Un poema para el heterodoxo Juan Antonio Monroy
Me conmueve la extrema generosidad con la que se prodiga con tirios y troyanos, jóvenes y mayores, indígenas españoles y foráneos de todas las latitudes.
04 DE OCTUBRE DE 2018 · 20:35
Me encanta -y alienta- la diáfana prosa de este hermano que habla árabe, entre otros idiomas. Me conmueve la extrema generosidad con la que se prodiga con tirios y troyanos, jóvenes y mayores, indígenas españoles y foráneos de todas las latitudes.
Con cristianos y con los que no lo son. A este Monroy del que refiero lo conozco desde que existe el Verbo, que no es de ayer o anteayer, capillitas van, capillitas vienen: somos poemas de Él, y Juan Antonio, hermano fidedigno, no cesa en su empeño por hacer comprender la fuerza de la Poesía para todo cristiano que a diario abre su Biblia.
Y claro, para abreviar, los actos y decires de este viejoven me convierten de inmediato en un anciano más (cronólogicamente hablando; nadie se preocupe por su sillón), porque pregona haciendo, viajando miles de kilómetros para difundir la palabra, aunque vaya en silla de ruedas tras una operación: el cumplimiento, la credibilidad, la claridad en lo que manifiesta (heterodoxo resulta en el ámbito evangélico, donde algunos exponen prosas elípticas, pasajes sesgados o mentecadas extraídas de algún catecismo evangelicoide).
Me detengo, porque menos es más y porque él sabe de mis afectos a su persona y de mi plena admiración a su trabajo por difundir, sin adulteraciones ni estrabismos, el mensaje de nuestro Amado galileo.
Aquí este poema, basado en Lucas 11: 11-19. Lo escribí hace años porque me gusta rendir tributo en vida, también a este heterodoxo (posiblemente sea más ortodoxo que muchos puritanos). Monroy lo tiene por su despacho, en manuscrito. Pero ahora lo hago conocer al resto de la Hermandad.
¿DÓNDE ESTÁN LOS OTROS?
Me hablabas en futuro
porque sabías
lo que en realidad sucedería.
La gratitud
de los labios suele
alejarse deprisa
y las súplicas
dejan paso a las
ingratitudes.
Como pocos son
los que vuelven atrás,
mañana
tampoco vendrán a ti
los nueve que faltan.
Yo soy
quien ahora repite
el acto agradecido
del leproso extranjero.
(a Juan Antonio Monroy, ejemplo a seguir, como su Maestro)
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