Una mente maravillosa

En el año 2002 se estrenó en España la película Una mente maravillosa protagonizada por Russell Crowe (Gladiator, Master and Commander, Cinderella Man) y dirigida por Ron Howard (El código da Vinci). La cinta ganó en 2001 cuatro Oscar de la Academia (mejor película, mejor director, mejor actriz de reparto y mejor guión), y aunque Crowe fue nominado como mejor actor, finalmente no pudo repetir su triunfo obtenido por Gladiator al ser derrotado por Denzel

04 DE SEPTIEMBRE DE 2008 · 22:00

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Dos épocas dispares y dos personajes antagónicos representados por el mismo actor. Solamente hay un pequeño detalle que tal vez delata el nexo de unión que se produce en Crowe de Máximo y Nash: la desarrollada musculatura del gladiador se aprecia en un momento dado (cuando está dando clase en camiseta de mangas cortas) en el profesor, algo difícilmente creíble en un intelectual. Pero se perdona este desliz porque después de todo Gladiator se rodó el año anterior, así que ¿cómo iba a ser posible que Crowe se deshiciera de esa masa muscular en tan poco tiempo? Esto nos muestra que también el cine, incluso con sus extraordinarias técnicas de maquillaje, tiene sus limitaciones. Pero bueno, después de todo también tuvimos que perdonar que Joseph Fiennes se pareciera físicamente a Lutero lo mismo que una gamba a un ornitorrinco, en la película sobre el reformador alemán. Pero volviendo a Una mente maravillosa su trama gira en torno a la vida del matemático estadounidense John Nash (nacido en 1928), quien llegaría a ganar el Premio Nobel de Economía en el año 1994 por su trabajo sobre la teoría del juego. A la edad de 22 años había obtenido su doctorado por la Universidad de Princeton y un año más tarde comenzó a trabajar para el Instituto Tecnológico de Massachusetts, una institución aglutinadora de los mejores cerebros científicos de la época. Sin embargo, pocos años después Nash se vería obligado a dimitir de su puesto por brotes de esquizofrenia aguda que le llevarían al borde de la destrucción personal. Gracias al esfuerzo de su sacrificada esposa y al apoyo de antiguos amigos, Nash pudo recomponerse con muchas dificultades y finalmente salir del hoyo en el que había quedado sumido. Con todo, las secuelas esquizofrénicas le han acompañado durante el resto de su vida, si bien ahora sabe cómo hacerles frente. Este es el complejo papel que Crowe interpreta en Una mente maravillosa. Hay ciertas lecciones que la película tiene y que son trasladables al cristiano.
  • La primera es que así como en John Nash había una mente maravillosa cuya proximidad con una mente tenebrosa estaba separada solamente por un delgado hilo, lo mismo ocurre con el cristiano, donde cohabitan dos naturalezas antagónicas, una espiritual y celestial, la otra carnal y terrenal, que combaten entre sí para ver quién tendrá la hegemonía. Esta clase de esquizofrenia o división de la personalidad es exclusiva del cristiano, quien al haber nacido por segunda vez, ha adquirido algo contrapuesto a lo que ya tenía por su primer nacimiento de la carne y de la sangre. Ningún seguidor de Jesús, por tanto, ha de asustarse al comprobar que las fuerzas oscuras que creía definitivamente derrotadas están latentes dentro de él y tienden a levantar cabeza. Es más, en la misma medida en que hayamos crecido en la nueva naturaleza la oposición con la vieja será más palpable, siendo la lucha subsiguiente una sin cuartel.
  • La segunda es que de la manera como a John Nash le asaltaban sus personajes irreales que él creía ser reales, así al cristiano le asalta la tentación con propuestas irreales que parecen ser reales. El traductor de la Biblia al latín, Jerónimo (c. 345-419), describe así sus experiencias en el desierto de Calcis años después de haber abandonado la ciudad de Roma: ´¡Cuántas veces mientras estuve viviendo en el desierto… me imaginé a mí mismo entre los placeres de Roma!... Aunque en mi temor al infierno me había encerrado a mí mismo en esta cárcel donde no tenía otra compañía que escorpiones y bestias salvajes, muchas veces me imaginaba a mí mismo entre compañías de muchachas.´(1)
  • La tercera es que aunque las imaginaciones de Nash no tenían base real, hacer caso de las mismas sí producía efectos destructivos reales en su vida. Su matrimonio estuvo a punto de naufragar, tuvo que ser internado en un centro de salud, medicado y bajo vigilancia psiquiátrica. Toda su carrera estuvo a punto de hundirse para siempre. Lo mismo pasa con el cristiano, que si bien es solicitado por las irreales promesas del pecado, si se rinde a las mismas experimentará consecuencias amargas y nocivas bien reales.
  • La cuarta es que fue gracias al amor incondicional de alguien (su esposa) como Nash pudo resurgir de sus cenizas, tal como él mismo expresó en su discurso en la ceremonia de entrega del Premio Nobel. Si Nash tuvo una ayuda invalorable en su esposa, el cristiano tiene mucho más, pues como dice el texto: ´El Señor está conmigo entre los que me ayudan.´(2) Nótense dos cosas al respecto: Que es Dios mismo quien, con amor incondicional, está de nuestro lado y que hay otras personas con las que también podemos contar para luchar y vencer en nuestros conflictos.
  • La quinta es que John Nash sigue experimentando el asalto de sus alucinaciones incluso hasta el día de hoy. La diferencia es que ha aprendido a manejarlas. Ha aprendido a distinguir la realidad de la ficción y a hacer caso omiso de esta última. Ha aprendido que debe estar en guardia permanentemente para no dejarse engañar.
Mientras vivamos aquí abajo, los cristianos jamás estaremos en una posición en la que podamos decir que estamos exentos de la tentación. Más bien todo lo contrario. De ahí que tengamos que aprender a saber cómo tratar con la misma, de lo cual Jesús nos dejó ejemplo perfecto.(3)
1) Carta XXII, a Eustoquio 2) Salmo 118:7 3) Mateo 4:1-10

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