Encontrar l’abraçada del haya donde se halla

Pasearse por un bosque de hayas en las distintas estaciones del año equivale a encontrarse con otros tantos paisajes y sensaciones muy diferentes con el denominador común de generarte siempre estímulos consistentes.

04 DE JULIO DE 2009 · 22:00

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A principio del verano vas a toparte con hayas de más de treinta metros completamente vestidas, con sus hojas de color verde intenso recién brotadas unidas a las ramas con una horizontalidad extrema que llama la atención. Sin moverse luchan unas con otras para que no se les escape ni un solo rayo de sol y aprovechar todos los beneficios de la luz. El ambiente bajo las hayas es fresco y cómodo, tiene una tonalidad verdosa suave y sólo los pocos rayos que consiguen llegar directamente al suelo conservan nítido el color de la luz solar. El impacto que reciben los ojos no admite dudas: belleza intrínseca. Disfruta la belleza. Si te acercas en otoño antes de que caigan las hojas vas a ver un paisaje entre marrón y rojo muy imponente. Todavía no hay posibilidad de ver fuera del hayedo, las distancias son cortas. Las hojas ya han hecho su recorrido por el color verde oscuro y se han secado. Están casi a punto de morir pero todavía dan sombra y cobijo lo que sumado a la suavidad de la temperatura sitúa tus percepciones a mitad de camino entre la agresividad y la paz. En pocos días se formará una alfombra de hojas secas muy agradable de pisar. Buen tiempo para caminar despacio mientras uno saca la mente a pasear. Cuando llega el invierno las hayas dejan al descubierto sus troncos gruesos, lisos y con corteza gris; el entorno se vuelve sin que nos demos cuenta, esquelético y casi tétrico. Las ramas altas y peladas convierten el ambiente en algo que casi produce miedo. Las distancias se alargan y puedes contemplar lo que hay más allá del hayal sin ningún problema, quedan al descubierto zonas montañosas distantes tapadas hasta hace poco por las hojas. Uno puede no sólo contemplar la expansión sino disfrutarla y sentirla aunque los días sean nublados y sin sol. Pero si subes por el camino que va desde Santa Fe del Montseny al Turó de l´Home, pasada la fuente de Passavets, a la derecha, en el límite entre el hayedo y el abetal, te vas a encontrar con L´abraçada (El abrazo). Una haya y un abeto —altos, grandes y con muchos años encima— que han crecido entrelazados. Pude contar hasta tres abrazos con las cortezas de sus troncos fusionadas en cada enlace. Todo un símbolo. En la zona limítrofe de las dos especies donde cabría esperar roce y fricción aparece abrazo y fusión. Es posible que todo empezara con dos troncos tiernos que se buscaban pero hoy se ha convertido en un abrazo inseparable.

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