El tweet de Dios sobre el valor de la lealtad

Tanto para el gobernante como para el cargo, la lealtad es la condición esencial.

12 DE DICIEMBRE DE 2024 · 09:00

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Imagen de Xavier Photography, Unsplash.itco, Unsplash.

Cuando se quiere traducir de una lengua a otra sucede que hay palabras cuyo significado es variado y el traductor tiene que saber encontrar el matiz adecuado que mejor corresponde al texto en cuestión. Pero en otras ocasiones la dificultad radica en que no hay un equivalente directo en la lengua a la que se va a traducir.

Una palabra nada fácil de la lengua hebrea, jesed, es la que en muchas ocasiones se ha traducido como misericordia. Pero como hay otra palabra que directamente significa misericordia o compasión, rajam, resulta que se produce un solapamiento de significado entre una y otra, perdiéndose la distinción que hay entre ambas, porque la primera tiene también el sentido de lealtad, que no tiene la segunda.

Esa pérdida es la que se nota en la traducción de la escena en la que Jonatán le pide a David que, llegado el momento, mire por él y por su casa, siendo la palabra que él emplea hasta en tres ocasiones jesed, no rajam (1 Samuel 20:8,14,15)Sin embargo, en la Biblia Reina-Valera, y en otras, se ha traducido el término como misericordia, con lo cual Jonatán estaría apelando a la compasión de David hacia él y su casa. Pero si se tradujera como lealtad, entonces lo que Jonatán estaría pidiéndole es que fuera leal a la amistad que había entre ambos.

De hecho, una vez muerto Jonatán, David se acuerda de la promesa que le hizo a su amigo y ordena que se investigue si vive alguien de la familia del padre de Jonatán (2 Samuel 9:1,3). De nuevo la traducción empleada es misericordia, pero el término hebreo vuelve a ser jesed, no rajam, por lo que sería más adecuado traducirlo como lealtad, porque lo que David quiere es ser leal a su difunto amigo. Otra vez, cuando el hijo de Jonatán, Mefi-boset, se presenta ante el rey (2 Samuel 9:7), David usa la palabra jesed, para expresar lo que quiere hacer con él, por causa de Jonatán. 

Hubiera sido fácil para David desentenderse de la promesa que le hizo a su amigo, por varias razones. Una, porque nadie fue testigo de ella; por tanto, nadie podría recriminarle su negligencia. Otra, porque David estaba ahora muy ocupado, siendo rey, con asuntos de Estado. Una tercera razón sería que nada sacaría él de ventaja ni provecho personal. Los años habían pasado y las circunstancias cambiado, con lo que todo indicaba que, en la cumbre, David podía haber olvidado aquellas palabras de Jonatán. Pero no las olvidó ni se desentendió de ellas, porque una cualidad presente en el carácter de David fue la lealtad.

La lealtad tiene una dimensión horizontal, hacia nuestro prójimo, y también una dimensión vertical, hacia Dios, tal como él mismo espera cuando le dice a Israel: ‘Porque misericordia (jesed) quiero y no sacrificio.’ (Oseas 6:6). De nuevo, tenemos aquí la traducción como misericordia, pero si se traduce como lealtad el sentido es mejor. Porque no son ceremonias lo que Dios está esperando, sino corazones que le sean leales, comprometidos en hacer su voluntad, de acuerdo a los términos expresados en su Palabra.

En el mundo de la política, que es el mundo del poder, lo acostumbrado es moverse por el cálculo y el interés, maniobrando constantemente para mantenerse a flote, estando la lealtad supeditada a la supervivencia personal. Por eso se puede dejar fácilmente caer a alguien que, en un momento dado, ya no resulta de utilidad, aunque en el pasado haya resultado muy útil, porque la lealtad está en función del rendimiento y la conveniencia, del beneficio y la ganancia.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Misericordia y verdad guardan al rey y con clemencia se sustenta su trono.’ (Proverbios 20:28). Aquí está presente esa palabra, jesed, por partida doble, habiéndose traducido como misericordia y como clemencia, con lo cual el sentido del texto sería la necesidad de la bondad y la compasión por parte de un gobernante, en este caso el rey. Pero si se traduce por lealtad, el pasaje adquiere otra proyección. Porque significaría que la lealtad y la verdad preservan o defienden al rey. Eso quiere decir que estamos en las antípodas del principio que rige este mundo, según el cual lo que preserva y defiende al gobernante es la astucia y hasta el juego sucio. 

También en la segunda parte de la frase la lealtad está presente, al afirmar que sostiene el puesto del gobernante, en este caso el trono. Es decir, no son las artimañas ni las argucias lo que va a dar consistencia al cargo, sino la lealtad. Llama la atención que la primera parte del texto se refiere a la persona del gobernante, mientras que la segunda al puesto del gobernante. Pero tanto para la persona como para el puesto, la lealtad es la condición esencial.

¡Qué diferencia con lo que es corriente en los gobiernos de este mundo! Por eso, entre otras razones, Jesús nos enseñó a orar: ‘Venga tu reino.’ (Mateo 6:10). 

 

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