¿Cómo funciona el sexo? (I)

Cada día nacen en el mundo más de 370.000 bebés, del mismo modo que lo han venido haciendo desde siempre. Es decir, de manera natural. ¿Cómo logra la naturaleza semejante proeza?

20 DE ABRIL DE 2024 · 21:00

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Imagen de Janko Ferlic en Unsplash.

Estamos tan acostumbrados a mirarnos en el espejo, a observar el cuerpo humano, a saber a grandes rasgos cómo realizamos la mayoría de las funciones vitales, cómo actúa el aparato digestivo, el respiratorio, la circulación de la sangre o cómo vienen los bebés al mundo, que todo nos parece normal y lógico. Sin embargo, pocas veces nos paramos a pensar que nuestro cuerpo aporta cada día soluciones muy eficaces a miles de problemas complejos y diferentes. Soluciones que requieren de órganos, glándulas, aparatos y sistemas distintos pero perfectamente interconectados. Si resulta difícil que el cuerpo funcione bien, muchísimo más difícil es crear un cuerpo en nueve meses a partir de dos células microscópicas. Los desafíos bioquímicos, fisiológicos, biomecánicos o de bioingeniería son tantos y tan increíblemente complicados como para desalentar a cualquier comité científico que pretendiera formar un homínido a lo Frankenstein. 

Nadie ha logrado todavía crear vida en el laboratorio, no digamos ya fabricar artificialmente a un ser humano. No obstante, cada día nacen en el mundo más de 370.000 bebés, del mismo modo que lo han venido haciendo desde siempre. Es decir, de manera natural. ¿Cómo logra la naturaleza semejante proeza? ¿Dónde reside su pretendida sabiduría? ¿Se debe acaso a ella misma o quizás le viene dada por algo o alguien externo al mundo natural?

Tal como estableció el médico polaco Rudolf Virchow, en 1858, hoy constatamos que toda célula procede siempre de otra célula preexistente por división de ésta. Jamás se observa que la vida empiece a partir de algo que no esté vivo. Cuando una célula del cuerpo se divide en otras dos células hijas, éstas heredan de la primera el mismo programa biológico que las hace vivir y multiplicarse. Sin embargo, la información y los programas que se requieren para que el cuerpo humano funcione bien no son los mismos que aquellos otros que se necesitan para construirlo por primera vez en el útero materno.

Es verdad que la mayoría de los organismos unicelulares carecen de sexo y por tanto se reproducen asexualmente. Un solo individuo es capaz de hacer copias de sí mismo. También lo hacen así algunos pluricelulares como las medusas, anémonas, corales, esponjas o estrellas de mar, entre otros muchos. Fabrican clones genéticamente idénticos de ellos mismos y esto les resulta eficaz para su modo de vida, así como su dispersión en el medio. Sin embargo, tanto en el reino animal como en el vegetal no hay nada mejor que la reproducción sexual entre machos y hembras. La inmensa mayoría de los seres formados por muchas células, tejidos, glándulas y órganos (los llamados metazoos) presentan dicha reproducción sexual porque resulta mucho más enriquecedora desde el punto de vista genético.

La fecundación de todos estos seres, así como la humana, se lleva a cabo a partir de la fusión de dos pequeñas células llamadas gametos. Los gametos masculinos (espermatozoides) arriban al femenino (óvulo) en el interior de un río de esperma que fluye hacia el ovario por las vías genitales de la hembra. El primero en llegar será quien fecunde al óvulo, si es que éste está en el momento adecuado de maduración, mientras que todos los demás se quedarán fuera bloqueados por una capa que les impide la entrada. ¿Por qué el óvulo solamente puede ser fecundado por un espermatozoide? 

Básicamente por dos razones, la primera es por la acción inmediata de esta capa translúcida de glicoproteínas (llamada zona pelúcida) que recubre al ovocito de todos los mamíferos, en cuanto el primer gameto masculino arriba, impidiendo así la entrada de los demás. Mientras que la segunda es por razones genéticas. En efecto, si a pesar de todo dos espermatozoides o más lograran fecundar a la vez al mismo óvulo, éste sería inviable y moriría pronto. Tal fenómeno (conocido como polispermia) generaría un embrión cuyas células tendrían más de 46 cromosomas en sus núcleos, lo cual es incompatible con el desarrollo embrionario normal. 

Es bien conocido que tanto las mujeres como los hombres poseemos 46 cromosomas en el interior del núcleo de cada una de nuestras células. Por supuesto, aquellas que carecen de núcleo, como los glóbulos rojos o eritrocitos de la sangre, no tienen cromosomas. Pero en las demás, de estos 46 cromosomas, 23 provienen del óvulo materno y los otros 23 del espermatozoide paterno. No obstante, si por un error de dicha polispermia, dos espermatozoides diferentes consiguieran fecundar a un mismo óvulo, éste presentaría 69 cromosomas (23 + 23 + 23) y pronto sería abortado de manera natural. Precisamente, la zona pelúcida existe para evitar dicho inconveniente.

De estos 23 pares de cromosomas que poseen los núcleos celulares, 22 son conocidos como cromosomas somáticos o autosomas, mientras que el par restante son los cromosomas sexuales o heterocromosomas. Los cromosomas están constituidos fundamentalmente por ácido desoxirribonucleico (ADN) y poseen la información biológica para producir todas las enzimas y proteínas del cuerpo que son imprescindibles para vida. Existen dos cromosomas sexuales diferentes: el X y el Y. Las hembras presentan en sus núcleos el par XX, mientras que los varones son XY. Tales letras mayúsculas tienen cierto parecido físico con la forma de estos cromosomas. El X es mucho más grande que el cromosoma exclusivamente masculino Y. 

En el momento de la fecundación, cuando la minúscula cabeza del espermatozoide logra penetrar en el óvulo, los núcleos de ambos gametos empiezan a fusionarse. El femenino aporta sus 22 autosomas más el cromosoma sexual X. Por su parte, el gameto masculino aporta también sus 22 autosomas y un cromosoma sexual que puede ser el X o bien el Y, ya que existen espermatozoides X y espermatozoides Y. Como la proporción de ambos en el semen suele ser del 50%, la probabilidad de que nazcan niñas (XX) o niños (XY) es también del 50%. Este mecanismo sexual es tan eficaz que ha venido perpetuando las especies hasta el día de hoy. Permite que los genes masculinos y femeninos se combinen adecuadamente y generen toda una diversidad de nuevas vidas que son genéticamente distintas a las de sus progenitores. En el mundo hay ya más de ocho mil millones de personas pero no existen dos que sean genéticamente idénticas. Incluso los hermanos gemelos difieren entre sí. Cada cigoto en un nuevo ser, único y diferente a sus padres y que por tanto merece un respeto especial.

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