El precio de la paz

En todas las situaciones de la vida, la verdadera paz solo se consigue pagando un precio muy alto, y alguien tiene que hacerlo. 

25 DE JULIO DE 2022 · 09:00

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Imagen de Marcin Wlodarczyk, Unsplash.

La película Sombras en el alma narra la historia de James Moore, un pastor que está perdiendo la fe por las circunstancias difíciles que está atravesando en su vida. Fue dirigida por Corbin Bernsen. Hay un personaje que nos llama la atención de una manera extraordinaria y es Travis, un joven al que todos señalan por ser un poco “raro”, pero que en un momento trascendental es capaz de culparse a sí mismo para salvar a todos. Ese “simple” acto desencadena una reacción positiva por parte de todos al recordar que eso fue lo que el Señor Jesús hizo un día, se culpó a sí mismo y fue a una cruz en nuestro lugar para salvarnos a todos.

El Señor murió nuestra muerte para que nosotros podamos vivir su vida. No es extraño que la Biblia diga que el castigo de nuestra paz fue sobre Él, porque es lo mismo que decir que Él quiso ser castigado para que nosotros podamos disfrutar una paz única y eterna. 

En todas las situaciones de la vida, la verdadera paz solo se consigue pagando un precio muy alto… y alguien tiene que hacerlo. 

No existe otra manera de lograrlo. Cuando estamos en un conflicto, tenemos que aprender a ser pacificadores. ¿Cómo? El Salmo 85:10 nos da la respuesta: “El amor y la verdad se encontrarán. Se besarán la paz y la justicia”. Las cuatro cualidades son imprescindibles para resolver cualquier problema, sea en el ámbito que sea ¡Por muy complicado que sea!.

1.No se puede defender la verdad sin amor, por mucha “razón” que tengamos. Cuando proclamamos la verdad sin amor, lo único que conseguimos es hacer la herida más profunda.

2. No puede haber verdadero amor sin verdad, es decir, engañando o siendo engañados. La verdad tarde o temprano saldrá a la luz, y nos hará daño a todos, por mucho que queramos ocultar lo que ha sucedido.

3. No puede haber justicia sin restablecer la paz, ambas tienen que “besarse”. Si imponemos la justicia por la fuerza crearemos rebeldía y caos, porque la persona sobre la que “cae” la justicia termina herida y derrotada.

4. Y, por último, no podemos imponer la paz a base de injusticias. No es bueno silenciar a los oponentes o la única “paz” que tendremos, será la de los cementerios. La injusticia siempre tiene una vida muy corta.

Si somos capaces de aplicar estos principios en cualquier conflicto, será mucho más sencillo llegar a tener paz en cualquier situación, o ayudar para que las relaciones entre dos o más personas puedan restablecerse. Amor, verdad, paz y justicia están predestinados a vivir juntas en la eternidad.

Por eso el Espíritu de Dios nos llena de paz, porque es parte del fruto que surge de dentro de nosotros cuando lo tenemos viviendo en nuestro interior (Gálatas 5:22-23). Aún así, jamás debemos olvidar que si queremos tener paz, siempre hay que pagar un precio.

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