólo irrumpió en la Tierra.
Cuando el planeta estuvo preparado para ello, con luz, agua, aire que se podía respirar, así como mares y continentes de tierra seca con abundantes vegetales, que proporcionaban oxígeno a la atmósfera y podían servir de alimento, el escenario acogió a nuevos actores: los animales marinos y los aéreos.
La Biblia lo explica así: “Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto” (Gn. 1:20-23).
El verbo hebreo sheres que se tradujo como “seres vivientes” se refiere a un enjambre de animales pequeños y prolíficos. 1 Caben en esta denominación todo tipo de invertebrados acuáticos, como crustáceos, moluscos, equinodermos, anélidos, medusas, corales, etc., y también vertebrados como peces o anfibios.
La Biblia no es un tratado de zoología y no especifica qué clase de animales eran estos seres vivientes, pero permite entender que se trataba de seres de vida avanzada, que necesitaban la luz procedente de los astros para regular sus ritmos biológicos.
Los paleontólogos han descubierto muchos fósiles de animales marinos que demuestran la famosa explosión de vida del Cámbrico, período geológico que tuvo lugar hace entre 485 y 541 millones de años atrás. 2
En este tiempo, aparecieron abundantes formas que hoy ya no existen, como los famosos trilobites extintos, pero también otras que todavía siguen vivas (esponjas, caracoles, almejas, calamares, gusanos poliquetos e incluso vertebrados sencillos).
Lo curioso es que cuando se comparan todos estos fósiles cámbricos con los del período inmediato anterior (el llamado Ediacárido, perteneciente al Precámbrico), resulta que son muy diferentes y no evidencian que hayan podido evolucionar a partir de ellos.
Los animales ediacáridos, pertenecientes a la explosión biológica de Avalon, tenían aspecto de plumeros anclados en el sustrato, parecían gorgonias, corales aplanados, tubos sésiles, etc., mientras que los de la explosión cámbrica (ocurrida unos 33 millones de años después) podían nadar libremente y poseían cabeza, ojos y un cuerpo repleto de apéndices locomotores.
Esta disparidad zoológica, así como la gran cantidad de especies complejas que aparecieron en tan poco tiempo geológico sigue siendo un misterio para el evolucionismo. Sin embargo, es lo que cabría esperar de un creador sabio.
Según la geología y la ciencia de los fósiles, los primeros animales aparecieron en la Tierra cuando ésta ya tenía unos cuatro mil millones de años. Tuvo que transcurrir todo ese tiempo con el fin de que las condiciones físicas del planeta fueran adecuadas para sustentar a los seres vivos.
Al principio, la atmósfera de la Tierra poseía muy poco oxígeno. Esto se sabe porque las rocas y los minerales reflejan cómo eran el aire y el agua en el momento en que éstas se formaron.
Sin embargo, hace unos 2.400 millones de años, el oxígeno empezó a acumularse en la atmósfera y fue aumentando hasta que todo estuvo a punto. Probablemente debido a la acción de las bacterias cianofíceas, que son capaces de generar oxígeno a partir de la fotosíntesis.
Lo mismo ocurrió con la temperatura de la superficie terrestre, la intensidad de la radiación y luminosidad solar, la disminución progresiva del vulcanismo, los seísmos, los impactos de meteoritos, etc., etc.
Todo se fue adaptando poco a poco hasta que, de repente, en el fondo de mares poco profundos, surgió una enorme diversidad de formas de vida complejas, con casi todos los planes corporales imaginables.
Verdaderos enjambres de seres vivientes acuáticos empezaron a pulular por los mares primitivos, tal como dice la Biblia. Fue un gran acto de creación. Un milagro que todavía no podemos comprender.
El famoso paleontólogo evolucionista, Stephen Jay Gould, reconoce que la gran diversidad de animales que aparecieron en la explosión del Cámbrico “nunca más habría de ser alcanzada y que hoy en día no es igualada por todos los animales de todos los océanos del mundo”. 3
Tres páginas después, afirma que “prácticamente cada uno de los géneros de Burguess Shale (célebre formación rocosa de Canadá donde se encontraron los fósiles del período Cámbrico) representa un diseño en sí mismo, sea el que sea el criterio anatómico que se emplee” 4
Es como si tales fósiles hubieran sido colocados allí, sin ninguna historia evolutiva previa. Es evidente que la aparición explosiva de nuevas formas de vida supone un problema tremendo para la teoría evolutiva materialista.
Muchos autores se ven obligados a hablar de diseño, aunque no acepten la existencia de un diseñador.
1.Ross, H. 2023, Navegando Génesis, Kerigma, Salem, Oregón, p.
2. Knoll, A. H., 2021, Breve historia de la Tierra, Pasado & Presente, Barcelona, p. 123.
3. Gould, S. J., 1991, La vida maravillosa. Burgess Shale y la naturaleza de la historia, Crítica, Barcelona, p. 210.
4. Ibid, 213.
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