Las quejas de la esposa de Tarzán

Quéjate del trabajo, del gobierno, del tiempo, de las circunstancias, de la familia, o de la vida misma, y enseguida tendrás un “coro” a tu alrededor que hará lo mismo, y ¡con mucho gusto! Vivimos quejándonos. No hay circunstancia, situación, cosa o persona que no sea el blanco de nuestras crueldades vocales. Sabemos que las quejas nos llenan de amargura, pero no nos importa, es como si esa amargura tuviera la dulzura de una venganza esperada. Y muchas veces esa amargura termina por envenenar nuestra mente y nuestro corazón hasta límites realmente insospechados. Tanto que no podemos pensar en otra cosa que no sea algo negativo. Hace poco un amigo me enviaba algunas de las “quejas” de personas relativamente famosas…

- Soy de madera, parezco insensible (Pinocho) - Me gustaría decir que Nadie es perfecto (Nadie) - Mi marido está yéndose siempre por las ramas (la esposa de Tarzán) - Mi vida es un continuo: “me voy, y vuelvo enseguida” (un boomerang) - Por más coches que haya, jamás reemplazarán a un buen caballo (una yegua) - Mi novio es una Bestia (la Bella) - ¡No a la donación de órganos! (Yamaha) - Estoy siempre hecho pedazos (Frankenstein) - A mí lo que me revientan son los camiones (un sapo)

¿Sabes? Creo que si tomásemos las cosas con más humor, quizás desaparecerían nuestras quejas. El plan que la Biblia nos da para vivir, no es “Estad siempre quejosos” sino “estad siempre gozosos”(1). Si seguimos ese plan ideado por Dios nuestra vida será completamente diferente: desde el interior, desde nuestra mente, desde cada pensamiento y cada sentimiento. No hay que olvidar que fue Dios mismo quién dijo un día “Yo he venido para que tengáis vida, y vida en abundancia”(2). Y esa vida tiene mucho que ver con el gozo… y muy poco que ver con las quejas.

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(1) 1 Tesalonicenses 5:16 (2) Juan 10:10