Del consenso a la confrontación
Es la vieja España, que ha vuelto a resurgir. La España del enfrentamiento y el odio; la de la exclusión y el sectarismo; la del empecinamiento y la sinrazón.
01 DE OCTUBRE DE 2015 · 10:24

La palabra española consenso procede de la latina cons?nt??, la cual está compuesta de la preposición cum, que significa con, y del verbo sent??, que significa sentir, pero también opinar. De modo que consenso quiere decir ser del mismo sentir o de la misma opinión. Es una palabra preciosa, que sirve para expresar el acuerdo entre distintas partes, lo que permite andar y vivir en armonía con todas las ventajas que eso conlleva. El sentir o la opinión no han de coincidir necesariamente en todos los aspectos, pero sí, al menos, en lo fundamental, para que exista el consenso, sin el cual la convivencia es muy difícil, tornándose en ocasiones imposible y acabando por estallar de la peor manera posible. A todos los niveles cualquier relación humana precisa de ese ingrediente, ya sea en la comunidad más reducida que existe, que es el matrimonio, o en la más amplia, como es una nación, pasando por otras intermedias como pueden ser las entidades educativas, religiosas, sociales o económicas.
Existe otra palabra española, distinta a la anterior, que es confrontación, procedente de la latina confrontatio, que está compuesta de cum y frons, que significa frente o rostro. En este caso la palabra confrontación puede ser ambivalente, ya que puede denotar un contraste entre dos frentes que se ponen una al lado de la otra o puede significar un enfrentamiento al ponerse las dos frentes la una contra la otra. En los dos casos las frentes están juntas, como indica la preposición con, estando la diferencia en la postura que tienen entre sí. En el primer caso la postura es de comparación; en el segundo de oposición. Si esa oposición es sobre cuestiones fundamentales, la confrontación consistirá en que las dos frentes se darán de bruces recíprocamente, chocando la una contra la otra, con el daño y dolor mutuo resultante.
Consenso es la palabra que sirve para definir lo que pasó en España tras la muerte de Franco, cuando los herederos de los ganadores y de los perdedores de la guerra civil se pusieron de acuerdo para que no hubiera otra guerra y fuera posible la convivencia. Conociendo no sólo la historia reciente de España sino también la más distante, era fácil percibir que lo peor podía pasar de nuevo. Durante siglos la confrontación había sido la tónica normal en la Península Ibérica, no meramente hacia los invasores sino entre los mismos nativos. Es decir, la más temible de las confrontaciones, que es la interna, era la tendencia manifiesta. Y todo hacía pensar que España, fiel a su pasado, se enzarzaría de nuevo en otra confrontación civil.
Sin embargo, contra todo pronóstico, sucedió lo impensable y el consenso fue posible, gracias al esfuerzo de muchos. Aquello no parecía España. En realidad no era España o por lo menos no la España de siempre, la que durante siglos había sido tierra de colisión y rechazo.
Mas con el paso del tiempo la Insensatez del pasado comenzó a cobrar fuerza otra vez, creciendo hasta hacerse grande y alcanzar las máximas cotas de poder. Entonces la Insensatez quedó encinta y al poco tiempo dio a luz a su hija Confrontación, la cual determinó echar fuera a las doncellas Prudencia y Moderación, que hicieron posible el consenso. Y así fue como Confrontación, junto con su madre Insensatez, se hizo con la hegemonía, resuelta a acabar con cualquiera que se la disputara.
Y esta es la situación en la que de nuevo nos encontramos. Es la vieja España, que ha vuelto a resurgir. España en estado puro. La España del enfrentamiento y el odio; la de la exclusión y el sectarismo; la del empecinamiento y la sinrazón; la del enquistamiento y la rigidez; en definitiva, la España que resuelve las cosas a garrotazo limpio, como los dos contendientes en el cuadro de Goya. Es la España que vuelve a recuperar lo que en el pasado fue y que desecha lo que recientemente ha sido.
Pero tal vez todo esto no sea más que el justo juicio de Dios, por causa de la acumulación de nuestros muchos pecados; porque si se pasa revista desde el que está en lo más alto hasta el que está en lo más bajo, no salimos ni uno solo aprobado. Es la misma condición de perversidad, endurecimiento y soberbia, en la que estuvo sumido otro pueblo hace ya mucho tiempo y que fue descrita así: 'No hay hombre que se arrepienta de su maldad, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla.'i
¿Habrá tiempo de dar marcha atrás? Aunque la pregunta debiera ser no si habrá tiempo sino si tendremos voluntad de hacerlo. Si habrá disposición para la humildad y para el cambio. Para erradicar lo malo, que ha sido encumbrado como bueno, para reconocer la torpeza y confesar la prevaricación. Para que de esa manera puedan venir de lo alto tiempos de refrigerio.
i Jeremías 8:6
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Claves - Del consenso a la confrontación