El tweet de Dios sobre la locura y la cordura

La cordura, en el sentido más pleno del término, no es un asunto que concierne al cerebro sino que tiene que ver con el asiento interno de la personalidad del ser humano.

30 DE MARZO DE 2023 · 10:00

Detalle de la obra 'Casa de locos', de Francisco De Goya. / <a target="_blank" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_locos#/media/Archivo:Francisco_Goya_-_Casa_de_locos.jpg">Wikimedia Commons</a>.,
Detalle de la obra 'Casa de locos', de Francisco De Goya. / Wikimedia Commons.

A medida que este mundo se convierte cada vez más en un manicomio, también se convierte en un lugar cada vez más peligroso, porque si no se hace caso del dicho que afirma que a los locos hay que llevarles la corriente, tales locos se pueden tornar agresivos y puede correr peligro el que se atreva a contradecirles. Pero ¿cómo llevar la corriente a los locos actuales si sus propuestas son auténticas chifladuras, más propias de una película de risa? Aunque ante una película de risa el espectador la ve, se ríe y se va, tras pasar un buen rato, sin más consecuencias, porque todo ha sido ficción, no habiendo nada que trascienda. Pero ante las propuestas de los locos actuales no cabe simplemente reírse, porque no son cosa de ficción, sino que son proposiciones que al ponerse en práctica en forma de leyes tienen consecuencias devastadoras.

El caso es que si siempre hubo locos, ahora su número está aumentando vertiginosamente y el problema es que hay bastantes que han alcanzado puestos de poder, con lo cual su notoriedad e influencia es muy grande. Por tanto, sus propuestas no son meros brindis al sol, que van a terminar en nada, sino que, por la cerrazón propia que tiene la locura, acabarán materializándose, sufriendo muchos los resultados.

Como en la locura siempre hay una gran dosis de transgresión, no es extraño que los locos hayan alcanzado la preponderancia que tienen actualmente, dado que la transgresión se ha convertido en la norma a seguir, en el estandarte al que muchos se han alistado, bajo el mando de enajenados mentales que se creen ser algo. Y como hay una etapa en la vida, que es la adolescencia y la juventud, sobre la que la transgresión ejerce una seducción atractiva, las patrañas de estos chalados hallan un campo receptivo.

Un loco egregio fue Don Quijote, quien ensimismado en sus lecturas de caballerías acabó queriendo llevar al mundo real su mundo de fantasía. Pero la locura de Don Quijote tenía algo de heroica, porque era un solitario que quería implantar los ideales del caballero, como eran el honor, la justicia, la fidelidad y el valor. Pero en un mundo donde tantas veces se sale con la suya el deshonor, la injusticia, la infidelidad y la cobardía, los valores del loco Don Quijote no podían sino acabar en fracaso y revés.

Pero los locos actuales no promueven, ni de lejos, los valores que movieron a Don Quijote, sino un enredo que ellos mismos se han inventado, producto de sus trastocadas mentes, que está trastocando las mentes de todos aquellos que les siguen y creen. Sus desvaríos sobre la sexualidad, la naturaleza humana, el matrimonio y la familia no tienen parangón con nada antes conocido, ni siquiera en las épocas más descaminadas de la humanidad. Y, sin embargo, pretenden hacer creer a los demás que sus insensateces son el summum de la inteligencia, la cumbre del talento.

Catalogan como derechos humanos toda suerte de despropósitos, a cual más desviado, como que el deseo personal está por encima de la biología, razón por la cual cualquiera puede elegir el sexo que quiere tener, aparte de su biología. Claro que si se lleva ese desatino del derecho a decidir a sus últimas consecuencias, acontecerá que como por nacimiento se me impuso la pertenencia a una familia, familia que yo no elegí, tengo el derecho a decidir a cuál familia quiero pertenecer y, de ese modo, podré escoger si quiero ser parte de la familia del emperador Carlomagno, de la del jefe indio Toro Sentado o de la del magnate Rockefeller. Igualmente, como se me impusieron al nacer un nombre y unos apellidos, también tengo el derecho a decidir mi nombre y apellidos, pudiendo escoger el apellido Obama o el apellido Trump, según sea mi gusto. Es más, dada la biodiversidad que hay en el mundo y que yo no escogí nacer ser humano, tengo derecho a elegir si quiero ser un armadillo o tal vez una hortensia, porque mi derecho es escoger no sólo quién soy sino qué soy. Y como se me impuso una fecha de nacimiento, que tampoco yo elegí, estoy en mi derecho de escoger si nací en el siglo XIII, en el II o el XXIII. Mis derechos son intocables y supremos, por lo que nadie puede conculcarlos.

Goya pintó un cuadro titulado Casa de locos, donde los internos actúan bajo el influjo de sus desordenadas mentes, cada uno creyendo a ciencia cierta el disparate en el que viven. Según el criterio actual, como ellos son felices viviendo así y la felicidad personal es la norma suprema, ¿quién puede decirles que viven una locura? El mundo presente se va pareciendo a ese manicomio, en el que la felicidad del individuo es lo más importante. Por eso en cualquier momento puede presentarse alguien que afirme que, como los puntos cardinales son convencionalismos, es verdad decir que el sol sale por el oeste y se pone por el este, que la estrella Polar está en el sur y que la Cruz del Sur está en el norte, que el Polo Norte es el Polo Sur y el Polo Sur es el Polo Norte. Si sólo es uno el que promueve tales sandeces no hay peligro; el peligro es si cunde su enseñanza y alcanza puestos de poder.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Oh hombres, a vosotros clamo; dirijo mi voz a los hijos de los hombres. Entended, oh simples, discreción; y vosotros, necios, entrad en cordura.’ (Proverbios 8:4-5). Quien habla se dirige a la humanidad entera en la primera parte del texto, pero en la segunda divide a esa humanidad en dos categorías, que son los simples y los necios. Los simples son los lerdos, los bobos, fáciles de engañar; los necios, en cambio, han avanzado bastante en su grado de insensatez, hasta alcanzar tal calificativo, que va acompañado de una fuerte porción de maldad. Estos dos epítetos, simples y necios, no son insultos, sino realidades que describen a quienes los ostentan, porque la única manera de ayudar a cualquiera es mediante la verdad. Y lo que el texto afirma es que la humanidad está, en un grado u otro, repartida entre ambos calificativos.

Pero este tweet tiene una segunda parte, en la que se nos hace un llamamiento para salir de ese estado de trastorno y que alcancemos la discreción y la cordura. Es llamativo que la palabra cordura y la palabra corazón tienen la misma raíz en latín y que en hebreo hay una relación entre ambas palabras, lo cual enseña que la cordura, en el sentido más pleno del término, no es un asunto que concierne al cerebro sino que tiene que ver con el asiento interno de la personalidad del ser humano, asiento que en modo figurado se denomina corazón.

¿Quién nos dará la discreción y cordura en medio de este manicomio? La respuesta es inequívoca, porque solamente hay Uno que tiene la discreción y la cordura en sí mismo y en grado sumo.

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