Exhumarán los restos de Atilano Coco, protestante fusilado en la Guerra Civil

La Iglesia Anglicana en España pedirá autorización al Ayuntamiento de El Cubo del Vino para exhumar los restos del pastor protestante nacido en Guarrate (Zamora) y fusilado en Salamanca en 1936.

SALAMANCA · 22 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Amigo de Unamuno, protestante y masón, Atilano Coco murió fusilado a la edad de 34 años. Su esposa, Enriqueta Carbonell, intentó salvarle la vida requiriendo la mediación a Miguel de Unamuno y rogando al obispo católico de Salamanca. Pero nada de esto evitó que la noche del 8 de diciembre de 1936 Atilano fuera conducido desde la Prisión de Salamanca hasta el monte de La Orbada, a 24 kilómetros de la capital, junto a Báncora (mâitre del Gran Hotel) y “El Timbalero”, crítico taurino de "El Adelanto". Isabel Pérez, sobrina de Báncora, desveló en una carta remitida al diario “Público” a raíz de la publicación de un artículo sobre la represión franquista en Salamanca, que los cuerpos de los tres fusilados fueron enterrados en un paraje situado en El Cubo del Vino, en Zamora. “Los hijos del `Timbalero´ les siguieron y sacaron el cadáver de su padre. Vieron que había más muertos. Se lo contaron a mi prima y les identificaron por la ropa que llevaban y porque les vieron el día en que salieron de prisión”, escribió Isabel Pérez. A raíz de estas revelaciones, el diario madrileño promovió un encuentro entre ella y el obispo de la Iglesia Reformada en España, Carlos López, muy interesado en dignificar la muerte de pastor protestante zamorano. “Nosotros ya teníamos idea de esto y ahora se ha ratificado, por ello vamos a intentar exhumar los restos”, comentó el obispo, quien se propone pedir la correspondiente autorización para la exhumación de los restos de Atilano Coco Martín, el único pastor protestante que se encontraba en Salamanca al inicio de la Guerra Civil. Había llegado al lugar en 1929 e impartía clases en la escuela adjunta de la iglesia anglicana. Setenta y tres años después de los hechos, el obispo de la Iglesia Reformada de España –Carlos López- ha contactado con personas mayores de la zona para determinar el lugar exacto donde se depositaron los cadáveres de los fusilados. Si el Ayuntamiento otorga el permiso, las excavaciones se realizarán en la próxima primavera. Es muy posible que los restos de Atilano Coco reposen definitivamente en la residencia abierta en Salamanca en el año 2005, promovida por las iglesias anglicanas del mundo en memoria del pastor asesinado. TRAYECTORIA Atilano Coco Martín nació en Guarrate en el año 1902, en el seno de una familia de labradores acomodados. Su padre, Eugenio Coco, era miembro de la Iglesia Española Reformada Episcopal. Estudió en Inglaterra, donde inició sus vínculos con la masonería. A su regreso, trabajó como maestro en la Escuela Modelo de la Iglesia Evangélica Española en Alicante. Ya casado con Enriqueta Carbonell, en 1929 se trasladó a Salamanca para hacerse cargo de la congregación evangélica arraigada en la ciudad desde 1879. Más tarde se afilió al Partido Republicano Radical Socialista, caracterizado por su ideario liberal avanzado y su laicismo radical, y junto a otros miembros de Unión Republicana promovió en Salamanca la Liga Española de los Derechos del Hombre. Fue ordenado Diácono de la Iglesia Española Reformada el 24 de septiembre de 1933 y recibió las sagradas órdenes de Presbítero de la misma Iglesia dos años más tarde. La abundante actividad desplegada por el pastor zamorano hizo de él una persona muy conocida en la sociedad salmantina del convulso año 1936. Allí le sorprendió el inicio de la Guerra Civil y su detención por los militares sublevados el 31 de julio, para ser trasladado a la Prisión de Salamanca sin ninguna acusación formal. Su militancia republicana y masónica como venerable maestro de la Logia Helmántica, la práctica de la religión protestante y la profesión de maestro fueron suficientes. Diez días después de ser encarcelado, Atilano Coco escribió el borrador de una carta, fechada en la Prisión Provincial de Salamanca el 10 de agosto de 1936. Este texto fue dado a conocer por el investigador Patrocinio Ríos, gracias a los manuscritos fotocopiados por gentileza de Enriqueta Carbonell. Las palabras de Coco “demuestran que desde muy pronto Unamuno -escritor y en ese momento rector de la Universidad de Salamanca- se interesó por la grave situación de este pastor amigo que no encontraba explicación a su encarcelamiento”. CARTA A UNAMUNO Apenas un mes después, el pastor agradece a Unamuno las gestiones a favor de su liberación. La nueva carta, fechada el 6 de septiembre de 1936, expresa textualmente: “Buen amigo D. Miguel: Por mi esposa sé las molestias que Vd. se está tomando con respecto a este extraño encarcelamiento del que soy objeto desde hace 38 días. Muy grave debe ser la causa para tenerme apartado de mi Ministerio Evangélico aun cuando todavía no sé si estoy a disposición de algún juez o del Comandante militar. De todos modos le agradezco su solicitud. Mi esposa me ha dicho que ha estado Vd. en mi casa hace unos días. ¿Quizás esperaba Vd. encontrarme en ella? Eso sería un buen augurio para mí. Bien quisiera volver a gozar de la libertad, pero me figuro que aquí se entra con demasiada facilidad para poder salir con la misma. Espero con impaciencia que acabe esta trágica lucha y estoy pidiendo constantemente a Dios en mis oraciones que todos los españoles depongan las armas y se amen como hermanos. Los primeros en dar el ejemplo hemos de ser los cristianos. `Ve y haz tú lo mismo´ fue el mandato de Cristo a aquel doctor de la Ley que le preguntaba quién era su prójimo. De nuevo repito la gratitud que siento por la deferencia que en esta ocasión memorable ha tenido para mí y mi esposa. Suyo en el Evangelio. Atilano Coco” MISIVA REVELADORA Enriqueta Carbonell no se rinde y a finales de setiembre entrega una carta en la casa del amigo más influyente de su esposo, rector de la Universidad y concejal del Ayuntamiento de Salamanca, quien se encontraba en ese momento guardando reposo por enfermedad. “Don Miguel: soy la esposa del pastor evangélico y le voy a molestar una vez más- escribe la afligida mujer- Se acusa a mi esposo de masón y en realidad lo es, lo hicieron en Inglaterra el año 20 o 21; me dice que consulte con usted qué es lo que tiene que hacer; mi esposo, desde luego, no ha hecho política de ninguna clase; le hicieron eso porque sabe usted que en Inglaterra casi todos los pastores lo son, y muchos también en España; en Inglaterra lo es el rey, y también el jefe de las iglesias anglicanas. En España he oído que lo son algunos generales; no sé lo que habrá de verdad en esto. Creo que esto pasará al Gobierno Militar, y sí quisiera que usted cuando pudiera se informase de algo, o que dé alguna luz sobre esto. Perdone que le moleste hasta en la cama; que mejore usted y Dios le premie todo lo que por nosotros está haciendo”. Posteriormente, Unamuno habla con el gobernador civil y, convencido de la fiabilidad de su palabra, llega a dar la enhorabuena a Enriqueta Carbonell por la inminente puesta en libertad de su esposo. Así lo revela el profesor Patrocinio Ríos, quien en 1989 preguntó a la viuda si Unamuno frecuentaba la casa de su amigo. Esta fue la única ocasión y precisamente para “darle la enhorabuena a Coco”, ya que el gobernador le había dicho “que aquella misma noche (la anterior) iba a ser puesto en libertad”. Los hechos constataron que no fue así, pero Miguel de Unamuno no abandonó a su suerte la memoria del amigo, tal como quedó patente durante la celebración del Día de la Raza, el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo. En esa ocasión, el rector de la Universidad de Salamanca extrajo una carta de su bolsillo y el momento pasó a la historia por el crudo enfrentamiento que se generó con el general Millán Astray. Según aparece documentado en el museo dedicado al escritor, el papel que Unamuno sacó de su chaqueta, donde había escrito unos apuntes que servirían para hilvanar un improvisado discurso, era la nota enviada por Enriqueta Carbonell en el desesperado intento de salvar a su marido. Allí, en presencia de Millán Astray y la esposa de Franco, Carmen Polo, Miguel de Unamuno, pronunciaría la conocida proclama “Venceréis pero no convenceréis” en respuesta a la delirante disertación de Millán Astray contra los intelectuales, que concluyó con el reproche “¡Muera la inteligencia!”. La valiente afrenta del escritor le costaría el puesto de rector y la condena al ostracismo político. EL FIN El pastor anglicano continuó en una prisión cada vez más atiborrada de detenidos, hasta la madrugada del 9 de diciembre de 1936. Algunas fuentes dicen que fue conducido al cementerios y otras al monte de La Orbada, donde se consumó el fusilamiento, “sin formación de causa”. “Por ser masón y amigo mío”, diría Unamuno en medio de la Guerra Civil. Años después de la muerte de Atilano Coco no fueron pocos los intelectuales que condenaron el paso por las armas de una figura tan significativa. Patrocinio Ríos documenta la indignación del poeta Jorge Guillén y del ensayista y profesor Juan Marichal. Con este último llegó a conversar personalmente sobre el trágico final del pastor protestante zamorano.

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