¿Deporte que redime?

Cuando se hace con sinceridad y con todo nuestro ser, los bienes creacionales y símbolos escatológicos inherentes en el juego se magnificarán, lo cual permitirá a la persona que practica deporte señalar de forma natural a Dios. 

  · Traducido por Patricia Bares

12 DE JULIO DE 2019 · 15:15

,

El deporte tiene una historia mundial extensa y dinámica: va nada menos que desde los juegos de pelota mesoamericanos hasta las carreras de carruajes de los romanos, pasando por las justas medievales e inicios del golf. La globalización y los avances tecnológicos permiten que el deporte moderno [1] en particular tenga un impacto innegable en la sociedad contemporánea. Por esta razón, el fenómeno del deporte es mucho más influyente ahora que nunca antes. El presente documento se escribió durante la Copa Mundial de la FIFA, un torneo que involucra directamente como espectadores a casi la mitad de la población global [2]. Si consideramos a la sociedad como un todo, hasta aquellos que no se involucran directamente con el deporte lo llegan a experimentar de forma indirecta. Es decir, a través de sus familias, amigos o compañeros [3].

Desde que Michael Novak escribió The Joy of Sports (El gozo de los deportes) en 1976, ha habido un crecimiento constante en muchas subdisciplinas que intentan analizar el complejo fenómeno del deporte. Estas disciplinas incluyen investigaciones sobre masculinidad/feminidad, diversidad étnica, geografía urbana, estatus social y discapacidades, hecho de tal manera que abordan el deporte a través de perspectivas diferentes, como la instrumentalista, y teorías de performance-performer [4]. Sigue siendo difícil llegar a un consenso académico, pero eso no ha impedido que muchas generaciones encuentren un valor considerable en las ricas tradiciones del deporte. 

Los líderes cristianos siempre han mostrado interés en hablar de este tema, unas veces como fuertes oponentes de los deportes contemporáneos (especialmente los que son tertulianos) y otras veces como firmes defensores (como la corriente victoriana de “cristianismo musculoso” [5]). Sea como sea, sin duda lo que nos resulta más familiar son las analogías que se encuentran en el Nuevo Testamento [6]. Las inspiradoras metáforas sobre el deporte que se encontraron especialmente en las cartas de Pablo llevaron a muchos cristianos a percibir y experimentar el deporte de forma positiva (“desarrolla el  carácter y disciplina”), pero puede resultar inadecuado si se usa para intentar tratar muchos dilemas más complejos relacionados con las consecuencias reales del deporte. Sin duda, el deporte siempre ha sido “un tema rechazado por los intelectuales cristianos” [7]. A pesar de varias contribuciones admirables en los últimos años [8], los cristianos aún tienen muchas dudas al tratar el tema del deporte de forma teológica. 

Por esta razón, este artículo pretende estudiar el deporte moderno de una forma que pueda ayudar a los cristianos a involucrarse de forma crítica y quizás incluso ser una fuente de inspiración para crear una iniciativa renovada. En general, nuestro triple enfoque es paralelo al gran orden narrativo de las Escrituras: la Creación (“celebrar el deporte”), la Caída (“lamentar el deporte”) y la Redención (“Redimir al deporte”). En primer lugar, no obstante, es necesario que aclaremos qué es el deporte. 

Clasificación del deporte

El deporte se puede entender como una destilación del impulso de la acción de jugar, lo cual la Biblia da por sentado que es un rasgo positivo de las criaturas de Dios [9], sobre todo porque es algo que se conservará en la Nueva Creación [10]. Como tal, el deporte busca maximizar ciertas facetas del juego (por ejemplo, el disfrute) mientras que limita o imposibilita otras (por ejemplo, la simplicidad y la espontaneidad) [11]. De esta explicación se concluye que el deporte es a la vez similar y distinto al juego. 

El deporte también está relacionado con los juegos. Si bien reconocemos los límites que existen entre estos dos términos, los cuales se solapan y fluctúan [12], los juegos se pueden caracterizar por su informalidad al jugar (como cuando se baila con alegría o se lanzan piedras en el lago) y por sus reglas claramente establecidas (por ejemplo, en el caso del ajedrez, el alfil negro tiene que moverse en diagonal a lo largo de los cuadrados negros). [13] Por lo tanto, las reglas organizadas son el elemento principal común en los juegos y el deporte. El deporte tiene dos características irrevocables que lo distinguen de los juegos: se busca la victoria y hay que involucrarse físicamente [14]. 

Las actividades que producen “beneficios” pragmáticos deben entenderse como un entretenimiento y no como un juego. Las llamadas “actividades recreativas” dan unos resultados claros para los que se llevan a cabo, [16] pero es imposible explicar el funcionamiento interno del juego con razones “externas”, pues el objetivo del juego es inherente al juego en sí. [17] Se ha puesto de moda en la literatura deportiva el término ‘autotélico’ (“con un propósito”) al intentar articular la importancia que contiene el juego. [18] Todo el mundo tendría que reconocer fácilmente el tipo de experiencias transcendentes que pueden darse durante un juego, donde el tiempo en sí mismo a menudo ni siquiera parece tener relevancia. De hecho, mucha de la literatura deportiva habla sobre el flow state (algo así como “estado de fluir”) de los atletas [19], y el mismo término “deporte” significa nada menos que “dejarse llevar”. [20]

Un defecto de muchos escritos sobre el deporte es la falta de explicación acerca de la relación entre participantes y espectadores, lo cual en ocasiones puede tener un efecto casi espiritual para ambas partes. [21] Teniendo en cuenta este efecto y la prominencia de flow states, no hay duda que el debate del deporte se mueve en terreno religioso. Por eso y por otras razones es necesario y revelador hacer un análisis del deporte desde una perspectiva teológica. 

Celebrar el deporte: lo que debería ser el deporte

El acto de creación de Dios no fue algo que hiciera falta, pero tiene una profunda importancia y significado. De forma similar, podemos entender el deporte como algo que no es necesario pero que tiene un gran significado en sí mismo. [22] A causa de la falta de necesidad de la creación del universo, algunos teólogos han escrito sobre “el Dios que juega”. Como criaturas creadas a su imagen, podemos entender nuestra forma de jugar como una derivación o sombra del juego de Dios; [23] nuestro juego es gratuito pero está restringido por su propia finitud. Esta realidad refleja la experiencia de los primeros humanos en el jardín del Edén, [24] quienes participaron en una especie de libertad limitada. En el deporte experimentamos un microcosmos único compuesto por una libertad limitada, la cual se basa en que los jugadores acepten libremente jugar según unas reglas importantes (que a su vez no son necesarias). Puede haber coincidencias superficiales en las reglas de algunos deportes, pero no hay una razón per se de por qué, por ejemplo, se permiten solo once jugadores por equipo en el fútbol o por qué en el cricket hay seis lanzamientos. La falta de necesidad en el deporte simboliza nuestra naturaleza como criaturas contingentes y nuestro disfrute simboliza un Dios amoroso que se alegra al ver lo bueno de esta creación.

Es más, la naturaleza física que es intrínseca en el deporte sirve como una importante afirmación de nuestro bien original, de nuestra existencia corporal diseñada por Dios. Sin embargo, el deporte nunca debería verse como algo meramente físico. [25] De hecho, el deporte puede involucrar también a nuestras mentes y poner a prueba nuestro espíritu, lo que provoca que se convierta en una experiencia antropológica holística. [26] Esto ayuda a explicar por qué algunas personas se pueden sentir más vivas en el microcosmos del deporte que en la monotonía de su existencia diaria. La estrategia, la perseverancia y la victoria ocupan ese lugar desde hace generaciones, y de alguna manera pueden condensarse simbólicamente en unos 90 minutos de juego.

Un último bien activo creacional en el deporte es la centralidad de las relaciones. Aunque hombres y mujeres practican deporte por motivos diferentes, todos los humanos pueden florecer en el deporte al reflejar la imagen del Dios perfectamente relacional y trinitario que los creó. Hasta los deportes más individualistas dependen de las relaciones con sus contrincantes, jueces o árbitros y espectadores para que les reten, los controlen y les inspiren. Podemos especular que los observadores pueden ser más importantes para el florecimiento de los deportes individuales, donde los contrincantes no tienen compañeros sobre los que apoyarse. No obstante, aunque sea posible que el deporte que funcione sin espectadores, sin ellos de alguna forma está incompleto. Así como la forma de jugar del ser humano apunta hacia un Dios que juega, practicar un deporte fundamentalmente fluye hacia los no competidores como un símbolo concentrado de criaturas relacionales que reflejan a un Dios relacional. 

Como hablamos coloquialmente de practicar deporte (play en inglés, que significa “jugar”), lo cual contrasta con “trabajar” o “escenificar”, [27] parece que está bien celebrar el deporte como algo que está dentro de la categoría del descanso y separada de nuestras tareas habituales de la semana. [28] Esta separación explica con más detalle nuestra experiencia del deporte como un microcosmos y puede además revelar por qué el deporte se representa a menudo como algo sagrado. Sin duda, la conexión entre el deporte y lo sagrado ha llevado a varios estudiosos a describir el deporte como un tipo de liturgia. De hecho, los monjes cristianos tomaron prestado el término áskēsis (entrenamiento) de los atletas griegos para describir sus propias prácticas espirituales estrictas. Al final, resulta que la mejor forma de descifrar la cualidad “sagrada” del deporte está relacionada con la forma que magnifica la imagen de Dios en nosotros. Esto se consigue cuando el deporte maximiza ciertas facetas del juego a través de reglas que no son esenciales. A continuación encontramos algunas de las más importantes:

  • Máximo disfrute

Todos los deportes se han construido de forma intencional para aportar un disfrute de algo en concreto. Muchos de nosotros, por ejemplo, hemos experimentado la alegría de dar en el blanco al lanzar una piedra. El baloncesto tiene esta característica tan básica con reglas llevadas a cabo de forma muy cuidadosa. De esta forma, encestar y conseguir tres puntos después de haber esquivado a varios jugadores puede ser una de las formas más intensas de conseguir dar en el blanco. El hecho de que empleemos continuamente nuestras mejores ideas, tecnologías, [29] y recursos para amplificar el disfrute del juego en el deporte es un testimonio de la bondad poderosa de la creación de Dios, la cual sigue siendo evidente en este mundo.

  • Máxima competitividad

La verdadera competitividad incluye darlo todo y dejarse la piel junto a los demás. [30] Después de todo, el deporte incluye a jugadores que aceptan enfrentarse unos a otros en un microcosmos regido por reglas. Por lo tanto, deberíamos ver este esfuerzo conjunto [31] y no la rivalidad como el motor de la competitividad original del deporte. En este microcosmos cerrado puede parecer que hay cierto antagonismo, [32] pero si se ve desde fuera, se puede percibir fácilmente un propósito compartido. Al esforzarse al máximo juntos, los equipos y los atletas desarrollan relaciones fuertes mientras participan en algo mayor que ellos mismos. Tal como señala Francesco Duina, “la victoria en sí no es muy interesante. Sin una competitividad cercana, muy pocos tendríamos ganas de competir”. [33] Las reglas establecidas y universales del deporte crean una comunidad extensa en la cual se pueden compartir y comparar experiencias. Además, a través de la competitividad la humanidad experimenta cosas que de otra forma no podría. Este esfuerzo conjunto propio del deporte nos puede recordar la historia de Jacob luchando contra Dios, [34] y en última instancia nos puede hacer sentir identificados con nuestra existencia que lucha sin cesar al ser criaturas caídas pero redimidas. 

  • Máxima excelencia

Cuando Usain Bolt ganó el sprint de los 100 metros lisos en las Olimpiadas, se convirtió no solo en el atleta más veloz de ese evento, ¡sino también en el más rápido del mundo! Esta característica y otras parecidas son posibles gracias a la forma con la que la humanidad ha ingeniado un recorrido con obstáculos específicos y a la vez arbitrarios (con una distancia de 100m) y así continua dirigiéndose hacia logros sin precedentes. El objetivo de maximizar la excelencia en el deporte se puede ver como una de las formas de completar el mandamiento original de trabajar y cuidar la tierra porque demuestra avanzar o ir más allá de logros y estándares anteriores. [35] Un ejemplo de este tipo de competición se puede ver en el deporte del monopatín, en el cual los skaters no dejan de reinventarse inventando nuevos trucos. También en la natación, donde se va revolucionando la técnica y se están batiendo nuevos récords. 

 

¿Deporte que redime?

Lamentar el deporte: lo que no debería ser el deporte

A pesar de que seguimos cautivados por el bien creacional del deporte, nuestra naturaleza caída pervierte y distorsiona el deporte de muchas maneras. Cualquiera que haya visto a hermanos jugar a pelear sabe lo rápido que puede convertirse en una pelea de verdad, y esa misma fisura se da en todos los deportes. Con esto percibimos cómo las tres buenas facetas del deporte descritas anteriormente normalmente mutan en perversiones. El disfrute del deporte que viene a raíz de la libertad puede terminar de forma sutil en adicción. Lo maravilloso de competir se puede tergiversar y convertirse en un antagonismo agresivo, así como romper la comunidad relacional del deporte y crear silos de envidia y celos. La excelencia puede provocar arrogancia cuando las aspiraciones individuales por ansiar fama aumentan el deseo de escalar más alto en una gran comunidad. En su núcleo, estas distorsiones emergen cuando el microcosmos del deporte se pone por encima de otras áreas de nuestra vida y se idolatra. Para mucha gente de hoy en día, el deporte actúa como un falso dios. 

Además de ser idolatrado, el microcosmos del deporte se corrompe normalmente cuando se infiltran intereses “de fuera” y entonces se forma un enredo con una letanía de otros males propios de la sociedad contemporánea. Las atletas femeninas se sexualizan y hay jugadores a los que no se les toma en serio por su raza. No obstante, la mayoría de perversiones pueden estar relacionadas con los viejos vicios del dinero y del poder. La codicia que genera el dinero ha afectado al deporte durante años y sigue haciéndolo de muchas maneras, como con los juegos de apuestas, los partidos amañados, los sobornos y los contratos desorbitados de algunos atletas (hay varios jugadores de fútbol americano que ganan más de un millón de dólares por partido [36]). Lincoln Harvey llegado a afirmar que “el deportista profesional es básicamente un actor o una prostituta”. [37] Nuestra cultura consumista ha provocado que en prácticamente todas las dimensiones del deporte se comercialicen y que incluso los niveles más principiantes se vean afectados. En cuanto al deseo de poder, se pueden encontrar fácilmente ejemplos estereotípicos en países comunistas que han utilizado atletas para sus agendas políticas. George Orwell (entre otros) consideró el deporte como una forma domesticada de guerra, [38] pero dada nuestra inspección de competitividad mencionada anteriormente, se puede entender la guerra como una forma corrupta de esforzarse conjuntamente, tal como pasa en el deporte. [39] Como consecuencia, casi no sorprende cuando una competitividad egoísta genera violencia en deportes de todo tipo. La creciente popularidad de las artes marciales violentas mixtas (MMA, por sus siglas en inglés) es una de las manifestaciones más obvias de un pueblo oprimido que expresa ansia de poder a través del deporte. [40] Fundamentalmente, la corrupción del microcosmos del deporte contribuye a que haya una cultura de deporte más amplia con efectos perjudiciales que alcanzan muchos lugares. La FIFA, ese imperio indulgente enfocado al consumidor y “sin ánimo de lucro”, hizo que familias en favelas se vieran obligadas a desplazarse (cabe señalar que fue declarada culpable de organizar sobornos de más de 150 millones de dólares en 2015 [41]), y miles de jóvenes han sido víctimas del tráfico humano en relación a eventos deportivos a gran escala, como las Olimpiadas y la Super Bowl [42].

Más allá del foco de estos males estructurales, el deporte cojea todos los días de muchas maneras, aunque menos escandalosas. Jugar de forma egoísta excluye a los demás y no les deja participar; hacer trampas y faltas claras a menudo provoca lesiones; se da abuso verbal entre jugadores, familiares y entrenadores, así como hacia las autoridades (normalmente el árbitro). Incluso las perversiones sutiles pueden malograr en gran manera el espíritu general de un evento deportivo: algunos atletas compiten simplemente para impresionar o atraer a una pareja, otros se unen a equipos principalmente para perder peso, y otros tantos son obligados a practicar deporte por presión cultural y social. Robert Ellis critica con razón una visión estrecha de la naturaleza autotélica en el deporte, señalando que la gente hace cosas por varias razones. [43] Y aunque no es malo que a alguien en parte le motiven factores externos para hacer algo (como hacer rugby para estar en forma), nos encontramos con jugadores que están motivados exclusivamente por factores externos, lo cual hace que pierda todo el sentido [44].

Deporte que redime: lo que el deporte podría ser

¿Qué se puede hacer respecto a esta gran brecha entre lo que es el deporte en la actualidad y lo que debería ser? Afortunadamente, aunque vivimos en un mundo caído, podemos participar del Reino de Dios inaugurado por Jesús mismo. A través del poder del Espíritu Santo en nosotros, podemos trabajar para conseguir un deporte que redima al enfatizar las formas que tiene de testificar sobre nuestro creador y que señalan a la Nueva Creación. El versículo de Zacarías citado al principio ilustra de forma muy bella la importancia de jugar en la pacífica Nueva Creación, y algunos han afirmado que nuestro juego ofrece ahora un avance del esperado futuro. [45] Si bien es posible que el deporte deje de existir en la Nueva Creación, quizás es mejor esperar formas perfeccionadas del deporte que expresen con excelencia nuestra existencia bendecida y armónica como criaturas contingentes que conviven en perfecta paz con nuestro creador. Esa visión debería al mismo tiempo hacer que los atletas de éxito se sintieran humildes y también debería animar a aquellos que no pueden o no quieren competir en esta vida. 

Una forma de entender cómo el deporte nos aporta un “avance real” de la Nueva Creación en la actualidad es que funciona como un conector para que haya una gracia común. Por ejemplo, podemos notar cómo los jugadores son capaces de experimentar un sentido de orden, paz y humanidad compartida incluso en medio de caos y calamidad. [46] La mayor parte del tiempo, sin embargo, el deporte actúa como un conductor de la gracia común simplemente al jugarse libremente y de forma justa con los demás. Esta apreciación evoca una imagen básica para que los cristianos sepan cómo abordar el evangelismo en el deporte. Más que arriesgarse a violar el microcosmos del deporte al importar ideas “del exterior” a través del proselitismo, los atletas cristianos deberían esforzarse en practicar deporte de forma pura por su propio bien, lo cual maximiza varios impulsos de jugar. Cuando se hace con sinceridad y con todo nuestro ser, los bienes creacionales y símbolos escatológicos inherentes en el juego se magnificarán, lo cual permitirá a la persona que practica deporte señalar de forma natural a Dios. 

Al tomar ejemplo de la guerra, lo cual se ha comentado en el apartado anterior, podemos afirmar también que Dios ha usado el deporte a lo largo de la historia (caída y corrupta como es) como una salida para los impulsos que de otro modo podrían acumularse y manifestarse en forma de guerra total. Comunidades de todo el mundo pueden canalizar sus frustraciones al participar en un evento deportivo. Puede ser, además, que la paz sin precedentes del periodo de la posguerra le deba parte del mérito al tremendo éxito del deporte global, lo cual se ejemplifica en eventos como las Olimpiadas y el Mundial de la FIFA.

 

¿Deporte que redime?

Si bien es importante examinar la posición de los deportistas de élite y las reformas que hacen falta en el deporte profesional, [47] la mayoría de la gente se involucra en el deporte como un espectador o como jugador principiante. A pesar de que hay algunas similitudes, el deporte amateur no debería entremezclarse con “deporte recreacional”, pues pueden surgir problemas si los jugadores de este último notan que los otros “solo piensan en ganar” o si los jugadores más comprometidos ven que los otros “solo lo hacen por diversión”. A continuación encontramos tres sugerencias generales sobre cómo los cristianos pueden unirse al trabajo de Dios de redimir el deporte, lo cual está ligeramente relacionado con las tres facetas del deporte comentadas anteriormente y que deberían entenderse como un espectro en vez de como polaridades binarias. 

  • Disfrute: local en vez de profesional

Las estrechas relaciones que caracterizan al deporte local pueden hacer que se mantenga como una actividad agradable y divertida a pesar de sus defectos. Una forma de conseguirlo es permitir a los participantes a que disfruten del deporte incluso cuando no ganan. Dentro de ese microcosmos del deporte, tanto la relación como el abatimiento son habituales, pero el ansia de la victoria está incompleta si no hay un contacto cercano con el dolor de la derrota. Esto no significa que deberíamos “hacer que todos ganen” y ya está, lo cual acaba atenuando el disfrute de todos. Más bien, que haya una empatía verdadera con nuestros contrincantes a través de relaciones sinceras es la mejor manera de asegurarnos de que todos los participantes disfruten, sea cual sea el resultado final.

Es importante para nosotros recordar que el deporte profesional es en última instancia una derivación del juego de niños y no lo contrario. Esto da a entender que los niños no deberían dedicar un tiempo excesivo jugando para “ser como los profesionales”, porque entonces nunca tendrán la experiencia plena propia de la infancia. Esto puede hacernos ver que las reglas y los estándares “profesionales” deberían aflojarse para los jugadores más jóvenes sin que haya crítica, lo cual prevendría muchas lesiones y hábitos obsesivos. Por último, los cristianos podemos desafiar a la noción del deporte que lo considera un mero entretenimiento, lo cual ocurre principalmente cuando los espectadores no se comprometen personalmente con ningún equipo o participante en particular (tal como ilustra la pérdida de emoción por el Mundial de la FIFA en el Reino Unido este año después de que Inglaterra fuera derrotada por Croacia). Podemos resistir a la cultura del entretenimiento si hacemos hincapié en la necesidad de que haya una familiaridad y coherencia en nuestras comunidades apoyando al deporte local. 

  • Competitividad: corporación por encima de individualista

Una de las razones de que sea tan poderosa la exhortación bíblica de “correr la carrera con perseverancia” es porque la precede a una descripción monumental de “una gran nube de testigos”. No es nuestra intención degradar el deporte individual, lo cual puede actuar como una vía poderosa y símbolo de gracia, sino instar a que los cristianos trabajemos en contra de las tendencias individualistas que minan cualquier tipo de deporte. Desgraciadamente, muchos atletas se enfrentan a la opción de éxito individual a costa de relaciones más profundas y fundamentales en otros lugares.

Hay muchas implicaciones posibles para las familias, como practicar deporte juntos los fines de semana en vez de llevar a cada niño a eventos deportivos diferentes. Las iglesias con equipos deportivos pueden mirar de incluir más jugadores en vez de permitir que solo unos pocos con talento sean aclamados en la iglesia. Por último, el respeto a los árbitros como autoridades justas ayudará a recordar tanto a los jugadores como a los espectadores que el juego va más allá de ellos como individuos.

  • Excelencia: participación en vez de perfeccionismo 

Una vez proporcionada esa excelencia, es bueno esforzarse mucho en el deporte, el temor a fracasar siempre está presente en la mente de los grandes atletas. Una forma de evitar tendencias perfeccionistas de este estilo puede ser recordarnos a nosotros mismos que el deporte pertenece a la categoría del descanso y no del trabajo. Una vez nos demos cuenta de que el deporte está pensado para nuestro bienestar, veremos la idea de excelencia de una manera totalmente distinta. En pocas palabras, si nos obsesionamos con cómo lo haremos, ya no estaremos jugando. Otra cosa a tener en cuenta es que Dios no se pone de parte de nadie en el deporte, así que aunque le encante que intentemos alcanzar la excelencia, eso no le persuadirá para que nos garantice la victoria de nuestro equipo. 

Aunque a menudo se interpreta como una mera negación de actividad, las instrucciones del Sabbath dadas a los israelitas se aplicaron a todos los ámbitos de la sociedad, lo cual facilitó un tipo de descanso dinámico que no había sido posible durante la esclavitud de Egipto [48]. En sociedades con grandes ganancias cada vez más tipificadas por el trabajo intelectual, seguramente el deporte físico es más necesario que el descanso. Quizás nuestra visión de juego “adulto” se haya convertido en algo demasiado inmaterial. En este análisis, la familia y la comunidad deportiva parecen ser una forma ideal de descanso participativo y dinámico si hay un equilibrio que permite que haya tiempos de adoración semanales. La excelencia de estos encuentros puede significar, por ejemplo, que un jugador joven gane por primera vez, o que se realice con éxito una nueva táctica implementada o incluso que el público anime con mucha más fuerza. 

Conclusión

El deporte cautiva a la humanidad por su capacidad de participación y movimiento, lo cual aspira a llegar hacia algo más grande que nuestra realidad del presente. Estos dos aspectos se pueden ver como formas de gracia común y como avances o símbolos de la Nueva Creación. Es por ese bien creacional inherente del deporte y por nuestra responsabilidad de llevar a otros al Reino de Dios que los cristianos debemos celebrar el deporte como un don divino siempre que sea posible. 

 

Un artículo de Calum Samuelson, investigador del Jubilee Centre

Este artículo se publicó por primera vez en la web de Jubilee Centre y se ha concedido permiso para volverlo a publicar.​

 

Notas

[1] Para el resto del artículo, el término “deporte” hará referencia a deporte moderno. Se debería hacer un estudio más exhaustivo de las formas de deporte antiguo, clásico, medieval y moderno, pero nos extenderíamos demasiado.

[2] www.fifa.com/worldcup/news/almost-half-the-world-tuned-home-watch-2010-fifa-world-cup-south-africat-1473143

[3] Según un documento informativo reciente de House of Commons, un 63% de hombres y un 58% de mujeres están involucrados de forma activa en el deporte. Es más, Inglaterra tiene la segunda cifra más alta de trabajadores en el campo del deporte de toda Europa (por detrás de Suecia). Lukas Audickas, House of Commons Briefing Paper, Número CBP 8181, 14 Diciembre del 2017.

[4] Ver Arthur L. Caplan and Brendan Parent, eds., The Ethics of Sport, Oxford University Press, 2017, sobre todo pp.6–16.

[5] Cf. Dominic Erdozain, The Problem of Pleasure: Sport, Recreation and the Crisis of Victorian Christianity, Woodbridge: Boydell Press, 2010.

[6] Ver 1ª Cor. 9:24–26; Gál. 2:2, 5:7; Fil. 2:16; 2ª Tim. 2:5, 4:7; Heb. 12:1.

[7] Shirl J. Hoffman, Good Game: Christianity and the Culture of Sports, Waco, TX: Baylor University Press, 2010, p.20. Aunque ya tiene un tiempo, una de las mejores muestras de narrativa cristiana sobre el deporte se puede encontrar en Nick J. Watson and Andrew Parker, eds., Sports and Christianity: Historical and Contemporary Perspectives, New York: Routledge, 2012.

[8] Dos de los estudios más significativos son: Harvey, A Brief Theology of Sport, London: SCM Press, 2014; and Ellis, The Games People Play: Theology, Religion, and Sport, Eugene, OR: Wipf and Stock, 2014.

[9] Tres palabras principales del hebreo se traducen como “jugar”. La más directa es nagan, lo cual implica utilizar algún instrumento (por ejemplo: 1ª Sam. 16:18; Ps. 33:3; Eze. 33:32); sachaq también puede significar “reír” o “bailar”, y se usa tanto en personas (Job 41:5; Jer. 31:4) como en animales (Job 40:20; Salmos 104:26); sha se suele traducir como “deleite” (por ejemplo, Salmos 119:47), pero también se puede interpretar en un sentido juguetón (Isa. 11:8, 66:12).

[10] Ver Isaías 11:8 y Zacarías 8:5.

[11] Vale la pena señalar que la Nueva Teoría del Derecho Natural asociada con los teólogos morales católicos juega un bien básico irreductible. Por ejemplo, ver John Finnis, Natural Law and Natural Rights, Oxford: Clarendon Press, 1980, p.87.

[12] Roger Caillois, Man, Play and Games, trans. Meyer Barash, Urbana, IL: University of Illinois Press, 2001, pp.14–36.

[13] Allen Guttmann, Sports: The First Five Millennia, Amherst and Boston, MA: University of Massachusetts Press, 2004, pp.1–3.

[14] Guttmann describe el deporte como un “concurso físico autotélico”. Guttmann, Sports, p.3.

[15] Extraído de Guttmann, Sports, p.2.

[16] Amy Hurd and Denise Anderson, The Park and Recreation Professional’s Handbook, Champaign, IL: Human Kinetics, 2010, pp.9–10.

[17] El límite entre la recreación y el juego es flexible y fluido, como lo demuestran términos como el “deporte recreativo”; alguien puede utilizar la bicicleta como medio de transporte o para hacer ejercicio, pero solo se puede considerar deporte cuando está compitiendo contra otros para un objetivo arbitrario. 

[18] Johan Huizinga fue uno de los primeros en afirmar que el juego “no tiene sentido”. Ver Johan Huizinga, Homo Ludens: A Study of the Play Element in Culture, Boston, MA: Beacon Press, 1955, pp.2, 19; Allen Guttmann, Sports, p.1.

[19] El concepto inglés de “flow” fue acuñado por Mihály Csíkszentmihályi en 1970. Para ver una forma excelente de tratar este tema, véase Susan A. Jackson and Mihály Csíkszentmihályi, Flow in Sports, Champaign, IL: Human Kinetics, 1999.

[20] ‘Deporte’ viene de ‘disport’, lo cual está formado por dis (‘aparte’) y portare (‘llevar’). Ver Steven Conner, A Philosophy of Sport, London: Reaktion Books, 2011, 20.

[21] Otra debilidad tiene que ver con la incomodidad de intentar incorporar el hecho de jugar a la música (al decir “play” en inglés), lo cual no puede considerarse un “juego”. No obstante, cuenta con unas reglas muy claras (por ejemplo, un tono y unas notas adecuadas), incluso cuando se hace de forma espontánea.

[22] Cf. Harvey, A Brief Theology of Sport, p.88.

[23] Hugo Rahner fue uno de los autores más prominentes en desarrollar una antropología del juego a partir de una teología de juego: “Como Dios juega, el hombre también tiene que ser una criatura que juegue: un homo ludens”. Véase Hugo Rahner, Man at Play, New York: Herder and Herder, 1967, p.25.

[24] Cf. Harvey, A Brief Theology of Sport, p.66.

[25] Aunque no tenemos suficiente espacio para hacer un análisis exhaustivo del creciente fenómeno de los eSports, la experiencia holística de que el deporte incluya esfuerzo físico debería levantar algunas dudas sobre la clasificación de estos juegos considerados “deportes”. 

[26] Véase el apartado §2 Declaration de Deporte y cristianismo (en inglés): https://sportandchristianity.com/declaration/.

[27] Véase Jackson and Csíkszentmihályi, Flow in Sports, p.142.

[28] Véase Génesis 2:2–3.

[29] Por dar solo un ejemplo, está la forma con la que las repeticiones instantáneas y la cámara lenta han aumentado el disfrute del deporte. 

[30] Com (juntos) + petere (buscar, esforzarse).

[31] El término “cooperación” no es ideal en este contexto porque implica un trabajo (operari) conjunto y se puede confundir fácilmente con negocios y marcos orientados a tareas. Lo mismo ocurre con “colaboración” (col + laborare). Otros términos posibles como “collude” en inglés (ludere: “jugar”) son aún peores dado su significado moderno.

[32] La declaración de Sport and Christianity (Deporte y cristianismo) utiliza la frase “antagonismo juguetón”; véase §5.

[33] Francesco Duina, Winning: Reflection on an American Obsession, Princeton, NJ: Princeton University Press, 2011, 16.

[34] Génesis 32:22–32. El nombre ‘Israel’ en sí mismo transmite el sentido de esforzarse con Dios.

[35] Véase Génesis 1:28.

[36] www.forbes.com/athletes/#4e3c20f655ae.

[37] Harvey, A Brief Theology of Sport, p.105.

[38] George Orwell, ‘The Sporting Spirit,’ Tribune, December 14, 1945.

[39] Harvey, A Brief Theology of Sport, p.104.

[40] Véase Nick Watson and Brian Brock, ‘Christianity, Boxing and Mixed Martial Arts: Reflections on Morality, Vocation, and Well-Being,’ Journal of Religion and Society, vol. 17, 2015.

[41] www.justice.gov/opa/pr/nine-fifa-officials-and-five-corporate-executives-indicted-racketeering-conspiracy-and.

[42] https://refugeeresearch.net/wp-content/uploads/2017/05/Bowersox-2016-Sporting-Events-and-Human-Traffickingpdf.pdf.

[43] Ellis, The Games People Play, p.266.

[44] Cf. Harvey, A Brief Theology of Sport, p.90.

[45] Jürgen Moltmann, Theology of Play, New York: Harper & Row, 1972.

[46] El mejor ejemplo de esto es la “Tregua de Navidad” en la que las tropas británicas y alemanas jugaron un partido de fútbol en tierra de nadie el día de Navidad de 1914.

[47] Las reformas más necesarias tienen que ver más con las finanzas que con el deporte en sí mismo (p. ej. El deporte como un “bien posicional” en recursos limitados). Algunos han afirmado que los deportistas profesionales tendrían que recibir becas en vez de sueldos. 

[48] Cf. Deut. 5:14.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Jubileo - ¿Deporte que redime?