Las aguas del río Jordán
Si hasta hace poco las noticias hablaban de los recientes embarazos en las casas reales, ahora lo hacen sobre los bautismos. Todos, por supuesto, cumplen con el protocolo de traer, desde Tierra Santa, aguas del río Jordán. Yo no creo que hagan esto pensando que clasificar especialmente el tipo de agua, va a aportar cualidades especiales a sus bebés. Tampoco Dios (dejemos aparte la edad en que una persona debe bautizarse) interpreta los bautismos según la procedencia del fluido. Sólo se trata de
10 DE DICIEMBRE DE 2005 · 23:00
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El río Jordán fue el lugar elegido (la verdad, había poco dónde elegir) por Juan “El bautista” para desarrollar su ministerio. Pero Jesús, antes de despedirse de sus apóstoles no clasificó los lugares donde bautizarse, Él les dijo: “Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo...”. Da igual cualquier lugar del mundo, cualquier agua del mundo. Lo importante es que sepamos que el bautismo está enlazado a la conversión.
Quizás estén de acuerdo conmigo en lo expuesto anteriormente en cuanto al agua, y discrepen en cuando a la clasificación de conversiones. Sin embargo, me gustaría contarles que he encontrado personas que piden conversiones “impactantes” para publicarlas o para contarlas en grandes campañas. Esto da a entender que las conversiones “no impactantes”, entran en la bolsa de “ni fú, ni fa”.
¿Cómo suelen clasificarse los testimonios de conversión? Vistos a ojo de buen cubero, o como dicen en mi pueblo, “sobre chispa más o menos” así:
1º) Los impactantes. Son los que cuentan las personas que salieron de la droga, la prostitución, el robo, el asesinato, la cárcel... Son los más preciados para publicar o ser contados en grandes concentraciones, o para hacer películas. Los espabilados están convencidos de que al escucharlos se van a convertir más gente al Señor. Están usando su propio razonamiento, no el de Dios.
2º) Los mediocres. Son convertidos con pecados menos públicos. Por lo tanto, si no pasaron por la experiencia nº 1 el resultado es “ni chicha ni limoná”. Y mire usted por donde, se quedan sin aprobar el casting.
3º) Las conversiones que tuvieron lugar dentro de la iglesia católica. La mía. Hay quienes las cuentan como “cascarilla”. Directamente se eliminan, ni siquiera son admitidos a la prueba clasificatoria. ¿Por qué? ¡Hay dudas sobre su veracidad! ¿Acaso cree usted que el Espíritu de Dios puede actuar donde le plazca? Me alegra que su respuesta sea sí, pero hay quien no lo cree. Si además son personas que no usan el típico lenguaje evangélico, ya tienen todos los puntos necesarios para que se las intente convertir de nuevo. Doy fe, y hasta hace poco me enfadaba, pero ahora, ruego que me perdonen, me da la risa floja.
Visto lo visto, algunos han descubierto la manera de contar su conversión según el modelo nº 1. Es fácil. Se trata de causar aspavientos y admiración . ¡Como si tuviéramos que causar admiración! Es un modo de manipular a la gente. Se convierte en todo un arte para convertir (perdonen la redundancia) y lleva al oyente, al lector u observador, a prestar más importancia a la persona que lo cuenta, y al modo en qué lo cuenta, que a la obra Redentora de Cristo.
Esto es sólo un botón de muestra que unido a muchos más abrochan el traje de la Iglesia del Señor. Creemos que Jesús estuvo más tiempo en la cruz por unos que por otros. ¡Terrible condición humana!
Quizás estén de acuerdo conmigo en lo expuesto anteriormente en cuanto al agua, y discrepen en cuando a la clasificación de conversiones. Sin embargo, me gustaría contarles que he encontrado personas que piden conversiones “impactantes” para publicarlas o para contarlas en grandes campañas. Esto da a entender que las conversiones “no impactantes”, entran en la bolsa de “ni fú, ni fa”.
¿Cómo suelen clasificarse los testimonios de conversión? Vistos a ojo de buen cubero, o como dicen en mi pueblo, “sobre chispa más o menos” así:
1º) Los impactantes. Son los que cuentan las personas que salieron de la droga, la prostitución, el robo, el asesinato, la cárcel... Son los más preciados para publicar o ser contados en grandes concentraciones, o para hacer películas. Los espabilados están convencidos de que al escucharlos se van a convertir más gente al Señor. Están usando su propio razonamiento, no el de Dios.
2º) Los mediocres. Son convertidos con pecados menos públicos. Por lo tanto, si no pasaron por la experiencia nº 1 el resultado es “ni chicha ni limoná”. Y mire usted por donde, se quedan sin aprobar el casting.
3º) Las conversiones que tuvieron lugar dentro de la iglesia católica. La mía. Hay quienes las cuentan como “cascarilla”. Directamente se eliminan, ni siquiera son admitidos a la prueba clasificatoria. ¿Por qué? ¡Hay dudas sobre su veracidad! ¿Acaso cree usted que el Espíritu de Dios puede actuar donde le plazca? Me alegra que su respuesta sea sí, pero hay quien no lo cree. Si además son personas que no usan el típico lenguaje evangélico, ya tienen todos los puntos necesarios para que se las intente convertir de nuevo. Doy fe, y hasta hace poco me enfadaba, pero ahora, ruego que me perdonen, me da la risa floja.
Visto lo visto, algunos han descubierto la manera de contar su conversión según el modelo nº 1. Es fácil. Se trata de causar aspavientos y admiración . ¡Como si tuviéramos que causar admiración! Es un modo de manipular a la gente. Se convierte en todo un arte para convertir (perdonen la redundancia) y lleva al oyente, al lector u observador, a prestar más importancia a la persona que lo cuenta, y al modo en qué lo cuenta, que a la obra Redentora de Cristo.
Esto es sólo un botón de muestra que unido a muchos más abrochan el traje de la Iglesia del Señor. Creemos que Jesús estuvo más tiempo en la cruz por unos que por otros. ¡Terrible condición humana!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Las aguas del río Jordán