Jesús y los animales

¿Cómo veía el Hijo de Dios a los animales? ¿Qué clase de zoología ética y práctica profesaba? Y nosotros, ¿cómo deberíamos verlos también hoy?

14 DE ABRIL DE 2024 · 10:00

Representación pictórica de la tentación de Cristo, de Philips Augustijn Immenraet. / <a target="_blank" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Immenraet_Temptation_of_Christ.JPG">Wikimedia Commons</a>.,
Representación pictórica de la tentación de Cristo, de Philips Augustijn Immenraet. / Wikimedia Commons.

Hay prácticas actuales con los animales que le dejan a uno el alma helada. Desde hace apenas un lustro, o poco más, se supo lo que venía realizando la industria avícola con los pollitos macho recién nacidos. Como no sirven para la producción de huevos y, por tanto, carecen de valor económico, son separados de las hembras, puestos en una cinta transportadora y triturados vivos. En España se llegan a matar de esta manera unos 35 millones de pollitos cada año. ¿Por qué no se les deja crecer y se destinan a carne? Resulta que esto tampoco es una opción viable ya que su crecimiento es demasiado lento para ser rentable. En la producción de carne de pollo, se emplean ejemplares de la raza “broiler”, genéticamente modificados para que tengan un rápido crecimiento. Como los pollitos masculinos descendientes de las gallinas ponedoras no son de dicha raza, crecen al ritmo natural y no interesan. De ahí que sean destruidos como si fueran basura orgánica.

Son muchos más los ejemplos de maltrato que podrían ponerse, como las corridas de toros en las que se mata al animal; peleas de gallos o de perros de ciertas razas; el tiro pichón practicado con palomas vivas criadas en cautividad, a las que se lanza al aire y se les dispara; la explotación de ciertos mamíferos para el uso de su piel; el abandono de galgos o ahorcamiento de los mismos cuando termina la temporada de caza; las mutilaciones de mascotas por motivos estéticos y tantas otras atrocidades practicadas en nombre de la tradición, el lucro, el deporte o la pura diversión humana. Además de todo esto, la industrialización masiva de la carne animal para consumo humano genera, en ocasiones, comportamientos crueles, sufrimiento innecesario y actitudes poco éticas en relación a determinadas especies. Se trata de prácticas censuradas hoy por múltiples grupos ecologistas, animalistas o veganos y que apelan a la conciencia de la humanidad.

El animalismo, que propugna actualmente los derechos de los animales y combate la crueldad humana hacia ellos, se rebela sobre todo contra esa mentalidad etnocéntrica, dominadora y abusiva, que ha existido desde siempre y que atenta sistemáticamente contra todo aquél que sea distinto de nosotros. El “otro”, el “diferente”, quien no se comporta o actúa como los demás es el que se suele poner pronto en el ojo de mira. Los animales son los seres “diferentes” por antonomasia que no hablan ni razonan. De ahí que muchos humanos tradicionalmente hayan venido legitimando la violencia y opresión contra ellos. Sin embargo, por fortuna, esto está hoy empezando a cambiar. La sensibilidad y el respeto hacia el reino animal ya no se basan en si éstos son capaces de pensar o de hablar sino en si son capaces de sufrir. Y, desde luego que lo son, hasta extremos inimaginables.

Pienso que los cristianos no podemos tampoco ignorar tanta crueldad contra esas criaturas inocentes que forman parte de la creación y de su diseño divino. Según la Biblia, el Creador ordenó al ser humano que “señoreara” en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra (Gn. 1:28). El verbo hebreo que se tradujo por “señorear” se refiere a gobernar con justicia, paz, equidad y ausencia de opresión o maltrato. Desgraciadamente esta demanda divina no se ha cumplido siempre y mucho menos en la actualidad. Durante la época de Jesús, tratar mal a los animales era una práctica relativamente minoritaria, sin embargo hoy las atrocidades que se cometen son mayúsculas y claman al cielo.

Es cierto que los antiguos hebreos realizaban sacrificios de animales, consumían eventualmente carne de vacas, corderos, cabras y gansos, así como algunos de sus productos naturales pero los sacrificaban siempre procurando que sufrieran lo menos posible. Precisamente esa es la característica fundamental de la carne Kosher. No obstante, en la actualidad, se sacrifican animales a nivel industrial sin pararse demasiado a pensar en su sufrimiento. En el caso del ganado vacuno por ejemplo, una práctica bastante habitual es inseminar artificialmente a las vacas para retirarles a sus terneros en cuanto nacen. Los gritos de sufrimiento que madres e hijos emiten durante dicha separación forzada son bastante elocuentes y ponen la piel de gallina. Después, se las ordeña mecánicamente dos veces al día para extraerles la leche que debía alimentar a sus crías y a éstas se las alimenta mediante piensos. De esta manera aséptica, insensible y fríamente industrializada se obtiene esa bebida blanca tan ubicua que la especie humana suele consumir. Nada de esto ocurría en tiempos de Jesús, entre otras cosas porque estaba prohibido separar a los terneros de sus madres. 

¿Cómo veía el Hijo de Dios a los animales? ¿Qué clase de zoología ética y práctica profesaba? Y nosotros, ¿cómo deberíamos verlos también hoy? El Nuevo Testamento no describe nunca a Jesús dando clases de zoología a sus oyentes, tal como sí hacía el rey Salomón en la época del Antiguo Testamento. Sin embargo, entre las muchas pláticas, discursos y parábolas de Jesús destacan pequeños detalles acerca de la fauna y flora que son suficientemente significativos. El estudio de los mismos puede descubrirnos lo que pensaba el Señor al respecto. En el presente trabajo he procurado recoger dichas menciones de los evangelios que reflejan el gran conocimiento y amor que sentía el Maestro hacia el mundo animal. 

Jesucristo -como la mayoría de sus conciudadanos- vivió en relación con personas y animales de su entorno inmediato. Aquella era una cultura agrícola y ganadera. Su propio nacimiento tuvo lugar en un establo donde dormían animales domésticos como ovejas y bueyes. El asno fue en muchas ocasiones su principal medio de transporte, con el que incluso cruzó fronteras junto a sus padres y entró triunfante en la ciudad de Jerusalén. El evangelio especifica que no quiso separar al pollino de su madre, por lo que se llevó a los dos. La ley establecía que éstos debían estar juntos por lo menos siete días después del parto. Y, aunque aquel pollino tenía más de esa edad, Jesús no quiso causarle sufrimiento separándolo de su madre porque amaba profundamente la creación. Su primo Juan el Bautista le bautizó en las aguas del Jordán, proclamándolo como el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” y en ese preciso momento, el Espíritu Santo se materializó en forma de paloma. 

Jesús comió pescado del mar de Galilea y pan, igual que hacían sus discípulos. Se refirió a los lobos y las zorras, a unos los caracterizó de hipócritas, comparándolos con ciertos religiosos que abusaban del pueblo, mientras que de las otras resaltó el privilegio de sus guaridas. Algo que ni siquiera Él poseía. También observó el sigilo y la prudencia con que actuaban las serpientes y curiosamente aconsejó a sus seguidores que debían actuar siempre así. Sin embargo, las víboras constituyeron para él una perfecta definición de aquella generación humana que siendo perversa se atrevía a pronunciar palabras buenas, engañando así a las personas.

El gran valor que el Maestro le otorgaba a los animales y plantas de la creación se aprecia en algunos de sus ejemplos y comparaciones. En el sermón de la montaña, dice que ni un solo pajarillo cae a tierra si Dios no lo permite. Hasta las cosas que nos parecen minúsculas e insignificantes tienen su importancia en los esquemas divinos. Existe un profundo sentido espiritual y un gran conocimiento escondidos detrás de cada detalle de la creación y cuando acertamos a descubrirlo nos enriquecemos notablemente. El amor por los animales domésticos se observa también en el caso de la oveja que accidentalmente cae en un hoyo, durante la fiesta del Sabbat. ¿Qué dueño insensible sería capaz de dejarla sufriendo allí hasta el día siguiente? El amor sincero por el animal supera con creces las prescripciones legales. 

Finalmente, el apóstol Pablo afirma que el Señor Jesucristo no sólo liberará y redimirá al ser humano arrepentido sino también a toda la creación:

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Ro. 8:19-21).

Ante esta gloriosa certeza final, los seguidores de Cristo debemos vivir en el mundo derrochando amor por todos los poros. Ante todo, hacia nuestros propios congéneres pero también hacia los animales y demás seres vivos de la creación. Ésta no nos pertenece sino que es de Jesucristo ya que el Nuevo Testamento dice claramente que todas las cosas fueron hechas por él, en el principio (Jn. 1:1-4). Esto significa que disponemos de la naturaleza en usufructo pero no es nuestra. Atentar contra ella es ir contra algo que pertenece al Señor. Por tanto, la crueldad hacia los animales jamás tendrá cabida en los esquemas verdaderamente cristianos. 

 

 

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