Sara Marcos, alma y corazón misionero

Casi seis años en Mozambique avalan la trayectoria de esta misionera, enfocada en mostrar el transformador amor de Dios a los últimos de la sociedad.

08 DE MARZO DE 2023
10:00 CET
Sara Marcos involucrada en una actividad con los niños que atienden en Mozambique.,
Sara Marcos involucrada en una actividad con los niños que atienden en Mozambique.

Tiempo de lectura: 10 minutos

Con altos índices de pobreza, Mozambique es un país en el que se presentan muchas necesidades. Pero no solo hay un sufrimiento general en una sociedad con dificultades económicas, sociales y laborales. En este entorno, los niños con diversidad funcional y necesidades especiales pueden llegar a pasar desapercibidos, siendo abandonados incluso por su familia inmediata.

A estos pequeños, los últimos de los últimos, es a quienes sirve Sara Marcos, actualmente involucrada en el proyecto Sekeleka en Mozambique, apoyado principalmente por la misión evangélica bautista en España y Europa.

Sekeleka significa “levántate”. “Es un proyecto de inclusión con niños con necesidades especiales: niños que han sido abandonados, o de familias que viven en extrema pobreza, o que no entienden lo que les ocurre por la falta de información y medios. Niños que a veces son maltratados. Nosotros los identificamos, y empezamos a trabajar con ellos y las familias”, nos cuenta Sara Marcos.

 

Transformar vidas

En su voz se aprecia la calidez y la sensibilidad de una persona que ha encontrado su lugar dando del amor de Dios y viendo que este amor puede transformar vidas. “Son personas totalmente rechazadas por su familia y por la sociedad, y tener la oportunidad de mostrarles el amor de Dios y ayudar a que Dios pudiera transformar sus vidas me encantó”, cuenta Sara al recordar cómo se involucró en el proyecto.

A diferencia de otras iniciativas, esta cuenta con una dirección local y la colaboración de personas de otros países. Algunos también visitan el centro como voluntarios para servir en las distintas necesidades que se presentan en un proyecto amplio que toca aspectos de salud, comunicación, desarrollo motor y del lenguaje, sensibilización, educación o alimentación, entre otros.

De hecho, el proyecto abarca cuatro áreas. Por una parte, la atención directa en comunidades. Un equipo viaja a los poblados para identificar a niños que puedan estar en situación de exclusión social o que tengan alguna diversidad funcional. “El foco son las familias, para ayudarles a comprender a los niños y cuidarles según sus características”, explica Sara Marcos.

Sara Marcos, alma y corazón misionero

En las comunidades, algunos menores son rechazados por la ignorancia o las dificultades que entraña su atención a las familias.

En segundo lugar, está el centro abierto donde se trabaja con los niños y las familias que acuden, sea por la mañana o por la tarde. Allí se desarrollan la “independencia, la autonomía, el amor, tenemos terapia ocupacional, informática… Muchas actividades para que los niños se sientan amados, valorados, se formen. Es algo que transforma sus vidas”, agrega Sara.

La formación profesional es el tercer aspecto que se trabaja, para que “niños y adolescentes puedan aprender una profesión” que les ayude a desarrollarse y también a poder conseguir algún sostenimiento económico autónomo. “Tenemos costura, jardinería, mantenimiento de los patios, y aprenden. De esta forma pueden ayudar con los gastos de sus familias, y pueden sentir que tienen valor, ser parte y que encuentren su sitio”, dice Sara Marcos.

Finalmente, se presenta el área de proyectos “autofinanciables”, una iniciativa que están desarrollando actualmente para crear microempresas, iniciativas sencillas pero que permitan el financiamiento del centro. La idea es que también estas microempresas puedan generar un espacio de trabajo para algunos “de los jóvenes que no consiguen adaptarse a un trabajo en otros lugares”.

Sara Marcos, alma y corazón misionero

Uno de los huertos realizados en el centro Sekeleka.

Otro proyecto en el que han comenzado a actuar es en la acogida, dado que “hay niños que nos envían de la administración, para que les ayudemos”. Actualmente tienen seis niños y ven que esta puede ser una necesidad a cubrir próximamente con más atención.

 

Dignidad y futuro

Lo que más se incentiva en este proyecto es el desarrollo personal de quienes, sin esta atención, quedarían abandonados a su suerte. “Queremos que los chicos con diversidad funcional puedan ser parte de la sociedad, de la vida, y sentirse amados y que tienen valor. Es un proyecto integral donde intentamos que los niños puedan ser felices, tener una vida digna y llenas de futuro”, resume Sara Marcos.

En la actualidad atienden a 54 niños en el centro abierto, a otros 100 en las comunidades y 6 en el programa de formación profesional. Además se está trabajando con las familias para que entiendan a los niños, pero también “que puedan encontrar formas de financiar su estabilidad y sean capaces de salir” de situaciones de exclusión social.

Sara Marcos, alma y corazón misionero

El plan de acción incluye la atención primaria, pero además que los menores puedan desarrollarse en la sociedad a pesar de las dificultades.

El proyecto se financia, principalmente, con las aportaciones de distintas empresas, iglesias, fundaciones y particulares que se identifican con la labor que Sara y muchos otros llevan adelante. Actualmente son unas 30 personas contratadas a tiempo completo o parcial, además de un equipo variado de voluntarios.

 

Dios trabaja con todos

Sara Marcos cree que Dios está guiando el proyecto, pero no solo obrando en los niños atendidos, sino en todos aquellos que se involucran. “El amor de Dios es el que transforma vidas. Se ven milagros que se hacen a través del amor. Había niños que no caminaban, o no hablaban, y era porque no había personas que les hubieran ayudado a desarrollarse. Se convierten en luchadores, personas que tienen aspiraciones, que tienen deseos de hacer cosas en la vida. Es maravilloso ver cómo el amor transforma todo”, dice emocionada. 

“A veces nos faltan profesionales para poder trabajar con ellos, pero Dios va supliendo, y en eso vemos también transformación. Hay personas que vienen a colaborar y que Dios toca sus vidas de forma profunda. Dios trabaja con todos, no solo con los niños con diversidad funcional, sino en vidas de servicio y amor. Familias que pensaban que los niños tienen una maldición, y han aprendido a cuidarlos, a amarlos, a valorarlos, que cuidan a los niños. Reconocen que son sus hijos y ya no los esconden. Son muchas transformaciones en la vida de los niños, la familia y el equipo”, explica.

Para terminar, Sara pide que la iglesia se mantenga orando por esta labor que llevan a cabo, y también explica que se puede colaborar de diversas maneras: donando, difundiendo la información, pero también incluso acudiendo a colaborar. “Necesitamos formar, y si hay personas que puedan dar formación es oro para nosotros”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cambiando el mundo - Sara Marcos, alma y corazón misionero