Catalunya y Galicia pierden fervor católico a pasos agigantados

Salta a la vista que las visitas del Papa a Barcelona y Santiago no colmaron las expectativas de asistencia esperadas. Más allá de buscar razones en la menor popularidad de Benedicto XVI con respecto a Juan Pablo II, una mirada más atenta permite hacer una lectura algo más profunda. Hay una creciente decepción en la población hacia el catolicismo, como demuestra el descenso de católicos en ambas comunidades, más acentuado en Catalunya que en la comunidad gallega.

BARCELONA · 08 DE NOVIEMBRE DE 2010 · 23:00

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Hace 15 años, más del 80% de los españoles se declaraban católicos y únicamente poco más del 10% se confesaban no creyentes o ateos. A día de hoy, la tasa de católicos ha caído al 73%, mientras que la cifra de no creyentes supera el 22%. Claro que en 1981, los católicos suponían el 90%: casi 20 puntos más que ahora. Otro dato significativo es el de la asistencia a los oficios religiosos, que ha visto crecer sin parar el grupo que admite que no acude prácticamente nunca a la iglesia: del 28% en 1984, al 40%, en 1996, y al 58%, actualmente (o al 74% si se incluyen aquellos que van sólo «alguna vez al año»). Incluso la cifra de quienes asisten casi todos los domingos a misa ha pasado de cerca del 50% en los años ochenta, al 36%, en los noventa, y a algo más del 20%, ahora. Esta evolución a partir de los datos del CIS completa un escenario en el que la confianza en la iglesia católica alcanza únicamente a la mitad de los españoles (pues sólo uno de cada cuatro ciudadanos expresa mucha confianza en esta institución, frente a un 44% que dice tener poca o ninguna). Y las cifras son aún más severas cuando la pregunta versa sobre el poder de la misma: casi el 52% lo cree desmesurado o excesivo; únicamente el 32% lo juzga adecuado, y sólo un 10% ve ese poder insuficiente o insignificante. Sin embargo, estos no son los únicos indicadores que reflejan el declive de la fe católica de los españoles. Así, mientras en 1981 más de la mitad de los ciudadanos decían creer en la vida eterna y un 43% estaba convencido de que «sólo hay una verdadera religión», en el 2008 sólo un 19% hacía suya esta última convicción. Al mismo tiempo, ha crecido lentamente –hasta convertirse en un sentimiento casi unánime– la opinión de que la iglesia católica no debe influir en el voto o en las decisiones del Gobierno. Y, finalmente, un tema tan emblemático como la clase de religión refleja también esa secularización creciente: en los últimos ocho años ha caído en siete puntos la tasa de quienes consideran que debe ser obligatoria (del 22% al 15%) y, simultáneamente, se acerca al 64% la de aquellos que aceptan que se pueda elegir libremente entre varias religiones o ninguna. APATÍA CRECIENTE Ahora bien, igual que ocurre en otros ámbitos, la geografía española de la fe católica no es homogénea. Catalunya refleja también elementos diferenciales en lo relativo a la identidad religiosa. Por ejemplo, mientras el 73% de los españoles se declaran católicos, esa cifra baja al 65% entre los catalanes. Y mientras la tasa de ateos o no creyentes apenas supera el 20% en el conjunto de España, va más allá del 30% en Catalunya, con grupos de votantes que se confiesan no creyentes en porcentajes abrumadores. En contraste con el hecho diferencial catalán, las cifras de Galicia se sitúan diez puntos por encima del conjunto de España en porcentaje de creyentes, y también son muy superiores en la asistencia a los oficios religiosos. En medio de ese panorama de apatía espiritual colectiva, se intuye un reforzamiento en las convicciones de quienes se declaran católicos. Una cifra indirecta pero significativa así lo refleja: en el año 2002, menos del 20% pensaba que la iglesia da respuestas adecuadas a los problemas de la vida familiar; en el 2008, en cambio, esa cifra había crecido en siete puntos y alcanzaba al 26%.

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