El Titanic y las clases sociales
Después de estrenarse la película interpretada por Leonardo Di Caprio y Kate Hudson, todo el mundo conoce la historia.
14 DE DICIEMBRE DE 2011 · 23:00
Mucho se ha hablado del hundimiento del “Titanic” y de las más de mil setecientas personas que perecieron en el naufragio.Después de estrenarse la película interpretada por Leonardo Di Caprio y Kate Hudson, creo que todo el mundo conoce la historia. Lo que muy pocos saben es que el estreno de la película fue la causa para una muerte más, la de un encargado de cine en un pueblo de la provincia de Pontevedra, que falleció al caerse mientras estaba colocando del cartel del film.
No sé si recuerdas algo de la historia, pero un detalle que me impresionó, es que (al igual que en cualquier transporte colectivo) había personas que habían pagado diferentes categorías en su viaje.Algunos iban en primera especial, con todo lujo de comodidades y esplendor, hasta con una orquesta para amenizar el viaje. Otros viajaban en segunda, la llamada “clase media”, pero la gran mayoría tenía que sobrevivir en tercera categoría, apiñados en las bodegas y con muy poco espacio. De la misma manera, también existían categorías en la tripulación: el capitán, los oficiales, los marines…
Cuando llegó el naufragio, todas las categorías posibles se redujeron a dos: salvados y perdidos.No quedó ninguna otra. Todos los que pudieron llegar a un bote salvavidas pasaron a formar parte de los “salvados” independientemente de lo que hubieran pagado por su viaje. Todos los que quedaron en el mar, murieron “perdidos” sin importar si habían disfrutado de las comodidades y la orquesta, sin tener ningún valor si eran oficiales o marines.
Ocurre exactamente igual en la vida: puede que algunos “viajen” mejor que los demás, pero en el momento de la muerte, o estás entre los salvados o entre los perdidos. Todo lo demás no sirve de nada. Quizás viajabas disfrutando de todo lo que había en primera clase, pero en el momento final, no sirve de nada.
De vez en cuando es bueno recordar que cuando una persona muere, casi nadie habla de lo que tiene, de su cuenta bancaria, del coche último modelo que acaba da comprarse o del yate que tiene amarrado en el puerto.Lo que se recuerda es si era amable, si quería a su familia, si era un buen amigo… Lo que él mismo recordará es si se ha salvado. Eso es lo que merece la pena.
Hace poco leí algo que me hizo pensar, tenía que ver con los precios de los trajes mortuorios. Casi todos costaban mucho menos que un traje normal. ¿Sabes la razón? Los trajes que se le ponen a los muertos para enterrarlos, no tienen ningún extra: No tienen bolsillos.
Cuando uno muere, no necesita llevarse nada. Mejor dicho: No puede llevarse nada. No importa si has pasado toda tu vida en primera clase. De nada vale si eras una de las cien personas más ricas de tu país. Cuando la vida se va, las categorías desaparecen. Todo se resume a “salvado” o “perdido”.
Puede parecer demasiado simple, pero sí te aseguro una cosa: No es una broma.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - El Titanic y las clases sociales