La bancarrota de Haendel

Durante el año 1741, uno de los mejores músicos de toda la historia, Haendel, estaba en la más absoluta bancarrota.

02 DE DICIEMBRE DE 2010 · 23:00

,
En aquel momento, los responsables de uno de los grupos sociales más conocidos en Inglaterra, le pidieron que compusiera una obra para utilizarla con el fin de recaudar fondos que pudiesen ayudar a hombres que se encontraban encarcelados a causa de sus deudas. Durante 24 días, Haendel se encerró en su casa, casi sin comer ni dormir, dejando que la música brotara de su corazón. Algunas veces sólo podía llenar las partituras de lágrimas, otras se quedaba ensimismado durante horas. "No sé si estaba en mi cuerpo o fuera de mi cuerpo, sólo Dios lo sabe", dijo más tarde, "lo que sí sé, es que vi el cielo abierto delante de mí". Como resultado de esos 24 días, surgió su obra más inmortal: "El Mesías". No sé si te habías dado cuenta alguna vez de que la primera característica que aparece de Dios en la Biblia, es que Él es el Creador. Deberíamos deducir de esa afirmación, que sus hijos se parecen a Él cuando se esfuerzan en hacer algo nuevo. Vivimos a su imagen cuando creamos algo, por muy sencillo que nos parezca; cuando nos desafiamos a nosotros mismos para hacer alguna cosa que merezca la pena; cuando imaginamos y trabajamos para hacer "real" aquello que hemos imaginado. Ese es nuestro desafío hoy: imaginar, crear, "dar a luz"... vivir sin dejarnos llevar por la rutina. Esforzarnos en trabajar en lo que puede ser nuestro legado y jamás vivir con esa actitud de que "al final todo da lo mismo". El desafío más grande es no dejar pasar el tiempo sin ningún sentido, sino encontrar situaciones en las que nuestra aportación es necesaria, cosas a veces simples y sencillas que pueden hacer bien a los demás, y también a nosotros mismos, porque disfrutamos creándolas. Pocas cosas son tan contrarias a nuestra naturaleza como el aburrimiento permanente y la desidia. Lo que realmente merece la pena en la vida es no vivir ensimismado, encerrado, dejando pasar los días como si nada tuviese sentido. Nuestro desafío es luchar por lo que creemos, usar las cualidades que Dios nos regaló para Su gloria, para el bien de los demás, y también para nuestra satisfacción! Creer que no podemos hacer nada es una mentira. Aún si tuviéramos que estar postrados e inmóviles, siempre podemos hablar, pensar, o al menos imaginar. Si aún tenemos fuerzas, por muy pocas que sean, todavía podemos cambiar el mundo. Puede que no el mundo en general, pero sí nuestro pequeño mundo. Lo que hacemos tiene trascendencia. Cuando creamos nos parecemos a nuestro Padre.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - La bancarrota de Haendel