Definiendo la verdadera tolerancia

Una de las mejores maneras de entender el significado de los grandes conceptos es ir a su raíz etimológica, es decir, al origen gramatical de los mismos. Porque las palabras a lo largo del tiempo experimentan una metamorfosis a la que no es ajena la acción intencionada de ciertos poderes que buscan pervertir, para su propio interés, su significado.

04 DE JUNIO DE 2008 · 22:00

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Esa manipulación del lenguaje que fue denunciada por Orwell en su novela 1984, es sin embargo mucho más antigua que lo que el propio Orwell suponía, tal como puede apreciarse en el sutil giro que convierte un mandato sin doblez: ´…del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás´(1) en una insinuación cargada de sospechas y tergiversada, no sólo gramatical sino también sustancialmente: ´¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?´(2). Si no tenemos cuidado, nos puede suceder ahora lo mismo que sucedió entonces, esto es, que seamos engañados al tragarnos un astuto desplazamiento lingüístico, el cual contiene otro moral y espiritual, que puede llevarnos a la ruina. Sí, en aquella ocasión un poder oscuro oscureció la claridad original del lenguaje, a fin de extender su nocivo poder. Desde entonces, los poderes de este mundo vuelven una y otra vez a usar esa misma estrategia que ya desde el principio resultó ser tan eficaz. En esa manipulación del lenguaje está el origen de la mentira. Esto significa que la mentira no es una entidad en sí misma, sino solamente la tergiversación de la verdad. Mientras que la verdad no necesita de la mentira para existir, la mentira sí necesita de la verdad, al ser nada más que su burda manipulación. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, porque significa que la mentira no tiene base de sustentación; en España decimos que tiene las patas muy cortas, aunque en realidad se puede decir que, de hecho, ni siquiera tiene patas que la sostengan. Es decir, con la mentira ocurre algo semejante a lo que sucede con el mal. Agustín de Hipona desmontó el argumento maniqueo de que puesto que el bien y el mal son entidades en sí mismas, ambas deben ser eternas; pero él razonó que el mal no es una entidad en sí misma sino ausencia del bien, al igual que la oscuridad no tiene esencia porque es solo carencia de luz. Por lo tanto, la mentira no es sustancia sino defecto, corrupción o privación de la verdad. El primer fabricante de la mentira fue denominado por Jesús ´padre de mentira´(3) y sus seguidores son tal cual él es. Pero vayamos a lo que nos ocupa, a la búsqueda de una definición de tolerancia. El significado etimológico procede de tolerans, vocablo latino que significa que soporta, que resiste, el cual a su vez viene de tolero, que significa llevar, soportar, sostener. Por lo tanto, hay algo pesado, dificultoso y hasta penoso que la tolerancia sobrelleva. El sentido del término no quiere decir que la tolerancia lo aprueba, sino que es la ocasión para ejercer su fuerza mediante esa capacidad que tiene de sufrir lo que de otra manera sería insufrible. Y aquí es donde la tolerancia se da la mano con su prima hermana la paciencia, que procede de patientia, esto es, aguante, resistencia, que a su vez nace de patiens, cuyo significado es que soporta, que sufre. La tolerancia es, pues, paciente, no siendo eso una señal de debilidad sino todo lo contrario, una señal de poder. Lo verdaderamente débil es la impaciencia, que no tiene capacidad de resistencia y a la mínima explota. Ya vamos viendo, pues, que la tolerancia está relacionada, por vía de aguante, con lo que es malo y pernicioso, lo mismo que la paciencia, ya que lo que es bueno no es necesario sobrellevarlo pues no crea ninguna dificultad; al contrario, las disipa. En esta familia preciosa, en la que ya hemos encontrado a la tolerancia y a la paciencia, hallamos una tercera prima hermana de ambas que se llama condescendencia. Procede de cum descendo, esto es, ponerse al mismo nivel. Pero no al mismo nivel de algo más elevado sino de algo más bajo, inferior. La condescendencia desciende escalones, sabiendo que de otra forma lo que está más bajo nunca podrá llegar hasta donde está ella. La intención al hacer eso es doble: por un lado, simpatizar, en el sentido etimológico de ´sentir con´, con lo que está hundido y arruinado para que sienta su calor y ánimo, pues nada hay más terrible, para lo que está sumido en el hoyo, que la carencia de una mano amiga que lo rodee por encima del hombro transmitiéndole cercanía; el otro motivo es sacarlo de ese hoyo hacia regiones más elevadas de luz y vida. Finalmente, esta familia tiene un cuarto miembro que se llama longanimidad, de longus anima, es decir, grandeza de alma o también grandeza de ánimo. Porque ¿cómo ser tolerante hacia lo vil y cómo ser paciente con lo maligno y cómo ser condescendiente con lo miserable si no se tiene grandeza de alma, es decir, longanimidad? Ya que el deseo profundo de la longanimidad es que lo vil, lo maligno y lo miserable sea recuperado y tornado en noble, bueno y honroso. Así pues, la tolerancia se entiende cuando la conocemos a ella y a sus primas hermanas: la paciencia, la condescendencia y la longanimidad. Cuatro bellezas deslumbrantes. Nada que ver con esa impostora, que en realidad es una prostituta cuyo verdadero nombre es lubricidad, prima hermana de falsedad, emparentada con debilidad y permisividad, pero que bajo el nombre de tolerancia algunos hoy nos quieren vender.
1) Génesis 2:17 2) Génesis 3:1 3) Juan 8:44

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