Sorprendidos de nosotros mismos

Tan poco apercibidos sobre lo que somos en esencia, sigue inquietándonos la expresión más básica de nuestra humanidad.

23 DE MARZO DE 2023 · 18:39

A Luis Zahera, su interpretación en 'As Beatas' le ha valido su segundo premio Goya al mejor actor de reparto. / Fotograma de la película, Filmin.,
A Luis Zahera, su interpretación en 'As Beatas' le ha valido su segundo premio Goya al mejor actor de reparto. / Fotograma de la película, Filmin.

Después de haber conseguido el Goya a la mejor película en la última gala de los premios del cine español, As bestas es todo un fenómeno. En realidad, la película de Rodrigo Sorogoyen, que se inspira en la historia real del neerlandés Martin Verfondern y la familia Rodríguez en la aldea orensana de Santaolla, y de la que se ha hecho un documental con el mismo nombre del lugar, no tiene nada de nuevo.

Es un thriller bien elaborado y ejecutado. Sorogoyen logra acercar la tensión a su aspecto más humano, a pesar de que el ámbito rural y los retos que afronta ahora mismo sean desconocidos para muchos. No obstante, su película “nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés 1:9).

Una buena fotografía, un reparto sin grandes figuras del séptimo arte y un formato de película independiente, con el guion escrito (por Isabel Peña y el propio Sorogoyen) utilizando el castellano, el galego y el francés, están tras el éxito de esta película que recuerda a los dramas rurales de época aunque adaptado al presente. De hecho, Sorogoyen incluye guiños muy evidentes a la lucha ecologista y conservacionista, y al feminismo contemporáneo.

Sorprendidos de nosotros mismos

Denis Ménochet da vida a Antoine, "el francés" en la película de Sorogoyen. / Fotograma de la película, Filmin.

Lo irremediable de nuestras luchas

La película de Sorogoyen evoca un trágico cruce de caminos. Una interposición de “destinos” personales que el director utiliza para reflejar la condición siempre presente de enemistad en el ser humano. En resumidas cuentas, un retrato general es que ya no se puede ser vecino ni siquiera en la montaña más remota y alejada de la civilización. Siempre que haya otro humano aparte del “yo”, habrá confrontación.

Es el episodio cíclico de Caín y Abel como tragedia universal que define la condición general humana. Por eso, más allá de la fotografía y del paisaje, la película de Sorogoyen carece de belleza natural. Quizá porque el director haya renunciado a reflejarla, o simplemente porque no la haya encontrado. 

Y es que cuesta, a veces, reconocer en ese ser humano que somos algo que no sea una banalidad y una simpleza brutales y carentes de afecto. Aunque entiendo que para el director la figura de Antoine, que interpreta Denis Ménochet, es un resquicio de la esperanza humanista que cree en el diálogo, la libertad y la convivencia como elementos básicos de la razón, acaba presentando un cuadro en el que todo lo que uno pueda esperar es consumido por el hastío y sepultado bajo una avalancha de bestialidad que encarnan los hermanos Xan y Lorenzo (Luis Zahera y Diego Anido), como representación pintoresca de la humanidad más fundamental en su esencia. Sorogoyen utiliza incluso una metáfora propia del ámbito rural: mientras que uno es agricultor y se arrodilla para labrar la tierra y obtener su fruto, manteniendo su integridad intacta, otros son ganaderos y aparecen frecuentemente rodeados de estiércol. 

La pregunta que inevitablemente se traslada al espectador es si “seré yo” uno u otro. Y aunque se piensa en la elección como resolución para ese dilema, una reflexión más profunda permite ver aspectos de lo humano tanto en uno como en el otro. Irremediablemente se encontrarán aspectos en el agricultor que parezcan más cercanos, pero también otros más fríos. E igualmente, la protección que encarnan los hermanos será un rasgo que a muchos les podrá resultar más que familiar, a pesar de que nadie quiera identificarse con su brutalidad.

Sorprendidos de nosotros mismos

La película de Sorogoyen es un retrato diferente sobre algunas de las problemáticas contemporáneas del ámbito rural. / Fotograma de la película, Filmin.

Eso que somos

En realidad, el fenómeno de As bestas no tiene nada de nuevo, más allá de la inspiración en la historia de Verfondern y su estética de película independiente. Si la película de Sorogoyen causa estupor es, sobre todo, por el retrato que hace del ser humano. Por como representa eso que somos todos.

Y es que, tan poco apercibidos sobre lo que somos en esencia, sigue inquietándonos la expresión más básica de nuestra humanidad. Nadie parecerá capaz de verse reflejado en algunos de los personajes de la película, hasta que encuentre la alusión a lo personal, o trate de comprenderlos y, entonces, los justifique. Porque el filme de Sorogoyen no muestra nada que ninguno de nosotros no podamos ser o hacer.

El salmista, al observarse a sí mismo, se reconocía “como una bestia delante” de Dios (Salmo 73:22). Por eso, toda aspiración a convertir en dios a la criatura, dice Pablo en Romanos (1:21-24), lo cual es consecuencia de no querer “glorificarle”, ha venido a resultar en nuestra “inmundicia”. La esperanza cristiana es que ese ser corrompido en el pecado, ha muerto con Cristo en la cruz para ser justificado y vivir con él (Romanos 6:6-8).

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